-Lo siento Daina –susurra Daya –el carruaje fue asaltado mientras íbamos a la taberna a buscarte –confiesa-. Nos amenazaron de muerte si te lo decíamos.
-¿Entonces esto es un secuestro?
-Sí -murmura Daya tímidamente.
-Deberíais habérmelo dicho -les recrimina ella entre molesta y preocupada -. En la taberna tengo mi espada, y estaba Gabelt, y...
-Sabemos que eres valiente, Daina -la interrumpe Daya-, pero esta vez no podías hacer nada. Son demasiados para solo una o dos personas.
-¡Pero si en la calle solo estaba el cochero con el carruaje! -chilla ella.
-En realidad fueron unos veinte asaltantes, luego escoltaron el carruaje armados con ballestas desde los tejados.
-Bueno, tal vez no sea tarde aún. Podemos intentar escapar.
Dicho esto abre la puerta del vehículo dispuesta a enfrentarse a quien haga falta aun yendo desarmada.
Solo una duda resuena en su cabeza. Si ya tenían a las princesas, ¿Por qué dejar que fuesen a buscarla?
Daina salta al techo del carruaje para poder alcanzar al cochero sin que la vea. Se abalanza sobre él desde arriba y le obliga a parar el carro.
El hombre suelta las riendas para intentar quitársela de encima, mientras que las princesas aprobé han a bajarse.
Daina intenta arrebatarle al cochero la espada que lleva escondida intentando esforzarse porque él no logre su objetivo de inmovilizarla.
-Volved a la ciudad, yo le distraigo -grita a las infantas que parecen vacilar entre ayudarla e irse.
Pero no hay mucho margen de reacción.
Las princesas tenían razón.
Un grupo de hombres a caballo no tarda en aparecer. Van vestidos de oscuro y ocultan sus rostros tras las capuchas de sus negras capas.
Enseguida las princesas se encuentran rodeadas.
Dos de los hombres descienden de sus monturas e inmovilizar a las muchachas sin ningún esfuerzo.
Un tercero también descabalga para acercarse a Daina, a la que el falso cochero tiene inmovilizada por las muñecas.
-Ya se nos avisó de que podrías dar problemas -comenta con una sonrisa perversa -pero eso tiene una fácil solución.
Sin añadir nada más, saca un pañuelo de debajo de la túnica y lo impregna con el contenido de un frasco que lleva consigo. Luego lo acerca al rostro de la joven que intenta desesperada quitarse de encima al cochero.
Daina intenta resistir todo lo que puede, pero no logra desprenderse ni del hombre que la inmoviliza, ni del pañuelo que le cubre la nariz y la boca. Aunque intenta, sin éxito, morder la mano que lo presiona contra ella.
Finalmente el cloroformo hace efecto y la joven se queda dormida.
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La huerfana
Novela JuvenilDaina ha crecido en la pobreza, valiente y temeraria. Foren ha crecido en el mundo de apariencia que es la corte, siempre ocultando su verdadero yo. Sus caminos no debían cruzarse, pero el destino a veces guarda sorpresas inesperadas. Un...