Capítulo 1

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Arisha estaba sola en su piso de Moscú, acariciando como siempre que estaba distraída la larga cicatriz que cubría la parte superior de sus muslos y su cadera

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Arisha estaba sola en su piso de Moscú, acariciando como siempre que estaba distraída la larga cicatriz que cubría la parte superior de sus muslos y su cadera. Estaba concentrada leyendo unos archivos que habían llegado a su correo electrónico. Chasqueó la lengua. Nada nuevo, todo seguía igual. Cerró su portátil con un fuerte golpe, frustrada. Desde que su abuela había muerto, su vida era un completo desastre, no confiaba en nadie, tampoco dejaba a nadie confiar en ella.

Miró la hora. Tenía que ir al trabajo, al menos eso no era del todo malo. La joven trabajaba de bailarina en un pequeño local cerca de donde vivía. Adoraba el baile, era lo único que le quedaba en la vida. Eso y una terrible sed de venganza que sabía que algún día llevaría a cabo, sólo era cuestión de ser paciente.

Se vistió rápidamente, ese día estrenaba número en el local y a una pequeña parte de ella, esa que no estaba herida de muerte, le emocionaba hacerlo. Sabía que era la mejor bailarina que había en aquel local y siempre que ella actuaba el sitio se llenaba. No bailaba por dinero, nunca lo hizo, sus padres le dejaron una pequeña fortuna al morir que le servía para mantenerse y comer todos los meses, pero hacía algún tiempo que había decidido trabajar para llenar su tiempo y distraerse del mundo que la rodeaba.

Con un suspiro, pensando en su tortuoso pasado, la joven llegó al local y abrió la puerta. Allí estaba su jefe. Era un hombre de no más de cuarenta años, un ruso típico, ojos claros y pelo claro. En sus tiempos seguramente aquel hombre habría sido guapo.

—Buenas noches, Arisha —el hombre se dirigió a ella por su nombre completo, sabía perfectamente que no debía llamarla de otra manera—. ¿Preparada para el nuevo número?

Nunca había entendido a esa joven, era guapa, rubia, alta, con los ojos de un gris tan bonito que era imposible no quedarte mirando hacia ellos y él sabía que tenía dinero. Sin embargo, ella sólo sonreía para bailar, es más, era fría como el hielo. Era dura como una roca. A veces parecía una joven perdida y, al segundo, ella cambiaba y parecía la mujer más fuerte del planeta.

—Buenas noches, Fyodor —la joven no dijo nada más, ni siquiera contestó a la pregunta del hombre. Ella era así y él lo sabía. Llevaba trabajando allí ya demasiado tiempo.

Inmediatamente, se fue al camerino, donde se vestiría para empezar con el número sólo unos minutos después. Allí estaban también sus compañeras de trabajo, la mayoría la miraban con recelo, algunas envidiándola por su técnica de baile y por su belleza, otras intentando desvelar el misterio que ella representaba. Las ignoró deliberadamente y fue a vestirse, como siempre, lejos de aquellas muchachas tan jóvenes y sin problemas, como debía ser la juventud.

En el momento en el que se puso su corto vestido blanco con lentejuelas y se dejó su pelo rubio suelto, cayendo en pequeñas ondas por su espalda, la joven salió y se reunió de nuevo con sus compañeras, dejando ahora a la vista un pequeño tatuaje con la forma de una V sobre su muñeca derecha. En ese momento, se dirigió a las chicas que iban a bailar con ella, aunque, por supuesto, era la coreógrafa del baile y la bailarina principal, siempre bailaba con más chicas, así la atención del público no recaía sólo en ella puesto que aquello la incomodaba.

—Olya —su voz fue seca, sólo era un aviso de que se acercara a ella, lo cual hizo—. Tenemos que salir en menos de cinco minutos, ¿estáis preparadas? Hoy no quiero ningún error, esto nos ha costado demasiado. —La joven puso sus ojos en blanco durante un segundo. Las chicas eran buenas bailarinas, pero en un escenario de tan pequeño tamaño como el que tenían que usar, muchas veces se cometían fallos y alguna se tropezaba o alguna cosa parecida. Quería asegurarse de que esa noche todo saliese perfecto. Era un baile complicado, ella lo sabía, pero significaba más para ella de lo que nunca hubiese querido admitir.

—Sí, Ari, estamos todas listas. Las chicas están algo nerviosas, pero han ensayado mucho para esto, no va a haber ningún problema —Olya puso una mano sobre el brazo de la joven. Era la única persona a la que permitía que la tocara y también era la única que la podía llamar Ari. Alguna de las otras chicas lo había intentado alguna vez pero una simple mirada de ella había servido para que no volviese a intentarlo nunca.

Olya era diferente, con su cara aniñada y sus pecas, extrañas en el país que vivía, era la única persona de aquel sitio que había conseguido llegar un poquito al corazón de Arisha. Aquella chica era especial, pero no sólo era especial, sino que sabía cosas y tenía contactos, motivo por el que Arisha se acercó a ella, aunque, la verdad, habían acabado llevándose bien. No es que fuesen grandes amigas, ya que Arisha no tenía amigas, pero sí podían hablar y tomar una copa de vez en cuando. Al fin y al cabo, estar siempre sola no era divertido.

—Chicas, tenemos que salir ya, tenemos a las fieras esperando. —Una de sus compañeras, Natasha, era la que había hablado. Arisha no la soportaba, todos lo sabían, habían tenido varios roces con el paso del tiempo, pero no tenía más remedio que trabajar con ella, así que compuso una sonrisa absolutamente falsa en su cara, como siempre que salía al escenario, y se subió a él.

La música comenzó a sonar y las chicas comenzaron a bailar dando todo de ellas para que saliese a la perfección. Lo habían logrado, al fin, después de tanta práctica, aquel baile había quedado maravilloso. 

Después del baile, cuando estaban sonriendo y saludando, la joven se fijó en el público casi por primera vez.

"Oh, no, ¡mierda!". Ahí estaba. Hacía cinco años que no le veía. Pero era él. Lo sabía, su cara nunca se le iba a poder olvidar. Sus rodillas temblaron y su sonrisa flaqueó un instante. "¿Cómo demonios ha podido encontrarme?". Le miró. Él la estaba mirando. Ella se echó una mano disimuladamente a la cicatriz al tiempo que caminaba hacia atrás para salir del escenario. Lo último que vio fue como una leve sonrisa marcaba el anguloso rostro de él mientras la veía tocarse la cadera.

 Lo último que vio fue como una leve sonrisa marcaba el anguloso rostro de él mientras la veía tocarse la cadera

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¡¡Hola a todos!! Hace algún tiempo que comencé esta historia y ahora me he decidido a compartirla. Me hace muchísima ilusión que la gente la lea y me diga qué les parece. Este es el primer capítulo, ¡pronto vendrán más! Muchos besos a todos :).

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