CAPITULO 35:

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Las clases habían finalizado y habían empezado su castigo con el director pegado a sus talones. Pero como el hombre tenía que atender unos asuntos los habían dejado solos en el gimnasio.

Dan arrinconó a Viviana y se apoderó de su boca en un beso urgente y desesperado.  Ella para facilitar el asunto puso una pierna en su cadera. 

-Hagamos de este castigo algo interesante.- Dijo él con la voz ronca por el deseo.

-El director puede venir en cualquier momento y nos pillará. Encima no tenemos preservativos.- Se quejó Viviana.

-Me correré fuera, pero por favor necesito sentirte, te eché tanto en falta.-

-Esta bien date prisa. No quiero que nos pillen.- Accedió ella.

Entonces Daniel desgarró sus bragas y las metió en el bolsillo de la chaqueta, ella se aferró con sus piernas a su cintura y cuando sintió que él la penetraba se agarró a los listones de madera.

Se besaron para tragarse sus gemidos, Dan se dejó llevar y no pudo retirarse a tiempo. La llenó con su semilla. Oyeron los pasos en el pasillo y se asustaron, entonces cedieron las barras y el artefacto se desarmó haciendo un gran estruendo.

Él se fue al otro extremo del gimnasio y cogió la mopa para disimular y ella cogió un trapo.

El director entró echo una furia y los miró con los ojos entrecerrados. Evaluó la situación antes de hablar, pero Viviana habló primero diciendo:

-Nuestros padres pagan una barbaridad porque estudiemos aquí, lo mínimo sería comprar nuevas barras de ejercicios, mire señor director lo que ha pasado por pasarle el trapo.-

Daniel intentó contener las carcajadas, vaya cosa se había inventado ella.

-Ustedes dos tienen algo, tengan cuidado no toleraré que en mi instituto se quebranten las normas.- Amenazó el hombre, después les pidió que dejaran todo y se marcharan. 

Los dos obedecieron e intentando contener la risa se marcharon. Pero una vez fuera Viviana golpeó el hombro de Dan.

-¡Idiota! ¡Nos vas a poner en una situación comprometida! Encima ahora me tienes que llevar al hospital.- Regañó ella.

-¿Te lastimé?- Preguntó preocupado Daniel.

-¡No imbécil eso no! Te recuerdo que existe algo que llaman la pastilla del día después.- Exclamó frustrada Viviana.

Entonces juntos buscaron el deportivo blanco de Dan para ir al hospital. Por el camino él decidió bromear con ella. Quería que quitara su ceño fruncido.

-¿No quieres tener un bebe conmigo? Me haría mucha ilusión tener un mini yo contigo.-

-Créeme que a mi también me gustaría, pero no es el momento. Tenemos que estudiar y resolver el problema de nuestros padres. Te aseguró que habrá tiempo para tener un montón de bebes.- Respondió ella tomándose en serio la pregunta.

Una vez que la llamaron para atenderla se sorprendió de que le tocara la misma enfermera de la otra vez. Le tocó aguantar una nueva bronca. 

Pero salió de allí contenta, había conseguido que le recetara la pastilla anticonceptiva. No quería volver a un hospital por una pastilla del día después en su vida.

Regañó a Dan por la vergüenza que había tenido que pasar por su culpa y también le dijo que iba a empezar a tomar pastillas anticonceptivas para evitar ese tipo de sustos.

Él llevó el deportivo por un camino de tierra que ella no conocía, aparcó en medio de unos árboles y sonrió con picardía.

-¿Qué hacemos aquí?- Preguntó Viviana sorprendida.

-Quiero enterrarme en tu cuerpo. Y quiero llenarte con mi esperma ahora que si podemos. Aquí no nos interrumpirán.-

Viviana protestó pero Daniel echó el asiento para atrás, desabrochó su blusa blanca y liberó sus pechos para poder besarlos y succionarlos tal y como había soñado en los días que había estado sin ella. Arrastró su falta hasta el suelo y metió un dedo en su feminidad. Estaba tan preparada para él que no quiso esperar más.

Una hora más tarde completamente agotados y satisfechos pusieron rumbo a sus respectivas casas.

Viviana no quiso ducharse cuando llegó, quería sentir el olor de Dan un rato más. Por eso se puso a estudiar hasta que le entró sueño. Entonces subió a su cuarto para encerrarse.

Se desnudó y se metió en la ducha para bañarse. Se puso el pijama y bajó a cenar. Llevándose su móvil con ella.

Cuando estaba terminando de cenar su teléfono sonó, pensó en no contestar, pero al ver que era su padre el que llamaba supo que debía contestar.








Locura DesenfrenadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora