Capitulo 32. No puede ser cierto

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Si gustan escuchar el audio que puse en los medios . Con esa canción me inspire mucho para escribir este capítulo 😢.

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– ¿Por qué no me dijiste nada? – gritó Laura cabreada.

– ¿Por qué tendría que decírtelo? Si es más claro que nunca te ha importada saber lo que hago en mi vida. Ahora no sólo tienes a una persona que depende de ti, si no dos. Estoy segura que te hará bien hacerte cargo de tu nueva sobrina espectacular que no te da problemas y que es más sumisa que nada. Allí tienes a la hija que nunca pudiste tener y ella a la madre que yo algún día esperé – dijo Ann con unas cuantas lágrimas acumuladas.

– Tú eres mi hija – dijo Laura con un nudo en la garganta por ver a su hija en ese estado. Nunca antes la había visto tan vulnerable y al menos no de manera consciente. Esa noche había sucedido algo que no comprendía. Tal vez el que haya dicho esas cosas magnificas de Yanees y que su hija las haya escuchado le habían afectado, aunque ella fingiera ser fuerte, en el fondo sabía que no era así.

– Creo que deje de serlo desde hace mucho tiempo – susurró y después se metió al baño cerrando la puerta con seguro.

Laura se quedo parada en el mismo lugar por un largo rato pensando en lo que había hecho para merecer el desprecio de su hija. Y por supuesto que se lo merecía. Ella también era la culpable de todo lo malo que le había pasado y no sabia como reparar el daño que había ocasionado en ella. Quería pedirle perdón pero eso no ayudaba, porque estaba muy claro que ni con las más simples disculpas se podría reparar el daño ya hecho. Laura quería darle una buena explicación de por qué la había abandonado desde los siete años, pero no tenía ningún fundamento con el cual justificarse a excepción de que todo lo había hecho por despecho, por el engaño y abandono de su ex-marido, Heros.

Le amaba tanto que su traición había sido lo peor que le pudo ocurrir en la vida. Lo había dejado todo por él y Heros se lo pagó de la peor manera. La había dejado por otra mujer, aunque no cualquiera, puesto que ella había sido traicionada por su mejor amiga y el hombre que más amaba.

Estaba más que claro que el amor no siempre perduraba y que los finales felices no existían para ella porque por más que se hubiese llevado a tantos hombres a la cama y tuviese a Mike, ninguno podría ser capaz de llenar el vacío que le había dejado Heros.

– Tía... – escuchó que Yanees le hablaba y notó que sus mejillas estaban humedecidas. Rápidamente las limpio con la manga de su blusa y volteo para darle una sonrisa falsa.

– ¿Qué pasa Yanees?

– Sam quiere saber si puede ver a Ann.

– Creo que este es un mal momento, dile que mejor mañana regrese por favor – terminó de decir para irse a su habitación.

– Laura – pronuncio Yanees. Era la primera vez, en los pocos días que llevaba en esa casa, que llamaba a su tía por nombre. Laura se detuvo a medio camino sin voltear a verla. – Estoy siendo una molestia para ustedes dos ¿verdad? – dijo con tristeza y Laura giró para mirarla. Su sobrina tenía la cabeza agachada como si fuera una niña pequeña a la que recién hubiesen regañado.

– Claro que no cielo. Solo es un mal momento en que llegaste a esta casa pero se solucionara, ya lo veras – le dio una sonrisa cariñosa y se acerco para abrazarla.

Ann seguía en el baño, se había lavado la cara para quitarse las lágrimas que había derramado después de la conversación que tuvo con su madre. Y empezó a maldecir a todos los que se le cruzaban por su mente, incluyendo a Sam. Tiró todas las cosas que estaban encima del lavabo y terminó rompiendo el espejo con la palma de su mano. Unos cuantos cristales se le impregnaron en la mano y esta comenzó a sangrar.

Salió del baño para cambiarse la ropa que ahora estaba manchada de sangre. En el pasillo se percató de que Laura aun seguía allí, sólo que con Yanees en sus brazos tratando de consolarla. Presenciando tal escena, Ann se fue de allí importándole poco si iba llena de sangre. Se dirigió a la salida principal sin darse cuenta que Sam aun seguía en el comedor.

Él la vio salir y fue detrás de ella quedando a unos cuatro metros del lugar donde estaba y vio como su amiga se tumbaba en el pasto a llorar. Sus ojos se posaron en su mano ensangrentada y corrió hasta ella agachándose para quedar a su altura. Ann lo miró y Sam la abrazó con mucha fuerza mientras que ella lloraba cada vez más fuerte y gritaba como si la estuvieran desgarrando por dentro en mil pedazos. Sam estaba paralizado sin saber que mas hacer, en el tiempo que llevaba conociéndola jamás había llorado de esa manera tan perturbadora.

– Ann por favor, cálmate – pidió su amigo. Ella sin escucharlo seguía llorando en sus brazos sin poder calmarse. Sam no podía tranquilizarla, hasta que sintió que ella iba perdiendo la fuerza y su peso se iba recargando cada vez más en él. Ann había caído inconsciente y no se había percatado de la figura humana que ahora estaba enfrente de ellos dos. Fue subiendo su vista hasta encontrarse con unos cabellos rubios, ojos verdes y una piel pálida. La rubia tenía en su mano una jeringa y su mirada estaba muy seria, le daba un aspecto sombrío con la oscuridad de la anoche. Sam abrió los ojos como plato sorprendido por encontrar a su amante allí, enfrente de ellos.

– Veo que ella no es la única que oculta cosas – susurró Isabella mientras que llevaba su mirada a el cuerpo de Ann. Después soltó un chasquido con los dedos y un hombre alto moreno se acerco a Sam quitándole a Ann de sus brazos. Él reconoció al hombre inmediatamente, era Clain.

Isabella se levanto del suelo y fue detrás de Clain que se dirigía a una camioneta negra. – Espera—gritó Sam yendo hacia ella. – ¿Qué haces aquí? – preguntó anonado.

– Mas bien la verdadera pregunta es: ¿Tú qué haces aquí con ella? ¿Y quién eres tú en realidad?

– Ella es mi amiga, se llama Ann – Isabella comenzó a reír y a negar al mismo tiempo.

– ¿Y tú? – Sam se quedó callado. – No eres más que otro mentiroso al igual que ella – Isabella había llegado mucho antes de que Sam llegara a la casa de Ann, desde entonces ella había estado vigilando desde afuera. Vio cuando había llegado y escuchó también la conversación de él con la madre de Ann.

– ¿Por qué te la llevas? No la conoces. ¿Qué haces aquí?

– En la tarde te dije lo que haría. Y es lo que estoy haciendo en este preciso momento.

– ¿Qué quieres decir con eso? – murmuró Sam.

– Te dije que iría en busca de Valentina... – el chico frunció el ceño. – Y lo estoy cumpliendo – de repente la piel se le puso más pálida que la de ella y un miedo le recorrió por todo su cuerpo como si ya supiera de quien le estaban hablando. – Si... ella es Valentina. La chica de la que tanto te han contado – dijo la rubia adivinando sus pensamientos.

– No puede ser – dijo el amigo de Ann con la mirada perdida en ella. – Me estas mintiendo – Isabella arqueó la ceja y levanto su mentón.

– Es la verdad y ahora tengo que llevármela.

– ¿Qué le van a hacer? – preguntó angustiado.

– Ya no es de tu incumbencia, haz perdido ese derecho desde hoy. Y será mejor que te mantengas alejado de ella y de mí, si no quieres que te delate con Todd – le escupió.

– ¿Y por qué no lo haces de una vez?

– Por el gran amor y cariño que te tengo, sólo por eso. Ahora apártate de mi vista que no eres digno de ella – dijo con la voz quebrada la chica subiéndose a la camioneta y dejando allí tirado a Sam.

Secretos dentro de miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora