36. Es de vida o muerte

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Alexander.

Siento que soy transportado a otro mundo, en el que nadie más existe, sino que solo estoy a su lado, flotando en el aire, y sintiendo magia con cada movimiento de sus labios sobre los míos. Es como volver a sentir que mi corazón se encuentra completo, aún cuando creí que este ya estaba sanando, y que no necesitaba de nada más que lo que ya tenía.

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"Summer, es el mensaje de voz número quince que te dejo, y comienzo a desesperarme. Y sí, yo sé que sabes que soy yo, aunque hayas cambiado de número. Y sí, lo he conseguido."

Tal vez la culpa es mía porque se rehuse a responder a mis llamadas, pero no podía actuar de forma diferente. No podía solo seguir sin sentir remordimiento.

"Summer... Ya han pasado dos días, y vas a cansarte de tanto que suena tu teléfono... A menos que le hayas quitado el volumen, pero sé razonable y responde."

"Comienzo a irritarme, y sino respondes, tendré que tomar mis propias medidas."

Y por un momento responde el teléfono, pero lo único que logró escuchar es silencio, hasta que la llamada se corta. Bien, si no quiere escucharme por este medio, entonces lo hará de frente y sin poder escapar. Me pongo un par de vaqueros limpios azul fuerte, y una camisa azul navy. Me sorprende tanto como a ustedes el que haya dejado mi etapa de playeras y sudaderas, pero supongo que a todo nos adaptamos, y este es un cambio bueno; como el peinarme, claro está.

Manejo hasta casa de mi padre, lugar en donde aparco mi auto, y bajo de él para dirigirme a pie a la residencia de los Hathaway, ya que es claro que no quiero advertir a Summer de mi presencia. En cuanto llegó al jardín de frente, comienzo a rodear la casa, hasta llegar al árbol que lleva hasta la ventana de Summer.

Una vez más; me siento como en una película haciendo esta clase de cosas. En cuanto llegó a la copa del árbol, ruego porque Summer no tenga seguro en la ventana de guillotina como siempre, o no me quedará de otra más que tocar y arriesgarme a que me ignore y deje fuera.

Para mi fortuna, la ventana se desliza con facilidad hacia arriba, y noto que no hay nadie en la habitación, lo que es aún mejor. Entró con todo el cuidado que tengo, y sacudo mi ropa de hojas y tierra una vez que me encuentro sobre la alfombra de la habitación. Escucho el agua corriendo, por lo que deduzco debe estar tomando una ducha. Ignoro la poca caballerosidad que podría presentar, aún sabiendo que podría salir sin ropa, y me limito a recostarme sobre la cama cubierta de un edredón azul turquesa con libélulas.

Varios minutos después, escucho que cierran el grifo de la regadera, y me preparo para escuchar gritos y seguramente recibir golpes delicados de parte de una mujer fácil de sacar de quicio. La puerta del baño se abre, y pasa justo lo que he predicho momentos antes.

—¡¿Qué haces aquí?!, mis padres ni siquiera están en casa, ¡¿cómo...?—Cuando me reincorporo en la cama, me doy cuenta que voltea hacia la ventana, y frota el puente de su nariz con dos de sus dedos.—Juro que voy a ponerle seguro la próxima vez.

—Todo pudo haber sido civilizado, si hubieses atendido al menos a una de mis llamadas.—Y digo eso, no por haber irrumpido en su recámara, sino por la forma en la que se encuentra vestida. Y eso es un decir, si es que se puede concluir que estar envuelta en una toalla, es tener algo de ropa encima. 

—Podría llamar a la policía.

—Lo sé, pero tampoco es necesario que lo hagas, porque sé que no quieres que me vaya.—Frunce el ceño, y ya me espero una tormenta cayéndome encima.

—No sé que te hace creer semejante cosa, cuando estoy vulnerable con tan solo una toalla por encima.

—Por eso mismo vamos a hablar como personas decentes, y acabar con esto de una vez.

Volverte a ver (inexplicable pt. 2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora