Parte29

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PRESENTE

Al abrir la puerta, a Meicel le sorprende encontrarse a su primo esperando al otro lado con gesto serio y preocupado.

-¿Está Daina? -pregunta sin ocultar su nerviosismo.

-No. Aún no ha vuelto. -Responde Meicel confirmando sus sospechas.

-Lo suponía. Las princesas han sido secuestradas -confiesa sin rodeos pero con preocupación en sus palabras-. Tenía la esperanza de que no estuviese con ellas en ese momento.

-¿Las princesas han sido secuestradas? -pregunta Meicel sorprendido.

-Será mejor que entre. No es algo que se debe hablar en una puerta.

-Sí, será mejor -responde su primo apartándose para dejarle pasar.

-¿Qué sucede? -pregunta Ezla que acaba de aparecer por el pasillo.

-Creemos que Daina ha sido secuestrada -confiesa Gabelt a su tía sin rodeos, no ganan nada ocultandoselo.

-¿Secuestrada? ¿Cuándo? ¿Cómo? -pregunta la mujer alterada-. Debo ir a informar a mi hermano de inmediato.

Pero su sobrino la detiene antes de que llegue a la puerta.

-Ya lo sabe. Además, no creo que esté ya en casa.

-Entonces solo nos queda esperar -comenta la mujer con tristeza en las palabras-. Prometí protegerla -continua más bien para sí-, no me perdonaría que le haya pasado algo.

-No te preocupes mamá -la consuela Meicel-, seguro que Carlps la encuentra pronto.

PASADO

Se habían declarado siete días de fiesta por la boda del príncipe Releio con Mera, una joven perteneciente a una de las familias más importantes del país.

Por la celebración se convocaron bailes, ferias y pasacalles. También un torneo para diversión de la nobleza y las familias más ricas y poderosas del reino.

-Lo del torneo no era necesario -comenta Mera a sus amigas antes de entrar al recinto-. Además, está trucado. Todo el mundo sabe quién va a ganar.

-¿No confías en tu marido prima? -la reprocha Alne.

-Oh, desde luego que confío. Pero sabes tan bien como yo que Carlps es el mejor en todas las disciplinas.

-Mejor que tu marido no te oiga -intervino Rakel en tono jovial.

-Que tampoco te oiga a ti el tuyo. Sé que tampoco lo ves como el favorito -la recrimina Mera.

-Pero yo no lo digo en voz alta -se defendió la aludida.

Las tres amigas entraron al recinto junto con los demás espectadores y, el espectáculo da comienzo. No hubo sorpresas. En realidad hacía tiempo que había dejado de ser interesante.

Tras el torneo las amigas volvieron a reunirse para comentarlo.

-La verdad, Releio debe haber estado practicando -comentó Rakel-. Esta vez a Carlps le costó vencerle en la final.

-Hablando de Carlps -intervino Mera-. Creo que le gustas, Alne.

-¿Sí? ¿Eso crees? -respondió la aludida poniéndose roja.

-Oh, desde luego, se acercó a pedirte una prenda. Eso es que le gustas.

- No digas tonterías, eso no es señal de nada.

Las amigas deciden dejarlo pasar. En realidad lo que sí es obvio es que a Alne le gusta Carlps.

-¿Y visteis la cara de mi hermano en ese momento? -preguntó Rakel.

-Oh, le brillaban los ojos de envidia -se rio Mera-. Por cierto, ¿Cómo es que él no participó en el torneo?

-Ya sabes lo que dice, que eso es cosa de críos y que ya es mayor para esos juegos.

-Yo creo que lo que pasa es que no nació para empuñar ningún tipo de arma, y le da vergüenza reconocerlo -murmuró Alne.

-Además, solo es un par de años mayor que ellos.

-Lo sé. Pero se cree muy importante desde que nuestros padres murieron y heredó toda su fortuna -confesó Rakel-. Lo cierto es que está más insoportable que de costumbre.

Los asistentes al torneo iban abandonando el recinto mientras ellas conversaban ya fuera, esperando a los miembros de sus familias que aún no habían salido.

-Mis padres creen que sería un buen marido -comentó Alne-. Les escuché hablar de eso el otro día. Creo que están pensando en arreglar el asunto un día de estos.

-Desde luego, es un buen partido si te fijas solo en sus riquezas. ¿Sabes que se rumorea que el propio Rey le debe dinero?

-Sí, Mera, lo había oído. Pero puedo asegurar que dinero es lo único bueno que tiene -le recordó Rakel con más odio en sus palabras que el que pretendía añadirles.

-Pero a veces los padres es lo único que ven a la hora de casar a sus hijos.

Mientras pronunciaba esas palabras la mirada de Alne se perdió en el infinito. La mayoría de padres aún pensaban más en el beneficio de la familia que en la felicidad de sus hijos, y los suyos no eran ninguna excepción.

La huerfanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora