Capítulo 7

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Alexey se encontraba en el Café Pushkin, uno de los restaurantes más impresionantes de la ciudad de Moscú

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Alexey se encontraba en el Café Pushkin, uno de los restaurantes más impresionantes de la ciudad de Moscú. Todas las veces que volvía a su ciudad natal, iba a comer allí. En él, había una pastelería en la planta baja. A continuación, también en la planta baja, había un primer restaurante, con comida las 24 horas del día y en el primer piso, donde se encontraban Olya y él, había una biblioteca donde se podían mirar libros antiguos al tiempo que se esperaba la comida. Era un lugar fascinante. Olya no tenía muy claro si podía hablar allí, rodeada de libros, daba la sensación de ser un lugar con tanta magia de por sí solo que no hacían falta palabras para rellenar su silencio.

Aun así, los dos jóvenes conversaban en voz casi inaudible. Mientras Olya le contaba cosas sobre su infancia, como el acoso que sufrió en el colegio por tener pecas, el teléfono móvil de Alex vibró en su bolsillo. Rápidamente, y disculpándose de antemano con Olya, sacó el teléfono del bolsillo y leyó el mensaje. Era un mensaje de Arisha. Aquello sí que resultaba muy raro. Algo muy grave debía estar pasando para que la joven le escribiese a él, que le odiaba ya desde hacía demasiados años. Por supuesto, sabía perfectamente dónde vivía ella, aunque el primer día la había dejado creer que no lo sabía.

De repente, sintió una urgente necesidad de despedirse de Olya e irse corriendo hasta el piso de Arisha, pero tenía que contenerse, para nada quería que la joven que hablaba animadamente, aunque en susurros, delante de él, se sintiese ofendida. Era una buena muchacha, en realidad.

Con impaciencia, el hombre dejó pasar la velada con tranquilidad, escuchando a la joven y contestando a todas sus preguntas y anécdotas con ingenio.

Una vez hubieron tomado el postre, unos pasteles de la propia pastelería del restaurante, que eran caseros y estaban más que buenos, el chico pagó la cuenta y se levantó de su asiento, tendiendo el brazo a la joven para que se apoyase en él y juntos bajaron las escaleras y salieron del edificio, que era casi tan hermoso por fuera como por dentro.

Olya vivía en esa misma calle, así que caminaron en el frío de la noche hasta su portal. Donde ella se dio la vuelta con los ojos brillantes para mirarle. El hombre sabía que hacía días que ella ya se esperaba un beso, aunque había intentado retrasarlo lo máximo posible. Al principio, le había parecido una buena idea utilizar a la chica para acercarse a Arisha y así poder ponerla más nerviosa de lo que ya estaba, aunque el motivo de su miedo estuviese injustificado pero, claro, eso era algo que sólo él sabía. Pero después de los dos días que había estado con Olya, le había parecido tan dulce y tan inocente que no podría hacerle nada sólo por seguir el estúpido juego que sólo él había creado con Arisha.

De todas maneras, bajo las luces de aquella noche de enero, con los ojos verdes de Olya brillando de emoción contenida, mirándole con intensidad y con sus labios ligeramente entreabiertos esperando un beso que no llegaba, el hombre no pudo por menos que inclinar su cabeza hacia ella y posar sus labios suavemente sobre los suyos, recibiendo un suspiro de alivio por parte de ella.

La voz del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora