Capítulo 10

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En algún lugar de la ciudad

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En algún lugar de la ciudad

Otro cigarro. Llevaba ya tres seguidos. Con el final de uno se encendía el siguiente. Sus fuertes brazos se apoyaban en la barandilla de la terraza del décimo piso de aquel hotel de lujo en el que se había instalado. Odiaba aquella ciudad con todas sus fuerzas, hacía muchos años que no pisaba por allí y le encantaría no haber tenido que venir, pero la situación lo requería. No quería tener que hacer daño a nadie, pero claro que lo haría. Siempre lo hacía. Y... Pensándolo bien, también quería. Había sido hábil al pillar hacia dónde se dirigía Alexey, ciertamente sabía cubrir muy bien su pista. Pero nadie podía burlarle a él, una carcajada irónica salió de su boca. No sabía cómo aquel pobre ingenuo había llegado a pensar que se escaparía de él. En su absurda obsesión con salvar a Arisha -¿así era su nombre ahora?-, había conseguido exactamente lo contrario, le había llevado a él hasta ella. Sabía que aquello pasaría tarde o temprano, sólo había que tener paciencia y dejar creer a Alexey que lo había despistado y lo llevaría directamente hasta la joven rubia que llevaba los últimos años buscando.

La puerta de la habitación sonó. El hombre se giró con gesto cansino hacia la amplia habitación que estaba detrás de él. Toda ella de colores azules claros y más intensos en algunos puntos, la cama, mucho más grande de lo que él necesitaba, presidía la estancia, junto con una televisión que quedaba justo en frente. Antes de abrir la puerta, se dirigió al minibar que estaba en una esquina de la habitación y sacó una botella de Vodka. Miró la botella con un ligero toque de nostalgia en su mirada. Hacía tiempo que no probaba Vodka de la misma Rusia. Se sirvió un poco en un vaso, junto con dos hielos y fue hacia la puerta. Al abrir, una joven morena entró abruptamente, con gesto enfadado en su mirada.

—¡Nada! Esa jodida gente sabe perfectamente cómo esconderse de nosotros. —La joven, de unos 20 años, miró al hombre que había abierto la puerta, cambiando su cara inmediatamente de rabia a temor y sumisión—. Lo siento, señor —bajó su mirada al suelo y pareció empequeñecerse, a pesar de que ya era bastante menuda.

—Tienen que estar aquí, querida. Lo sé. Lo siento. Ella está aquí, aunque espero que no sepa que yo lo estoy. Contactaría con Devlin y eso sí sería un problema. 

El hombre chasqueó la lengua y levantó la cabeza de la joven que tenía enfrente. Clavó sus ojos en los de ella y sonrió, lo cual lejos de tranquilizar a la joven, hizo que un escalofrío de verdadero miedo recorriese su cuerpo.

La joven sabía perfectamente que aquel hombre no era nadie con quien se pudiese jugar. Aquel hombre lo sabía todo, aquel hombre lo veía todo, lo oía todo. Aquel hombre era el demonio hecho persona. Cualquiera que oyese su nombre, temblaba. Le recordaba un poco a Voldemort en Harry Potter, todo el mundo le temía, le hubiese visto o no, porque todo el mundo sabía lo que había hecho y, lo que es peor, lo que era capaz de hacer. No quería ni pensar lo que le haría a la joven que perseguía cuando diese con ella, cosa que sin duda haría, ya que no había nada que no pudiera hacer. Rara vez buscaba con tanto ahínco a una persona, de manera que aquella joven rubia como la llamaba él de manera habitual, tenía que ser muy importante o tenía que haber hecho algo realmente grave para que él la buscase de aquella manera casi desesperada.

En ese momento, la mirada de él se volvió oscura, peligrosa.

—Pero aparecerán. Por supuesto que lo harán. Todo el mundo comete fallos, querida, y el suyo le va a costar mucho más que una disculpa. La atraparé —una sonrisa malvada cruzó la cara de aquel hombre— y, cuando la atrapé... —La punta de su lengua se pasó por su labio inferior, pensando en el pasado, en todo lo que había pasado para que persiguiese de aquella manera a Arisha—. Sabrá realmente quién es Iván. Sabrá lo que es el verdadero miedo. Sabrá lo que es el dolor.

La joven que lo acompañaba sufrió un estremecimiento.

—Oh, querida, ¿no puedes aguantar pensar en que alguien sufra de verdad? ¿No te resulta placentero pensar en el dolor que puedes causar a una persona? —Un gesto de diversión se instaló en su rostro mientras miraba a la chica. Con calma, sin ningún signo de prisa, cogió una pistola que tenía sobre la mesita y volvió a acercarse a la joven—. Tienes dos opciones: aprendes a matar —con una sonrisa malvada de nuevo puso la punta de la pistola sobre la frente de la joven, observando cómo de repente el miedo se instalaba en todo su ser, observando cómo el miedo a morir, el miedo a perder una vida que aunque creyese que estaba vacía, al estar cerca de la muerte ve que no—, o mueres. Tú decides.

La punta de la pistola seguía reposando sobre la cabeza de la joven, cuya mente trabajaba a toda velocidad. Iván no era conocido por su paciencia, de manera que tenía que contestar rápido o moriría fuese cual fuese su decisión. No quería morir, así que sólo le quedaba una opción. Su gesto se transformó en determinación mientras subía la mirada al rostro de aquel hombre y contestaba sin titubear.

—Elijo matar —en su rostro no se veía arrepentimiento.

El hombre sonrió con aprobación, pero él no iba a dejar nada así, tenía que demostrar que realmente podía hacerlo, de manera que cogió un segundo el teléfono, marcando un número y al segundo alguien llamó a la puerta. Iván la abrió con una sonrisa divertida. Un hombre musculoso entró en la habitación, arrastrando a una mujer que... Bueno, simplemente estaba en el lugar equivocado y en el momento equivocado y aquello le iba a costar la vida. El hombre musculoso dejó a la mujer en la habitación y se fue.

En ese momento, Iván puso la pistola sobre las manos de la joven y la miró a los ojos.

—Bien, cumple tu promesa. Mata o muere.

El hombre miraba divertido a las dos mujeres de la habitación. La mujer del suelo temblaba y miraba a la mujer del arma con gesto suplicante, susurrando "por favor" en voz baja, mientras que la mujer del arma, miraba aterrorizada a la mujer del suelo, con el arma en la mano, pero sin apuntar. Entonces, se dirigió a él.

—¿Qué ha hecho? 

Iván rió. Sabía que iba a necesitar un motivo para matarla, pero sencillamente no lo había y tenía que aprender que tenía que matar a quien él la mandase, hubiese o no motivo.

Con diversión, clavó su mirada en ella para después ponerse detrás de ella, colocarle el arma bien en la mano y apuntar a la mujer del suelo. En esa posición, la soltó y le susurró al oído, mirando a la mujer del suelo:

—Absolutamente nada. Pero yo te ordeno que la mates. Ahora.

La joven cerró los ojos durante un segundo, pero sabía que tenía que matarla mirándola a la cara, sino a Iván no le iba a servir. Con determinación, puso su dedo en el gatillo y miró a la mujer del suelo.

El disparo de aquel arma se oyó por todo el lugar, mientras que del adiós a la inocencia de aquella joven sólo quedó un enorme silencio.

Sí, he tardado muchísimo, lo sé, he estado muy liada con exámenes y cosas de la uni, pero ahora que se acerca el verano, prometo seguir con este proyecto que me hace mucha ilusión

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Sí, he tardado muchísimo, lo sé, he estado muy liada con exámenes y cosas de la uni, pero ahora que se acerca el verano, prometo seguir con este proyecto que me hace mucha ilusión. ¿Qué os ha parecido? ¡Contadme! Besitos.

La voz del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora