Capitulo 11. ¿Quién eres tú?

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Habían pasado dos semanas después del encuentro entre Dean y Ann. Ella había estado evitándolo durante ese tiempo sin en cambio Dean buscaba la mas mínima oportunidad para acercarse a hablar con ella y justo cuando estaba a punto de lograrlo, Ann se escabullía como una gacela cuando es acechada por su depredador. Ann seguía con su misma rutina de siempre: estudiar, trabajar y aguantar al novio de su madre.

La propuesta de Edson Roswell no dejó que le afectara en su vida. Pensaba que las oportunidades como esa siempre aparecían. Es cierto que en un principio le molesto demasiado pues la idea de seguir en ese lugar no le agradaba.

– Entonces, ¿esta vez aceptaras una invitación para ir a tomar un café?

– No lo creo. Mejor ve a persuadir a cualquier otra de las gatas con las que te acuestas cada noche y a mi déjame tranquila – dijo Ann recargando las manos en el escritorio de Leon al mismo tiempo que entrecerraba los ojos y hacia una mueca de desagrado.

– Esta bien, solo quita esa mirada tan cautivadora que tienes. Asusta.

– Así me gusta, que me tengas miedo – sonrió.

Eran las nueve de la noche cuando apenas estaba saliendo del trabajo. Había tenido muchas tareas pendientes por realizar que ni siquiera pudo ir a clases y encima tenía que trabajar con Leon quien era un acosador engreído. Todos los días le pedía a Ann que fueran a tomar algo y todos los días era rechazado. No era de las que se emocionaba cuando le pedían salir o babeaba cada vez que veía a un chico guapo. No era su especialidad, ni comportarse como sus compañeras. Sabía como eran los hombres, en especial los niños de mami y papi. Unos patanes de primera. Ella no se había enamorado nunca, tal vez si se llego a interesar por alguien pero de eso a quedarse loca por un hombre, jamás. O al menos eso era lo que pensaba.

Subió a la camioneta de Mike – había tomado las llaves sin su consentimiento esa mañana, como siempre lo hacía – y fue directamente a su casa.

Esperaba ver a su madre o a Mike cuando llegase – para discutir como siempre lo hacían – pero cuando llego no había ningún carro afuera estacionado afuera de la casa y todas las luces estaban apagadas.

– ¡Genial! Una noche sin ellos – susurró.

Estaciono la camioneta y bajo para ir a la entrada. Se sentía contenta porque al menos esa noche dormiría tranquila y podría darse un buen baño sin estar al pendiente de la puerta.

Justo cuando estaba sacando sus llaves escuchó una voz a lo lejos. Volteó para ver quién era, pero solo vio la completa obscuridad a su alrededor y las sombras de los arboles. No obstante, comenzó a sentirse nerviosa. No sabía que le sucedía.

Puso su atención en las llaves para poder abrir la puerta, aunque con sus manos temblando le era una tarea difícil.

– ¡Mierda! – dijo cuando las llaves se le escaparon de sus manos.

– Ann – esta vez se escuchó muy claro cuando pronunciaron su nombre.

Ella volteó a sus espaldas y siguió sin ver nada. Se agacho para recoger las llaves rápidamente pues los nervios la estaban matando.

– ¡¡Ann!! – gritaron mas fuerte lo que hizo que se paralizara en el lugar que estaba. – Ann no tengas miedo – la voz que escuchaba era de una mujer, solo que ahora se escuchaba más dulce.

– ¿Quién eres? – logró decir Ann con la voz temblorosa.

– Ann, Ann... Mi querida Ann. Soy yo, tu vieja amiga. ¿Por qué no volteas para reconocerme?

– Yo no tengo amigas – dijo todavía mirando a la puerta.

– No, no, no... Esta muy mal hecho que niegues a tus amigos. ¿Acaso no sabías que eso es de muy mala educación? – dijo la voz de la mujer riendo. – Déjate de tonterías y voltea querida.

– No voy a hacerlo y esta es una broma de muy mal gusto. Así que quien te haya mandado ya puedes ir a decirle que no ha funcionado – esta vez sonó más segura la voz de Ann. Con las llaves en las manos pudo insertarlas en la cerradura para poder girarla.

– No vas a entrar hasta que tu y yo hayamos hablado – susurró en su oído lo que hizo que se le pusiera la piel chinita. – Se que tienes curiosidad por saber quién soy. Eres muy curiosa y siempre lo has sido. Cuando te propones a averiguar algo, lo consigues. Tu curiosidad no tiene límites.

– Me acuerdo que siempre que te decían "La curiosidad mató al gato" tú respondías...

– Pero el gato murió sabiendo – susurró Ann.

– Así es, la curiosidad siempre te mataba. Anda, voltea. ¡Hazlo! – Ann poco a poco comenzó a voltear y conforme lo hacía notó una mata de pelo rubio – casi blanco – largo hasta la cintura. Unos ojos grandes color verdes y una enorme sonrisa con una dentadura blanca. La piel de la mujer estaba muy pálida como si nunca le hubiese tocado ni un rayo de sol. Tenía puesto un vestido suelto azul turquesa que le llagaba a las rodillas con unas botas color café que hacían una muy buena combinación.

Ann había quedado sorprendida ante la belleza de esa mujer que aparentaba entre veintiséis y veintisiete años.

– Ya me recuerdas – siguió sonriendo.

La rubia se le hacía algo conocida, como si alguna vez la hubiese visto pero por más que trataba de recordarla no podía.

– ¿No sé quién eres? – murmuró Ann y la sonrisa de la mujer se desvaneció por completo. – Lo siento, pero no sé quien seas.

– ¿Es enserio? – preguntó con los ojos entrecerrados. – ¿No recuerdas quién soy? – Ann negó con la cabeza sin entender que es lo que estaba pasando. – ¿Te suena el nombre de Isabella ó el de Todd? – Siguió negando – Y ¿Underway?

– ¡No sé de quiénes rayos me estás hablando!

– Y que tal... ¿Wade? – Ann abrió demasiado los ojos al escuchar ese nombre salir de la boca de aquella mujer que ni siquiera reconocía. ¿Cómo sabia ese nombre ella? Nunca había mencionado tal nombre que la atormentaba en sus sueños, ni tan siquiera a Sam – Veo que dé el si te acuerdas muy bien.

– ¡¡No!! ya te dije que no los conozco y tampoco a ti.

– Pero te has acordado de Wade y no de mí. ¿Cómo es eso posible? – La sonrisa volvió a aparecer – Solo recuerdas lo que te conviene ¿Verdad? ¿Por qué no me extraña? Si siempre has sido así.

– Tú no me conoces...

– Por supuesto que sí. Se lo suficiente de ti como para decirte que eres una maldita egoísta que solo piensa en sí misma. Lograste engañar a todos a la perfección sobre todo con ese sobrenombre que tenias ¿Cómo era? ¡A si! Valentina – el rostro de Ann se puso pálido. – Supiste esconderte y borrar todo rastro que quedaba de ti. Pero no te sirvió demasiado porque al fin te he encontrado mi querida Ann.

– ¿Quién eres tú? – le grito Ann.

– Soy yo, Isabella tu buena amiga y he venido por ti – dijo con su mirada ensombrecida.

Ann abrió los ojos estupefacta. Logró reaccionar a tiempo y girar la perilla de la puerta para entrar rápidamente a su casa y cerrar la puerta con seguro.

– No podrás esconderte allí para siempre. ¡¡Ya no!! – escuchó del otro lado, mientras que ella caía al suelo tapándose los oídos y le daba un ataque de pánico. 

Secretos dentro de miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora