44. Perro sin escrúpulos

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Alexander.

Este era el último impulso que necesitaba para cambiar por completo, y dar un giro de trescientos sesenta grados, y por fin liberar a la versión contraria de mi yo tierno, dulce y atento. Todo eso queda atrás, y ¿qué más da?. Ya ni siquiera tengo el amor de mi hermana con lo que hice, y sinceramente ya me he cansado de tratar de que las cosas puedan ir mejor con Summer, o en palabras de mi hermana; ser un cobarde.

Jade se merecía cada uno de mis gritos, pero evidentemente me sobrepasé con el par de bofetadas que le estampé en sus regordetas y rosadas mejillas. Hoy simplemente quiero que la tentación y la lujuria se apoderen de mi cuerpo sin remordimientos, y puede volver a mi cama a dormir como un bebé.

La noche aún es joven, a pesar de que me han despertado a media noche. Me pongo un par de vaqueros, y una camisa azul marino, y decido dirigirme al primer bar que se me cruce por el camino. Llego a un sitio abarrotado de gente, y por alguna extraña razón me parece el lugar adecuado en el cual detenerme.

Corriendo con buena suerte, pude entrar casi inmediatamente, para que posteriormente pudiera tomar camino hacia la barra, en donde el bartender hace malabares con el shaker, mezclando diferentes líquidos dentro de él. Pido un vodka martini en cuanto posa su mirada sobre mí, y una vez que lo tengo entre mi mano, me dedico a ver hacia las mesas con pequeños taburetes, tratando de encontrar a mi víctima perfecta. 

Muchas mujeres me resultan atractivas, otras no dejan de observarme como esperando llamen mi atención, y algunas más simplemente no las considero tan inocentes y fáciles como para poder salirme con la mía está noche, además de que tienen toda la pinta de buscar conquista cada noche que se deciden a salir.

Por fin mis ojos encuentran a una chica rubia, y me parece perfecta para lo que deseo. No luce tan cualquiera, y tiene cierto aire inocente y desesperado, a parte de que no se parece en nada a Summer, y esa es una grandiosa ventaja como para dejar las cosas en lo casual y sin compromiso. Me bebo de un trago el contenido de mi copa, y me acerco a la chica más seguro de mí que nunca.

En cuanto la rubia me ve acercarme a su mesa, parece que comienza a hiperventilarse, gracias a la sonrisa a la cual es imposible resistirse. Sus amigas posan sus ojos en mí, y parecen ponerse coloradas, aunque es algo que no puedo asegurar, gracias al cambio de luces del lugar.

—¿Quisieras bailar?—Pregunto directamente a la chica rubia, mientras las otras la miran con envidia.

—Claro.—Dice con voz temblorosa, y toma la mano que le tiendo para ayudarla a levantarse de su taburete.

La llevó hasta la multitud de personas que ya han bebido suficiente como para bailar de forma exagerada, y muy pegadas a sus respectivas parejas. Me tomo el atrevimiento de posar mis manos casi rozando su trasero, y aunque me paso de cretino, ella no parece tener objeciones con mis manos en dicho lugar.

Primero se mueve de forma tímida, hasta que se da cuenta que comienzo a bostezar demostrando mi aburrimiento, y es entonces cuando decide usar sus curvas para cautivarme. Me encargo de invitarle los tragos suficientes como para que comience a querer colgarse de mi cuello, y no pueda siquiera mantenerse de pie, así perdiendo la noción de las cosas a su alrededor.

No me tomo la molestia de preguntarle su nombre, cuando ya la estoy tomando de la mano para llevarla a otro sitio. Dicho sitio, es mi auto. Y yo, un perro sin escrúpulos.

Parece tan desesperada porque no me escape de sus manos, que no tardo en abrir la puerta de la parte de atrás, cuando ya se recuesta y sube su vestido hasta su cintura. Me sorprende lo fácil que puede ser llevarse a una chica a la cama, ignorando el hecho de que en este caso se trata del asiento de piel de mi auto.

Volverte a ver (inexplicable pt. 2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora