Sünde (PruAus parte 1)

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- ¿Nervioso? – entro a la habitación observando a su hermano a través del reflejo del espejo, notando como aun arreglaba el cuello de su camisa y el lazo negro de su traje totalmente pulcro.

-Bruder... - murmuro al verlo entrar - ¿Cómo me veo? – fue lo primero que salió de sus labios al girarse, con una expresión entre nerviosa e insegura en su rostro. Gilbert suavizo su mirada, observándolo de pies a cabeza, y solo una palabra lo describía en ese momento.

-Perfecto... incluso más awesome que yo, puedo admitirlo- lanzo una risa genuina, aún más cuando vio que la expresión de su hermano cambiar a una sonrisa aliviada. Se acercó a su Ludwig, acomodando unos pequeños cabellos rebeldes y acariciando su rostro como lo hacía cuando eran niños -Olivia nunca va a arrepentirse de tener un esposo tan awesome como mi hermanito- hablo con sinceridad, chocando sus obres carmesí con los azules de Ludwig,

-Danke, Bruder- agradeció sin poder evitar que una sonrisa se dibujara en su rostro.

-Ahora, tenemos que irnos o llegaremos tarde a tu boda- dio un par de palmaditas a su espalda mientras lo encaminaba a la salida. En tan solo minutos, uno de los momentos más importantes de la vida de su hermano estaba a punto de comenzar.

El camino a la capilla fue corto y en un abrir y cerrar de ojos ya se encontraban en el altar, esperando ansiosamente a la entrada de la novia, la mujer que acompañaría a su hermano por el resto de su vida y que lo amaría incondicionalmente.

-Wow... - murmuro al ver a la novia entrar. Una chica de tez blanca como la nieve, cabellos rojizos ondulados que llegaban a su cintura y ojos miel que destacaban con el ligero maquillaje que llevaba. Su vestido, entallado en la parte superior con una larga cola, la hacía lucir aún más hermosa de lo que ya era, una mujer definitivamente digna de Ludwig. Regreso a ver a su hermano por unos breves segundos, notando que su mirada no podía despegarse de la mujer que en breves minutos se convertiría en su esposa.

-Luces hermosa- susurro el alemán cuando la joven italiana llego a su lado, entrelazando sus manos en símbolo de apoyo y unión. Gilbert lo noto y no pudo evitar suprimir una sonrisa, sintiéndose feliz por su hermanito. Ese chico tímido, de brillantes ojos azules que nunca habia sido bueno para hacer amigos, pero que sin embargo habia encontrado una mujer que era casi su contraria, alegre, amistosa y que disfrutaba de socializar con todo el mundo, definitivamente ambos se complementaban y eran personas muy amadas que se merecían toda la felicidad del mundo. Sumido en sus pensamientos no escucho nada de las palabras del padre ni los votos de los novios que hicieron que casi todos lagrimearan de emoción y ternura al sentir ese amor tan inocente y dulce de la pareja.

-Y ahora los declaro marido y mujer, puede besar a la novia- fue la frase que lo saco de su distracción para mirar sonriente como su hermano y su ahora cuñada se besaban frente a todos los invitados, sellando su unión ante los ojos de Dios. Enseguida toda la capilla se llenó de aplausos y felicidad por los recién casados. Un montón de chicas se acercaron al momento de lanzar el ramo, terminando este en las manos de una mujer de cabellos dorados que casi lloraba de la felicidad. Olivia, la ahora esposa de su hermanito reía divertida con su mano enlazada a la de su esposo. La mujer volteo a verlo con una sonrisa radiante y soltándose del agarre del alemán se acercó a él con algo escondido tras su espalda. Gilbert la miro con curiosidad y sus ojos se abrieron grandes al ver que la muchacha le extendía una rosa celeste que habia guardado del ramo que lanzo minutos atrás.

-La guarde especialmente para ti, Gil... espero que este año encuentres la felicidad- se la entrego con deseos sinceros y el albino no pudo hacer nada más que abrazarla agradecido, definitivamente era la mujer ideal. Tomo la rosa entre sus manos con una corazonada... tal vez de verdad habia una pequeña... muy pequeña posibilidad de que ese año encontrara el amor.

Angel EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora