Prologo

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Era una noche fría, la nieve caía sobre las ya blancas calles de Vertui.

En la oscuridad teñida de estrellas de agua tres sombras recorrían la calle.

Corrían torpemente huyendo de algún peligro a sus espaldas.

Querían escapar del pasado.

La más grande de las figuras era una mujer de unos 30 años, pelo castaño y ojos color miel. Su vida era perfecta con su marido y su hijo. Pero todo se torció. Su amado marido murió en ese "accidente" y tuvo que mudarse a casa de su hermano. Aguantó dos años. Pero ya no podía más y, por eso había cogido a los niños y se había marchado en mitad de la noche.

La figura que iba a su lado era un niño, de unos 4 años, tenía los ojos marrones oscuro casi negros y el pelo castaño oscuro. A su izquierda iba una niña de unos 2 años. Cuando su marido murió ella estaba embarazada. La niña nació en casa de su hermano y, al igual que ella, ha sufrido el mal trato por parte de ese hombre sin corazón.

Otra figura les cortó el paso al final de la calle. Era un hombre alto, ojos azules, pelo castaño y vestía entero de negro.

- Eld -le llamó ella-, por fin te encuentro. Toma a los niños, antes de que me encuentre.

-Solo puedo llevarme a uno y lo sabes Rakel. Si me llevo a los dos nunca estarán a salvo.

-Entonces llévate a la niña. Sabes que él no trata muy bien a las mujeres. No quiero que crezca bajo el miedo.

-Tranquila, me aseguraré de que jamás la encuentre.

La mujer dio un beso a la niña en la mejilla.

-Tranquila mi niña -le dijo- Eld cuidará de ti. Con él estarás a salvo.

-Te quiero mamá -fue la respuesta de la niña que le dio un abrazo de despedida con lágrimas en los ojos. Luego el hombre que respondía al nombre de Eld la tomó de la mano y la separó con delicadeza de su madre.

Eld se marchó con la niña perdiéndose en la helada ventisca mientras Rakel le observaba alejarse con lágrimas en los ojos.

***

Poco más tarde él la encontró. Bueno, más bien los hombres que había mandado tras ella, demasiado orgulloso como para ir él mismo a buscarla.

Una vez de vuelta en la casa de su hermano este se la quedó mirando muy serio un buen rato.

-¿Dónde está la niña? -le preguntó al cabo de un par de minutos.

-No lo sé -respondió ella con voz temblorosa, pero no dijo nada más.

Los hombres de su hermano buscaron por toda la ciudad, pero la pequeña no apareció. Él la dio por muerta, ¿Qué otra cosa se podía esperar de una niña de dos años perdida en la nieve?

***

Eld se paró delante de una puerta despintada en una oscura calle no muy lejos de donde se había encontrado con Rakel. Una mujer abrió la puerta.

-Te estaba esperando.

-Perdona, nos retrasamos un poco.

-Así que esta es la niña.

-Sí, esta es. Espero que aquí esté bien.

-Tranquilo hermano, la cuidaré como si fuese mi hija.

El hombre se marchó en la noche, mientras que la pequeña se quedaba con quien sería su nueva madre a partir de entonces.

***

Habían pasado dos semanas desde su intento de huida.

La pena se la comía por dentro.

Separarse de su hija era lo más duro a lo que se había enfrentado desde que su marido murió. Saber que estaría a salvo, que ella si había logrado escapar, la llenaba de alegría. Pero sin embargo se estaba muriendo por dentro.

La pena la iba consumiendo y poco a poco se iba apagando.

Ese día por fin se apagó del todo.

Se la llevó una terrible fiebre que la había acompañado desde que regresó a la casa de su hermano, y la pena por tener que separarse de su hija.

Ella siempre había soñado con tener una hija, por tanto que ella estuviese a salvo era lo más importante, aunque no la vería crecer.

No la vería nunca más.

La huerfanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora