Capítulo 2

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En cuanto salió del escenario, volvió una vez más al camerino, que era bastante pequeño, sólo tenía unos biombos en un lado para que se pudieran cambiar las jóvenes, un par de tocadores donde maquillarse y dos puertas: una daba al escenario y la o...

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En cuanto salió del escenario, volvió una vez más al camerino, que era bastante pequeño, sólo tenía unos biombos en un lado para que se pudieran cambiar las jóvenes, un par de tocadores donde maquillarse y dos puertas: una daba al escenario y la otra al público. Era de color blanco, tanto los pocos muebles que contenía como las paredes. La joven empezó a buscar una vía de escape. Él no podía estar aquí, eso no estaba bien.

Las palabras que él le había dicho hacía años ahora resonaban en su cabeza con más fuerza que nunca: "Debería matarte", la joven intentó apartar aquello de su cabeza, pero era incapaz. "Pero tú no deberías morir". Maldijo mentalmente, sabiendo que la única salida de aquel lugar se encontraba saliendo a la zona de bar y de allí ir a la puerta principal o bien a la salida de incendios.

—Muy bien, ¿habéis visto qué aplauso? Ari, esto ha sido perfecto —la voz de Olya llegó a sus oídos al escuchar su nombre. Se giró hacia ella y clavó sus ojos grises en los verdes de la chica. Su cara no demostraba nada, había aprendido a ocultar todos sus pensamientos bajo aquella fachada indiferente que la caracterizaba.

—Sí, ha ido todo perfecto —volvió a fingir una sonrisa, si la pobre Olya supiera... Sabía que no podía irse del local hasta pasada la medianoche y sólo eran las diez.

¿Qué iba a hacer? No tenía ni idea, su mente funcionaba a toda máquina mientras el resto de chicas iban saliendo del camerino para servir copas a los, casi mayoritariamente hombres, clientes del lugar.

No le quedaba más remedio que salir ahí y esperar, de manera que, acompañada de Olya, que la esperaba, salieron del camerino hacia la barra del lugar. Ella se quedó fuera y le pidió un Vodka doble a Olya, que la miró de mala manera, sabía que no se podía beber en horas de trabajo, aunque en ese momento no la importaba. Su compañera sabía cuándo dejarla tranquila, de manera que sirvió el Vodka y la dejó sentada en la barra, pensativa.

—Así que ahora bebes aquí —la chica pegó un bote en la silla donde se encontraba—. Sabes que no se puede beber en horas de trabajo, Arisha —sólo era Fyodor. La joven puso sus ojos en blanco.

—Lo sé —contestó mientras le daba un trago a su vaso y se giraba hacia su jefe, aprovechando para observar alrededor por si veía a aquel hombre. 

El local era bastante grande, Fyodor lo había heredado de su familia y había hecho con él un verdadero bar de moda, todo pintado de color oscuro, con mesas rodeadas de cómodos sillones alrededor y reservados en los laterales del local, aquel bar se había hecho un nombre por sus espectáculos, su música y su buen precio.

Entonces lo vio, con sus ojos clavados en ella, sabía que no se iba a librar de él, de manera que sólo le quedaba esperar a ver qué quería aquel hombre de ella. Sabía que le debía una, una muy grande, tan grande como su propia vida, pero también sabía que aquel no era un buen hombre, lo había visto con sus propios ojos.

—¿Arisha? ¡Te estoy hablando! Acaba esa copa y vuelve al trabajo —el tono de Fyodor era duro, le había estado ignorando mientras hablaba y él era su jefe.

La voz del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora