– ¡No puede ser! ¿Enserio quiere verme? – dijo Ann con emoción hacia el teléfono. El señor Harrison estaba del otro lado de la línea. Le había comentado que el señor Roswell quería hablar sobre su propuesta y que la recibiría en su oficina.
– No grites de esa forma. Me revientas los tímpanos – dijo el viejo sordo.
– En teoría ya lo están – le susurró Ann.
– ¿Qué dijiste?
– Nada. Entonces... mañana tengo que estar allí ¿verdad?
– Si. Y por favor, no eches a perder esta oportunidad. Tienes que ser más educada – dijo el señor Harrison.
– Si, si, si. Lo que diga – Ann rodeo los ojos.
– Y no hagas esa expresión con tus ojos – le reclamó.
– Como lo supo – preguntó ella.
– Llevo más de tres años siento tu profesor y se lo gestos que sueles poner.
– Aja. Tengo que colgar – no terminó de escuchar lo que el señor Harrison iba a decirle pues colgó muy rápido.
Ann se apresuro a terminar de calcular las cifras que tenía pendientes para entregar al día siguiente en su trabajo. Quería descansar más que bien esa noche y esta vez se aseguraría de tomar sus pastillas. No quería volver a tener esos sueños horribles que de algún modo no sabía lo que significaban.
Estaba tan concentrada que no había escuchado el sonido de que tocaban la puerta de su habitación. Tampoco vio cuando Laura entró y se para a un lado de ella.
– Deja esa computadora por un momento – le ordenó Laura.
– ¿Por qué entraste sin tocar? – dijo Ann sin despegar los ojos de la pantalla.
– Lo hice pero no contestaste, así que entre por mi propia cuenta.
– No te escuche – dijo indiferente.
– Cuando hablemos quiero que me mires a los ojos.
– ¿Ahora qué quieres? – dijo Ann dándose la vuelta en su silla giratoria.
– Quiero que me expliques porque rayaste la camioneta de Mike – dijo Laura poniendo los brazos en jarra.
– Porque no deja de estar molestando. Se lo merecía – se encogió de hombros la pelirroja.
– No lo puedo creer. ¿Acaso esa es la educación que te he dado? – preguntó indignada la madre.
–Si por educación te refieres a haber metido a tantos hombres a esta casa y no haberte encargado de tu hija por años, entonces sí. Esa es la educación que me has dado – Laura no podía creer que su hija le haya contestado de esa forma. Se sentía impotente y quería darle una bofetada para que no volviera a decir semejante cosa. Pero en el fondo por más que tratara de justificarse, sabía que Ann tenía la razón. No había sido una buena madre durante mucho tiempo, pero quería recuperar el tiempo perdido con ella. Quería que las cosas fueran más sencillas y darle un golpe a su hija haría que se alejara más de lo que ya estaba.
– No hables de esa manera. Sabes muy bien que eso quedo atrás.
– Pero aún queda un holgazán que se la pasa de mantenido por su novia de casi cuarentena años. Ese idiota no ha quedado atrás pues sigue jodiéndome la vida cuando tú no estás. Así que mientras él este en esta casa, tú no tienes ningún derecho a recriminarme algo. Yo vivo aquí, esta es mi casa. Sin en cambio él es un arrimado en este lugar que no tiene ningún derecho a mandar o decirme lo que tengo que hacer por el simple hecho de que el ni siquiera es mi padre. Pero bueno, si no se va él, lo voy a tener que hacer yo. Si eso era todo de lo que querías hablar, puedes irte ya. Tengo muchas cosas que hacer.
Ann se dio la vuelta y siguió con su trabajo en la computadora, Laura por su parte no dijo nada mas, solo se retiro para ir a pensar en las crudas palabras que le había dicho su hija. Tal vez tenía razón y tenía que dejar a Mike de lado.
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Secretos dentro de mi
Gizem / GerilimAnn tiene veintidos años. Él tenía veintidos cuando se enamoró de ella. Ella no es feliz con la vida que lleva ahora. Él era muy feliz cuando estaba con ella. Ella es perseguida por UnderCorp. Él trabajó para ellos. Tenía dieciocho años cuando lo ma...