53. Cuento de hadas

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Summer.

Llevo toda una semana tratando de convencer a Alex que está alucinando, y que no hay manera de que puedan haber dos bebés dentro de mí, o ya lo sabría. Podría quitarle la duda sobre lo que dice, pero me parece realmente innecesario tener que averiguar algo de lo que estoy segura; o casi segura, ya que comienza a meterme una duda que no estaba ahí antes.

Seguimos viviendo por separado, pues ninguno ha hablado sobre establecernos como pareja y formalizar las cosas, pero eso no quita el hecho de que nos vemos más seguido que antes, y no solamente cuando Alexander se sentía con ganas de hacer algo. Nuevamente tiene la ilusión que tenía hace meses con la primer bebé, y tengo demasiado miedo de que algo vuelva a pasar.

Me he encargado de tomar las vitaminas necesarias y hacer todo al pie de la letra según mi médico, y por más que me aseguré que todo va a la perfección, yo no puedo dejar de pensar de que en cualquier momento todo podría volver a fallar y dejarme un hueco aún más grande dentro de mi corazón.

Me la he pasado todo el día trabajando, cavilando una y otra vez el sentido que quiero que las cosas en mi vida tomen. Cada día estoy un poco más convencida de que Alexander ha sido moldeado y creado especialmente para mí. Muchas veces escuché a mis amigas conversando sobre el dichoso y tan hablando listón rojo del destino.

Un listón invisible a nuestros ojos, pero que está perfectamente amarrado al meñique de la pareja destinada a ser. Un listón irrompible, y que por muchos nudos que tenga y de vueltas a diferentes personas, siempre terminas encontrando a la persona correcta. De una u otra forma, a pesar de las circunstancias, siempre vuelvo a los mismos brazos, a besar los mismos labios, y a mirar los mismos ojos que me dicen sin palabras que me aman. 

En cuanto vuelvo a casa y bajó del auto, diviso a Alex recargado sobre el cofre de su auto, y los brazos cruzados por delante de él. Tallo un poco mis ojos de lo cansada que me siento, y me acerco hasta él a paso lento y agotado.

—No esperaba verte por aquí.

—Lo sé.—Sonríe satisfecho como si su sorpresa no hubiese sido descubierta, y mi gesto lo interroga.—¿Quieres darte una ducha o cambiarte antes de irnos?

—¿Irnos?—Pregunto confundida.

—He entrado a tu casa sin permiso y sacado de ella una pequeña maleta con algo de tu ropa.—Frunzo más el entrecejo y espero a que se de prisa a darme una explicación.—Saldremos de viaje los cuatro...Bueno, los seis.

—¿Cuatro?, ¿Seis?, ¿a dónde?—Ahora me siento algo impaciente.

—Jason, Mi hermana, mis bebés, tú y yo.—Suelto una risa que no puedo controlar.—Iremos a Santorini un par de días.

—Alex...¿sigues insistiendo con lo mismo?

—Estoy seguro de lo que he visto.—Se queda pensando durante unos instantes.—A menos que tú estés cien por ciento segura de que es un sólo bebé.—Me quedo callada, puesto que ya no estoy tan segura luego de que me ha hecho dudar.—Cuando estemos de vuelta lo comprobaremos.

Me guiña el ojo y me suelta su sonrisa de rompe corazones, y siento cómo me derrito por dentro. Pregunta que es lo que haré entonces, y decido entrar a la casa para darme un baño lo más veloz que me sea posible y ponerme algo de ropa limpia y cómoda.

*******
Una vez que hemos pasado por nuestros hermanos, nos dirigimos al aeropuerto, en donde tardamos algún rato en pasar por revisión, y así poder abordar el avión. Todo el vuelo escucho los ligeros ronquidos de Summer recargada en mi hombro, y no tardo en acompañarla a cerrar los ojos y echar a volar mis sueños.

Volverte a ver (inexplicable pt. 2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora