Parte 17

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-Vino Gabelt preguntando por ti- le transmite Meicel en cuanto la ve entrar en la taberna- ¿Dónde estabas?

-Fui a dar un paseo, eso es todo.

-¿Sola?

-¿Y qué tiene de raro eso? Muchas veces doy paseos sola.

-Sola no, siempre vas con Aika y Eiko.

-Bueno, pues esta vez quería ir completamente sola. ¿Qué quería Gabelt? -pregunta Daina para cambiar de tema.

-Solo saber que tal estabas. Al parecer anoche no tenías buena cara. ¿Pasó algo que deba saber? Según me ha dicho te quedaste sola con un chico que no tiene buena fama.

-No sé qué te habrá contado, pero no pasó nada que deba preocuparte -miente enfadada-. Tú no eres mi padre, así que no te comportes como tal.

Claramente molesta, la muchacha echa a correr hacia la casa dejándole solo en la taberna con su réplica en la boca.

-¿Qué ha pasado? -pregunta Ezla que acaba de aparecer desde la cocina.

-Nada que deba preocuparte, mamá -miente el joven concentrándose en sus tareas muy serio.

***

Durante algunos días Daina está muy rara. Todos lo notan pero ninguno lo comenta en voz alta. Parece más seria, está como ausente y, muchas veces, se abstrae tanto que deja de oír lo que los demás le están contando. Además apenas se relaciona con nadie y, pasa la mayor parte del día sola, o eso es lo que ella afirma.

En realidad ella se dedica a espiar a su supuesto espía. Quiere saber cuánto sabe él de ella, y Eld, antes de decidir si es peligroso o solo un curioso, un poco pesado y aburrido.

Así comienza un curioso juego del ratón y el gato entre los dos, persiguiéndose por las calles de la ciudad pero sin llegar a dirigirse la palabra.

Tras cada esquina dos caras se buscan sin dejarse ver, pues nadie debe saber que están allí, ni siquiera el otro.

Tras casi dos semanas de persecución mutua lo inevitable sucede. Daina y Foren chocan literalmente el uno con el otro cayendo al suelo por el impacto.

Él es el primero en levantarse y le ofrece su mano para ayudarla.

-No necesito ayuda -le rechaza ella poniéndose en pie-, ¿podrías mirar por dónde vas, no?

-Tu tampoco es que fueses muy atenta. ¿O tal vez lo hiciste a posta?

-Que creído eres. No te creas eso de que todas las chicas de la ciudad están interesadas en ti.

-¿Y tú lo estás? Porque llevas siguiéndome días y eso significa que te intereso.

-¿No eras tú el que me seguía a mí? –le pregunta ella con tono burlón.

-Eso mismo pensaba yo antes de que te presentases en mi casa hace dos semanas.

-Pues estás equivocado. Solo fui porque quería respuestas.

-¿Entonces porque llevas siguiéndome todo este tiempo?

-Porque no me las diste –le responde secamente.

-Tú tampoco respondiste a mis preguntas –se defiende el joven.

-Yo opino que si lo hice.

-Bueno, está bien. Este no es lugar para discutir este tema. Te invito a té, si quieres, claro.

-En realidad tengo prisa -se intenta excusar ella-, quizá otro día.

-Bueno como veas, pero es una oferta única, si la rechazas puede que no haya otra –afirma guiñándole un ojo.

Ella finge pensárselo unos segundos antes de responder. Se siente incapaz de desaprovechar esa oportunidad así, aunque tiene que ver más con lo que oculta que con ue se esté dejando engatusar. Pero él debe creer que es por la segunda razón, pese a que nada le gustaría más que confesarle su secreto.

-Está bien, pero no creas que ganarás siempre.

-Llevo meses observándote, ya sé que no eres fácil. Pero para que veas que soy bueno elige tú dónde ir.

***

La pareja se encuentra sentada en una de las refinadas mesas de un bar en el barrio rico de la ciudad.

Él bebe té de una refinada taza de porcelana, ella una manzanilla que no para de remover inquieta.

El bar está repleto de parejas de bien charlando de sus cosas. La gente más pudiente de la ciudad parece haberse reunido allí haciendo que la muchacha, modestamente vestida, se sienta incómoda y observada, aunque nadie la mire. En realidad, por eso ha elegido ese lugar, a veces se pasa más desapercibido entre una gran multitud.

Tras dar un sorbo a su té él rompe el silencio.

-Cuando consideres puedes comenzar con tu interrogatorio.

-El otro día dijiste que Eld era un héroe al que admiras. Pero también que era un asunto familiar -recuerda ella directa al grano.

-Tienes razón, lo dije.

-¿Puedo preguntar por ese asunto?

-No me gusta hablar de ello –comienza el joven con tono triste-, pero según me contó mi padre ese hombre estuvo implicado en la muerte de mi tía y su hija.

-Oh, lo siento mucho –se lamenta ella y sin darse cuenta toma la mano de él en la suya, deseando poder contarle la verdad.

. -Entonces tu padre le conoce, ¿no? –pregunta ella con cautela.

-En realidad no. Puede que le haya visto alguna vez, pero no de cerca.

-Entonces, ¿le buscas porque le admiras o por venganza?

Él guarda silencio pues no sabe cuál sería la respuesta correcta. Más su silencio habla por sí solo. A Daina solo le basta un instante para comprenderlo todo y leer en su rostro lo que su voz no quiere decir.

La joven se levanta de la mesa, ya tiene las respuestas que buscaba. Deja una moneda en la mesa como pago de su consumición y, con la excusa de la hora, se marcha de allí dejando una vez más al muchacho con sus dudas. Por un instante se le pasa la idea de ir en busca de Carlps y confesárselo todo, pero sabe que, de hacerlo, tomará cartas en el asunto y eso haría que la verdad saliese a la luz, y en las consecuencias de eso no quería ni pensarlas.

Al otro lado de una de las grandes ventanas del local unos ojos azules han presenciado la escena, pero huyen antes de que ella se dé cuenta de que están allí.

La huerfanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora