parte 16

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Hace poco que ha amanecido cuando la muchacha llega hasta una mansión con aspecto palaciego. La puerta se encuentra tras un oscuro patio interior cuyo acceso está curiosamente abierto. No hay vigilante ni portero, por lo que nadie impide que la joven llegue hasta la entrada principal. No es la primer vez que sus pasos la llevan hasta allí, pero nunca antes se había atrevido a entrar.

Un mayordomo vestido con un esmoquin azul marino responde a su llamada.

-Buenos días señorita, ¿qué desea?

-He venido a ver a Foren, soy una amiga.

El hombre la observa de arriba abajo, no pertenece a la alta sociedad, pero tampoco parece una de esas chicas cualquiera que preguntan a menudo por el muchacho.

-Ya –responde receloso-, espere aquí un momento.

Dicho lo cual cierra la puerta dejando a Daina sola en el oscuro portal.

Poco después la puerta vuelve a abrirse y un muchacho de unos 22 años, ojos marrones y ojeras aparece tras el umbral.

-Pasa Daina, tu visita es toda una sorpresa para mí –sonríe.

-Seré sincera, he venido solo porque quiero respuestas -reconoce ella agitando una caja ante sus ojos.

-Supongo que es lógico –responde él haciéndose a un lado.

Él la observa un instante con indiferencia y sin añadir nada más la guía por los largos pasillos de la casa hasta un pequeño estudio en la primera planta. La muchacha observa, de reojo, todo a su paso. Tiene la sensación de haber estado allí antes, como si de un sueño se tratase.

La casa aún está en silencio y sus pasos resuenan inquietantes sobre el mármol del suelo.

Ya en el despacho toman asiento uno frente al otro en unos cómodos sillones situados junto a una chimenea encendida.

-¿Qué es lo que sabes? -pregunta ella rompiendo el incómodo silencio.

-¿Saber sobre qué? –pregunta Foren fingiendo no entender.

-No te hagas el tonto, sabes muy bien sobre qué es. –responde ella molesta.

-Bueno, no creas que responderé a tus preguntas tan fácilmente, tú tendrás que responder a las mías.

-Me parece justo.

-Muy bien, entonces empezaré yo. ¿Quién es Eld?

-Tú también vas directo al grano -sonríe Daina-, pero no puedo responder a eso.

-¿Eld es su verdadero nombre?

-No voy a contestar tampoco a eso, además me tocaba preguntar a mí.

-Eres una tramposa -se queja el joven con una sonrisa pícara.

La muchacha abre la caja y extrae un sobre blanco de su interior que le entrega seria. Él extrae el contenido del sobre y clava su mirada en ella expectante.

-¿Es tuya? –pregunta Daina sin rodeos.

El chico parece dudar unos segundos antes de responder.

-¿De veras me crees tan mezquino?

-No es que tengas buena fama precisamente... ¿es tu letra o no?

-Si respondiese a eso le quitaría misterio al asunto, ¿No crees?

-Me tomaré eso como un sí.

-Eres lista Daina, ¿Te apetece un té? –pregunta en un ataque repentino de cortesía.

Foren hace sonar una campana situada sobre la mesa y, enseguida llega una doncella que porta en una bandeja un té recién hecho, leche y galletas. El muchacho reparte el contenido de la tetera entre dos tazas de porcelana de aspecto delicado, aunque sencillo.

-¿Por qué crees que acosándome llegarás a resolver tus preguntas? –continúa ella.

Él bebe un sorbo del humeante contenido de su taza y sonríe.

-Creo que ya te respondí a eso en el cumpleaños de Daya.

-Pero no me dijiste por qué me escogiste a mí entre todas las personas de esta ciudad.

-Creo que si te lo dije. Hace años que Eld desapareció sin rastro aparente, pero hay rumores de que tiene una protegida, una pupila o algo así. Cuando el incidente del secuestro pensé que esa protegida podrías ser tú, y que siguiéndote tendría mis respuestas. Cuando nos conocimos ayer supe que mis sospechas eran ciertas y que había escogido a la persona correcta.

-Pero Eld es un personaje de cuando nuestros padres tenían nuestra edad. Aunque me has dicho que es un asunto familiar, no entiendo qué interés tienes tú en concreto.

-Bueno, quizá parezca que tengo intereses ocultos, pero en realidad es un héroe al que me gustaría conocer –miente Foren.

-No sé si creerte, tus actos me hacen dudar.

-Cree lo que quieras Daina, pero no gano nada mintiéndote.

Ella le mira desconfiada mientras bebe el último sorbo de su taza de té.

Es tarde, deberán seguir esa charla otro día.

La joven se despide cortésmente y abandona la casa no muy convencida de haber sacado algo en claro de su visita.

La huerfanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora