Parte 4

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Han pasado dos días desde el secuestro de las princesas.

Daina aún no se lo cree. Ella, una chica cualquiera, una don nadie, invitada un baile en el palacio por el mismísimo rey.

Ella y Meicel están sentados en un banco de la plaza de los peces, llamada así por la fuente que ocupa su centro, ya que está adornada por dos peces de cuyas bocas salen los chorros de agua. A los pies de la muchacha descansa un labrador color arena. Los dos jóvenes conversan elocuentemente. Curiosamente no se ve nadie más por los alrededores puesto que aún es bastante temprano, apenas acaba de amanecer.

De repente un pequeño perro blanco aparece corriendo por la plaza seguido de un pastor alemán que le ladra enfadado y, de un joven que trata de alcanzarles.

El pequeño perro corre hacia la joven y salta a los brazos de su ama.

-Tranquila Aika –le dice esta mientras la acaricia. La perra ladra a su perseguidor que se ha parado a un metro y la gruñe enfadado, intuye que si ataca podría sufrir algún tipo de ataque del labrador que le observa en silencio pero amenazante.

-Dush tranquila –Le dice el joven a la perra cuando llega justo a ella –No gruñas a ese pobre perrito, solo quería jugar.

Entonces el muchacho levanta la vista y sus verdes ojos se encuentran con la muchacha que sostiene al perro que el suyo perseguía. La reconoce al instante.

-Usted es Daina, ¿no?, la chica que rescató a mis hermanas.

-Su alteza –exclama ella sorprendida y dejando al perro sobre el banco se levanta y le hace la reverencia que su rango exige según el protocolo. El muchacho que la acompaña la imita.

-Siento que Dush asustase a su perrita.

-No tiene importancia alteza, no le ha causado ningún mal –le tranquiliza ella intentando disimular su asombro por verle solo por la calle a plena luz después de lo que pasó con las princesas, por un instante se ve tentada de preguntar, pero cambia de opinión, no tiene derecho a hacerlo.

-Aun así es adecuado que me disculpe –responde él sonriéndole.

-Disculpas aceptadas, su alteza.

Intuyendo la incomodidad de su amiga, el joven que la acompaña decide intervenir.

-Dai, es hora de volver a casa, mi madre nos está esperando.

Los dos jóvenes se despiden educadamente y desaparecen por la callejuela más cercana.

***

Daina pasa los días que quedan hasta el baile pensando en qué pinta ella allí. ¿Heroína por haber rescatado a las princesas en un ataque de locura e insensatez? Si Eld no hubiese aparecido seguramente ella habría muerto o habría sido atrapada junto con ellas. Pero él siempre se mantiene en la sombra. Después de ayudarla desaparece como apareció. Aun así puede confiar ciegamente en él.

Así, reflexionando, cada vez se siente más culpable de ser solo ella la protagonista de la fiesta. Pero no se puede evitar, solo espera no hacer demasiado el ridículo en la corte, no está acostumbrada a tratar con gente de la alta sociedad.

Sin darse cuenta llega el día señalado.

La joven está muy nerviosa mientras Ezla le hace los últimos retoques al vestido que Carlps le ha prestado para la ocasión. Pertenecía a su esposa y, consiste en una única pieza de seda malva que le llega casi a los pies, escote asimétrico o de un solo hombro (como se le conoce más vulgarmente) llevando una manga de tirante en el lado izquierdo, sus pliegues, originales, rompen el vestido en varias capas que le dan un volumen curioso. Lleva unos zapatos también malvas de suela casi plana y, como únicas joyas una pulsera sencilla de plata, pendientes de perlas falsas del mismo color y una diadema adornada con malvas de bisutería.

- Pareces otra –comenta Meicel-, estas guapísima.

-Gracias Mei –responde la muchacha enrojeciendo.

El joven la mira sonriente y añade:

-Ten cuidado con los chicos de la corte, tienen fama de mujeriegos, ya sabes.

-Que tierno eres –le sonríe ella a su vez con tono tirando a irónico, bromista-, siempre preocupándote por mí.

-Ya sabes que yo siempre – Se defiende él entre risas.

En ese momento alguien llama a la puerta de la casa y Ezla se ofrece a abrir.

El carruaje que llevará a la muchacha al palacio ya está allí.

Daina se despide de Ezla y Meicel y parte de inmediato al baile. No ha podido rechazar la invitación, pues ha sido convocado solo por ella.


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