Sünde (parte 2)

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Soltó un suspiro frustrado cuando vio que solo una cerveza sobraba de su paquete de 12. Agh, ni siquiera se sentía un poco mareado, quería olvidar todo, no quería recordar al hombre que lo había dejado porque su relación le parecía "repulsiva", un "pecado". Soltó una risa irónica, eran casi las mismas palabras que sus padres le habían dicho al descubrir que era gay.

De un solo trago se acabó la última lata y la aplasto con sus manos para después lanzarla a cualquier rincón del apartamento, en ese momento le daba lo mismo el orden, nada le importaba. Dio un último vistazo al caso que le habían encargado y cerró la carpeta, en ese estado no podía trabajar. Necesitaba más cerveza.

Tomo las llaves del mesón y se dirigió a la puerta con la visión un tanto nublada, tal vez las doce cervezas que se tomó si le habían hecho un poco de efecto, y eso pensó cuando, al abrirla, se encontró con la persona culpable de todo su sufrimiento.

-Gilbert...- escucho esa voz y entonces supo que no era una ilusión. ¿Qué hacia allí? Le quedó muy claro que ya no quería verlo y que le parecía repulsivo, ¿acaso venía a burlarse? ¿a culparlo por su "cambio repentino de sexualidad"?

-Si vienes acá para...- comenzó con los puños apretados, no sentía ganas de escuchar nuevamente esa charla de lo "correcto" e "incorrecto", pero justo cuando iba a continuar con su reclamo, sintió unos brazos alrededor de su cuerpo, y se quedó en shock.

-Lo siento- fue lo primero que salió de los labios de la persona que ahora se aferraba a su chaqueta con los ojos húmedos. Lágrimas empezaron a brotar, y en ese momento se paralizo. -Lo siento tanto- sollozo mojando su camiseta, podía notar que su típico rulito ahora estaba caído, sus manos rasgadas y cuando tomo su rostro para mirarlo a los ojos pudo notar las ojeras que se escondían tras los empañados lentes.

-Eres un desastre- acaricio su cabello intentando calmarlo, verlo llorar oprimía su corazón, por mucho que su cabeza le dijera que se lo merecía por hacerle sufrir, su corazón no lo aguantaba.

-No quiero perderte- hablo con la voz quebrada, aferrándose más a la espalda del alemán. En ese momento Gilbert dejo atrás su enojo, desecho las memorias del día anterior y envolvió ese menudo cuerpo entre sus brazos. -Yo... no quiero que Dios me odie, no quiero decepcionar a mi madre ni que mi familia me rechace- explotó al fin, sollozando aún más fuerte, aferrándose a su chaqueta - pero te amo... no puedo renunciar al amor... aún si eso implica pedir perdón de rodillas todos los días a Dios, aún si...- Tomo el rostro del austriaco entre sus manos y limpio las lágrimas con sus pulgares, sintiendo el notorio temblor del cuerpo contrario.

-Hey, está bien- susurro abrazándolo contra su pecho-Dios no te odia... Dios no odia a nadie, nunca podría hacerlo, porque en su naturaleza no está el odiar- empezó con una voz suave, sus palabras eran como calmantes para el austriaco-son las personas las que nos meten esa idea en la cabeza, pero siempre debemos luchar por lo que creemos correcto- entrelazo sus manos con las frías de la persona que más amaba en el mundo y ambos se separaron ligeramente, para verse a los ojos. -Ich liebe dich...- murmuro mirándolo con adoración, besando sus labios en un contacto suave que enseguida fue correspondido -Ich liebe dich- volvió a decirlo con más énfasis en sus palabras, iniciando un beso más apasionado que el anterior, quitándoles el aliento. Roderich envolvió sus brazos en su cuello y se dejó cargar por el albino, quien inicio nuevamente un beso cargado de sentimientos conocidos para ellos, y uno que nunca habían convocado, la lujuria.

-I lieb di a- jadeo entre besos, sintiendo que su cuerpo empezaba a arder y sus piernas se enredaron en la cadera del más alto, recibiendo pequeñas mordidas y besos en su cuello que lo hacían suspirar. Era una sensación desconocida. Ambos se miraron a los ojos, con un mensaje en claro. Esa noche llegarían hasta el final.

Angel EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora