Capítulo 1. Noches de insomnio

4.1K 216 26
                                    

Ya todas las calles estaban desiertas, no había ningún rastro de algún alma en aquella oscuridad. Ann miró por la ventana perdida en sus pensamientos. No se había percatado de la hora que era. Estaban por ser las dos de la mañana y aun no lograba conciliar el sueño por haber estado terminando un proyecto importante para la universidad. Después de eso, paso media hora en la cama dando vueltas sin haber podido conseguir nada.
<<Maldición>> pensó.
Su estomago empezó a gruñir. Dejó de observar hacia afuera y se dirigió hacia la cocina. <<Tal vez un vaso de leche ayude>>.
Cuando entró, vio a Mike de pie junto a la barra de madera que estaba pegada a la pared. No le sorprendió en absoluto, pues sabía que siempre se paraba todas las noches a "despejarse la mente" por el insomnio que se cargaba, o al menos eso era lo que él decía, por no decir que en realidad solo bajaba a revisar si había algo en el refrigerador para comer.
– ¿No puedes dormir? – le preguntó a Ann mientras ella abría la nevera para sacar el cartoncillo de leche que ya estaba vacío.
– No – dijo cortante. Sobre todo después de pensar que él se había terminado lo que ella iba a tomar. No le interesaba tener una plática con él en ese momento, así solo fueran unas cuantas palabras. Sabía que si lo ignoraba la dejaría tranquila. No es que le cayera mal el novio de su madre, mas bien, no le interesaba entablar algún tipo de relación con él.
– ¿Los perros tampoco te dejaron dormir? – le preguntó Mike.
– No me interesa – arrojó el cartón de leche vacío al cesto de basura y se dio la vuelta para regresar a su habitación.
– ¡Oye! – le dijo Mike interponiéndose en su camino. – ¿Por qué tan cortante? – preguntó al mismo tiempo que pasaba su mano por un mechón de cabello de Ann. Ella rodeo los ojos y lo empujó para que pudiera pasar.
– ¡Muérete! – le dijo ella saliendo de la cocina.
Mike era unos años más joven que Laura, la madre de Ann. Estaba entre los veintiocho mientras que ella estaba al borde de los cuarenta. Ann sabía que Mike era un vividor a costa de su mamá. No trabajaba o hacia algo con beneficio. Se la pasaba tirado en el sillón todo el día viendo fútbol, carreras de caballos o ejercitándose. Y siempre que tenia oportunidad, andaba coqueteando con las vecinas, estas nunca se le resistían debido a que él no era feo en absoluto. Estaba en buena forma, en ese aspecto Laura había sido muy exigente al conseguirse a un hombre así. Inclusive con la misma Ann lo hacía, aunque ella lo ignoraba o lo terminaba poniendo en su lugar con algunas palabras como <<jódete>>, <<muérete>> ó <<púdrete idiota>>, la ultima era la que más le gustaba decirle. Cuando llegó a su cuarto, se encerró con seguro. No quería correr el riesgo de que Mike se metiera mientras ella dormía, como en una ocasión pasó, pero para la mala suerte de él, Ann sabía defensa personal, así que no le costó darle unos buenos golpes en la entrepierna y dejarlo con el ojo morado.
<<Menudo imbécil>>
Ann vio el frasco de pastillas que estaba en la mesita de noche al lado de su cama, por primera vez decidió no tomarlas. Después de todo, no le fue tan difícil conciliar el sueño. Tan pronto como pego la cabeza a la almohada se quedo dormida.
Se encontraba sola en el bosque. Recorría el camino para poder llegar a la cabaña donde seguramente él estaría esperándola. Los pájaros cantaban y las ramas crujía a cada paso que daba ella, mientras que el sol iluminaba los enormes arboles que habitaban en ese lugar. Ann sentía una gran emoción por volver a verlo. Quería estar a su lado y abrazarlo con todas sus fuerzas. Solo de pensar que pronto estarían juntos de nuevo, las mariposas empezaban a revolotear.
Ella seguía caminando feliz cuando de repente los pájaros dejaron de cantar y el cielo se empezó a nublar. Miró hacia arriba y vio que los arboles estaban cubiertos de nieve. El sol había desaparecido y todo estaba oscuro. No había ningún ruido y eso le provoco mucho pánico a Ann. Ya no se sentía segura, si no, todo lo contrario. Sentía que la estaban observando. Luego escucho una rama crujir detrás de ella, lo que la hizo ponerse más nerviosa. Quería voltear pero no podía, algo se lo impedía. Sin embargo no dudo en que lo mejor era correr para poder llegar a la cabaña donde estaría segura, y así lo hizo. Siguió por el camino de rocas que estaba cubierto ya por la nieve. Sus pies se le hundían y le era más difícil seguir. Tropezaba, caía y luego seguía. Era como si alguien le impidiera seguir corriendo.
Después de tantas veces de haber caído, la última fue la más dolorosa. Se había golpeado la cabeza y le escurría sangre. No podía levantarse, no le quedaba ninguna fuerza así que solo se quedo allí tumbada boca abajo esperado lo que le estuviera por venir. Escuchó pasos que se acercaban cada vez más a ella, aunque no lograba ver a nadie. Hasta que un hombre vestido completamente de negro se interpuso en su visión, trato de girar la cabeza más hacia arriba, pero el dolor por el golpe se lo impedía.
– Déjeme en paz. Por favor – suplicó Ann. No obstante, el hombre se limito a responderle, y se arrodillo a su lado. Comenzó a tocarle el cuello subiendo hasta la herida que tenia. Ann estaba llorando en silencio << Por favor que se vaya>> pensó.
Como si le hubiera adivinado el pensamiento, el hombre alejo su mano, pero no para irse. Poco a poco fue agachando su cabeza para que su boca quedara posicionada a la altura del oído de Ann.
El cuerpo de ella tembló al tenerlo tan cerca. No sabía quién era o si le haría algún daño. Quería estar fuera de ese lugar, estar con él, en sus brazos. Más no con ese extraño.
– He regresado por ti y no dejare que te me escapes esta vez – susurró el extraño. Ann reconoció esa voz que le dejo el pulso paralizado. Poco después escucho el sonido de un disparo.
– ¡No! – gritó despertando. Se empezó a tocar todo el cuerpo para cerciorarse que se encontraba bien. –Todo fue un mal sueño – se dijo a sí misma exaltada.
Tenía el cuerpo bañado en sudor y el corazón le iba a mil por hora. Hacía tiempo que no tenía esos sueños. Desde que Laura la había llevado con el psiquiatra por el problema de que empezó a escuchar una voz que le decía cosas muy extrañas que hacer, la había vuelto loca por días al igual que sus sueños. Los doctores creyeron que estaba sufriendo de esquizofrenia, así que la tuvieron que internar unas semanas en un instituto para enfermos mentales, o como ella lo llamaba "loquero", la mantuvieron en observación por un buen rato. Le daban medicamentos para poder calmar su estado en el que estaba, hasta que un día sus problemas cesaron debido a las pastillas. Estas le ayudaron para que dejara de escuchar esas voces y tener esos sueños que la atormentaban todas las noches. – No puedo dejar de tomarlas – dijo tomando el frasquito que estaba a su lado.
Ann vio el reloj que marcaba que eran las ocho y media de la mañana <<Mierda. Se me hizo tarde>>. Se levantó como alma que lleva el diablo y se apresuró a tomar un baño. En menos de cinco minutos ya estaba lista. Vestía con un traje formal y una coleta alta. Su silueta era delgada por lo que el atuendo le sentaba muy bien. Ella no era el tipo de persona que se arreglaba mucho, unos jeans y una remera con unas zapatillas deportivas estarían más que bien, no obstante ese día lo valía.
Tenía que estar en la universidad a las nueve. Ese día presentaría su proyecto a una empresa que estaba buscando nuevas ideas con respecto a la tecnología. Era una gran oportunidad para ella, si demostraba que su propuesta era de gran valor, terminaría trabajando para ellos con un salario de hasta cincuenta mil dólares al mes y lo que mejor era para ella es que al fin se iría de ese lugar al que supuestamente era su "hogar".

°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°

Aquí estoy yo de nuevo. 

Este es el primer capitulo. A que me extrañaban...

SALUDOS DESDE MÉXICO 

Secretos dentro de miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora