CAPÍTULO 30:

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Toro se dedicó a observar a Blanca en silencio. Estaba colorada por algo que le decían las chicas. Entonces sin avisar y sin pedir permiso algo se instaló en su corazón. Ya no solo era deseo, era algo que empezaba a crecer.
Laura le conocía bien, eran buenos amigos ya que se habían criado juntos. Le miró unos instantes sin que él se diera cuenta y vio amor sincero en sus ojos.
-Blanca, me gustaría saber que sientes por Toro.- Le dijo Laura a Blanca haciéndola sonrojar de nuevo.
Miró a Emilia y ella levantó las manos y le dijo:
-Aquí no estamos en el instituto rodeadas de pijos y normas absurdas. Lo que digas aquí, aquí se quedará.-
Entonces Blanca decidió confesarse.
-Creo que siempre me ha gustado Toro. Me atrae como a las polillas les atrae la luz. Algo en él me llama. Y me empecé a enamorar en el hospital cuando ayudaba a curarle. Entonces empecé a soñar con que él se enamoraraba de mí. Pero nunca me hizo caso. Hasta hace poco.-
-¿Quieres enamorarlo? ¿Volverle loco?- Preguntó Laura.
-Pues claro que eso quisiera.- Contestó Blanca.
-Ponlo celoso. Hazle pensar que en tu vida pueden haber más hombres. Toro es muy pasional y no soportará que ahí alguien acechandote.- Aconsejó Laura.
-No sé con quien podría ponerle celoso.- Dijo Blanca pensativa.
-Pero yo sí. Hay tres chicos que babean por ti. Y ya les puse un mensaje para que te llamen. Les dije que si no empezaban a llamarte tú encontrarías a otra persona.- Dijo Viviana sonriendo.
Entonces el móvil de Blanca empezó a sonar en su bolsillo. Justo cuando Toro había decidido avanzar hacía ella.
Sus amigas la miraron dándole ánimos para contestar la llamada. Ella así lo hizo.
-Hola muñeca.- Saludó Marcos.
-Marcos te he dicho un millón de veces que no me llames muñeca. No soy tu muñeca.- Contestó Blanca metiéndose de lleno en la conversación.
-Yo soy el único que va a ganar la batalla por ti. Tú no necesitas un empollón como Edgard, o un deportista hormonado como Yago. Me necesitas a mi.-
-Yo no necesito a un estúpido que lo primero que hizo en nuestra cita es arrastrarme a los baños.-
Toro al oír eso apretó los puños, no conocía el sentimiento que se había apoderado de él. Pero eran unos celos terribles y territoriales.
La agarró del codo para guiarla hasta su casa. Mientras tanto ella se despedía del idiota que la había llamado. Al cual estaba deseando partir la cara.
Cerró la puerta y arrinconó a Blanca contra ella, apoyó su frente contra la suya luchando contra los sentimientos que querían ser liberados. El móvil de Blanca volvió a sonar y ella lanzó un juramento, pero cuando vio quien llamaba una sonrisa sincera se asomó en su rostro. Toro se fijó que sus ojos también brillaban.
-¡Edgard que milagro! ¿Por qué me llamas?- Preguntó feliz de escuchar su voz.
-Para saludarte y preguntarte si necesitas ayuda con alguna asignatura. Y quizá poderte invitar al cine.-
-Tengo algunos problemillas con tecnología y matemáticas.-
Podía casi jurar que él sonreía a través del teléfono, algo que la hizo sonreír a ella.
-¿Nos vemos mañana después de clases en la biblioteca del centro cultural?- Preguntó Edgard esperanzado.
-Muy buena idea. Después de clases en el centro cultural. Hasta mañana.- Se despidió contenta.
Toro la miró con el ceño fruncido. Se sentía ignorado y eso lo puso furioso.
-De repente estás muy solicitada por hombres que no soy yo.- Dijo él molesto.
Blanca sonrió y le contestó:
-Marcos es un imbecil que no me quito de encima ni con agua caliente. Desde que intentó forzarme en los baños no lo quiero ni ver. Pero él insiste.-
Toro acarició su mejilla con ternura sorprendiendola.
-Si veo a ese infeliz cerca tuya lo mato.-
Ahora le llegó el turno a ella de acariciarle. Sabía que él la defendería de cualquier situación.
Se dedicaron a mirarse en silencio, se hablaban con miradas. Hasta que el móvil de ella decidió interrumpir otra vez el mágico momento.
-Hola Blanca. ¿Quieres salir este sábado a la disco?- Preguntó la persona que llamaba.
Blanca quería negarse pero se acordó de los consejos de su prima y Viviana.
-Vale. ¿A qué hora?- Preguntó ella aceptando. Pero Toro le quitó el teléfono para colgar la llamada.
Después la cogió en brazos y se la llevó a su habitación. Cuando llegó la tiró sobre la cama.
-Estoy harto de oírte coquetear por el móvil. Te voy a demostrar que yo soy el hombre para ti.- Dijo Toro enfadado y celoso.
-No me dejes hoy a medias, no te perdonaré más si lo haces.- Amenazó ella.
Él en respuesta tiró su pantalón y sus bragas al último rincón del cuarto.
Y se perdió en medio de sus piernas, desde que había probado su sabor la primera vez, no había echo más que soñar con tomarla de nuevo. Y allí estaba saboreando el néctar prohibido de su cuerpo, arrancandole suspiros y descargas.
Ella agarró las sábanas y se dio cuenta de los pétalos de flores que estaban esparcidos por todas partes. Vio las velas en forma de flor prendidas por el suelo y supo con certeza que no importaban los detalles que solo importaba el hombre. Tiró de la cabeza de Toro para poder apoderarse de sus labios. Probó su sabor de la boca de él y se preguntó a que sabría su pene.
Pero antes de lanzarse al ataque tenía algo que decirle. Ahora se sentía con valor.
-Toro, antes pensaba que los detalles eran lo que importaba. Sinceramente creía que me entregaría al primer hombre que me regalara flores velas y música. Pero no es verdad. Solo me entregaría al hombre que mi corazón escogiese. Dan igual las velas y todo eso. Solo me importas tú ahora mismo, porque sin yo saberlo mi corazón te escogió.- Blanca dejó noqueado a Toro. No sabía que decirle ni como ser delicado con ella.
Ella sonrió al ver que lo dejó sin palabras. Entonces le empujó suavemente sobre la cama para tumbarle y tomar su miembro con la boca. Primero con miedo, probó la punta y como vio que no tenía sabor se atrevió a ir más allá.
Ahora le llegó el turno a él de aferrar las sábanas. Una gota salada llenó su boca y de alguna manera Blanca supo que estaba consiguiendo excitarle. Levantó la cabeza para mirarle y se vió reflejada en el iris de sus ojos.
Sin previo aviso él la volvió a tumbar. Estaba demasiado excitado para ser delicado así que con brusquedad se colocó entre sus piernas y de una estocada se perdió dentro de su cuerpo. Se quedó quieto cuando ella gritó.
-Dime que no te he echo daño.- Demandó preocupado pero ella no contestó, solo esperó que su cuerpo se acostumbrara a la invasión y luego en señal de que estaba preparada levantó las caderas.
Él intentaba ir despacio pero no podía, de un grito se vacío dentro de ella.
La miró a los ojos y sin pensar lo que decía le dijo:
-Te amo princesa. Nadie te separará ahora de mi.-
Ella en respuesta enredó sus piernas en las caderas de él y se impulsó más arriba. Toro sintió sus pequeños espamos y se sintió feliz de que su declaración de amor le produjera un orgasmo.
-Tengo toda la noche para amarte, pienso arrancarte suspiros y gritos por igual.- Prometió él arrancandole a ella el primer suspiro.

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Foto de Blanca y Toro.

Locura DesenfrenadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora