Parte 21

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Hace varias semanas que no pisa el palacio.

Sus encuentros con Mashel son paseos por la ciudad y alguna excursión al río, puesto que el calor del verano se empieza a hacer sentir.

En algunas de esas excursiones les han acompañado las hermanas pequeñas de Mashel, que parecen llevarse bastante bien con Daina.

Hoy en teoría no ha quedado con ninguno de ellos, ni tampoco con Gabelt, el hijo de Carlps, por lo que su plan es centrarse en las tareas que la casa y la taberna le exigen, ya que últimamente apenas pasa por allí y eso le remueve la conciencia.

Tampoco es que haya mucho que hacer.

Entre ella y Ezla han limpiado, ordenado y puesto a punto la casa antes incluso del medio día y, con los pocos clientes que tiene la taberna, el momento de más trabajo será fregar los utensilios de cocina.

Meicel se encarga de los recados, a veces ayudado por Daina y, cuando los termina les ayuda con sus tareas.

Hay días que se tienen que buscar tareas extra para no aburrirse.

Los días que más tardan en tener a punto la casa es cuando toca hacer grandes coladas, que suele ser una vez a la semana, pero en verano resulta hasta agradable el contacto con la ropa mojada.

Los tiempos muertos los dedican a clases de escritura, coser o leer algún libro viejo que Carlps les presta.

Ahora que su rutina parece haber variado, pues sus nuevos amigos le reclaman su tiempo, hace mucho que no dedica alguna hora a ella misma.

Cuando la inesperada visita llega, ella se encuentra terminando de colgar la colada en el pequeño patio interior que separa la vivienda de la taberna.

Cali y Daya aparecen en el pequeño patio sorprendiendo a la joven.

-Hola Daina, hemos venido a verte un rato –la saluda Daya.

Daina está colgando una gran sábana rosa con flores bordadas y saluda a las infantas sin volverse.

-Es una sorpresa veros aquí –les confiesa tras colgar la sábana y volverse hacia las visitantes.

-Bueno, últimamente nuestro hermano te ha estado acaparando y decidimos venir nosotras –confiesa Daya.

-Y no solo Mashel... -murmura la muchacha para sí.

-Así que aquí es donde vives –pregunta la mayor de las hermanas.

-No es ningún palacio, pero no está mal –defiende su hogar Daina.

-Es muy pequeño –observa Cali.

-Esto es solo el patio –sonríe la anfitriona-, es cierto que no es gran cosa, pero es muy útil. Esa puerta da a la casa –señala una puerta a su espalda que está algo entreabierta-, y esa otra a la taberna –ahora indica la puerta cerrada situada a su izquierda.

-¿Podríamos ver la casa? –pregunta Cali curiosa.

-Sí, claro. Pero primero tengo que terminar de colgar la colada.

Daina indica el cubo a su lado, en su interior aún quedan un par de sabanas y un viejo mantel descolorido.

Las princesas se ofrecen de inmediato a ayudarla, lo que sorprende a la joven, quien sonríe ante la muestra de buena educación de sus invitadas.

Una vez terminada la colada, las tres amigas entran en la casa.

La puerta del patio da a un pequeño recibidor del que sale un estrecho pasillo su izquierda. Mientras que a su derecha está la puerta de la calle.

La huerfanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora