Extra: ¿Recuerdas como fue que empezamos a salir?

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El primer día, cuando lo vio, se sintió como el destino. Un destino que lo uniría a la persona que estaba seguro que se convertiría en alguien importante e irremplazable en su vida. Un hombre roto frente suyo que no hacía nada más que gritar y destruir todo a su alrededor. La primera vez que sus ojos toparon con los de él supo que no iba a haber vuelta atrás, supo que no podía olvidarlo ni alejarse, porque su corazón nunca había latido de esa manera. Nunca... ni una sola vez en su vida.

La intención de su madre había sido llevarlo a ver un „caso de caridad" para que se olvidara del error que había cometido un par de días atrás. Y ahora, frente a ese hombre, se preguntaba si alguna vez ella llegaría a lamentar el haberlo llevado a esa habitación. El haberlo empujado ahí dentro y el haberle dicho que si tanto quería ayudar a alguien, ayudara al hombre que ahora se encontraba frente suyo gritando palabras que no podía comprender.

Era hermoso, y se veía tan frágil, tan delgado que su corazón dolió por él, se veía tan devastado que quería hacer cualquier cosa para eliminar las lágrimas que resbalaban por sus ojos.

—Tu no eres él... tú no puedes ser él— esas fueron las primeras palabras que escuchó de él. Su mente se llenó de confusión porque no sabía a qué se estaba refiriendo, no sabía de quién estaba hablando, ni por qué lucía como si su corazón hubiese sido roto y pisoteado miles de veces. No lo comprendía, pero quería hacerlo. Quería tomarlo entre sus brazos y eliminar todo el dolor de su corazón, hacerlo olvidar todo recuerdo doloroso que lo haya hecho llegar a ese punto, sanar cada uno de sus cortes y heridas porque no podía verlo de esa manera. No lo conocía, pero ya se había convertido en una persona importante en su corazón. Arthur...

No sabía cuanto esa corta interacción cambiaría su futuro.

—Vete, no quiero volver a verte nunca más. No regreses...

Pero lo hizo.


°°°


Alfred Jones... había sido un prodigo desde niño, o por lo menos eso era lo que su madre siempre le había dicho y esperado de él. Notas perfectas, personalidad perfecta, aspecto perfecto, estatus, lo tenía todo. Desde que nació eso era lo que sus padres habían exigido de él.

A los 16 años se graduó del colegio, como siempre, con las mejores notas porque nada menos le era permitido. Fue admitido a la facultad de Medicina en la Universidad de Oxford, la universidad que había sido su única posible opción desde que cumplió seis años. Todo era perfecto. Todo planeado a la perfección sin lugar a errores. Ningún error le era permitido.

El ser becado no le trajo ninguna emoción, el ser llamado pródigo tampoco, no cuando frente suyo nada era suficiente para su padre. No desde que había arruinado su vida por haber nacido „común". Por no tener las mismas características hormonales que su padre, por no ser igual de perfecto que él, por ser biológicamente inferior. Ese había sido su peor error y uno que en ojos de su padre nunca podía ser perdonado.

Por eso la mejor noticia que recibió fue el tener que viajar a Inglaterra apenas se graduara del colegio. Salir de esa casa era lo que hizo que pudiera dar su primera sonrisa sincera desde que su madre había viajado a vivir en Londres permanentemente por su trabajo.

Y, el día en el que se subió en el avión con destino a Londres, en el que dejó todo su pasado atrás, fue definitivamente uno de los mejores de su vida.

Su madre esperaba también perfección de su parte, pero no temía que ella lo golpeara, no temía que ella le gritara por cometer errores mínimos, ni que lo castigara por mostrar un lado suyo que no fuera perfecto. Por eso, se relajó demasiado.

Angel EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora