Parte 31

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Presente

La noche fue bastante larga.

Las princesas habían sido encerradas en un viejo refugio abandonado en medio del bosque.

Llegar hasta allí no fue fácil y, menos en la oscuridad, pues el camino era estrecho y estaba mal definido entre ramas y ortigas.

No podían llegar hasta allí a caballo, por tanto tuvieron que avanzar a pie, con lo que eso conllevaba.

Tampoco fue fácil sacarlas de allí, pese a no haber casi vigilancia.

Las muchachas se encontraban en una cabaña de piedra sin ventanas y cuya puerta estaba protegida con barrotes de hierro. Se trataba de alguna antigua celda que nadie recordaba desde cuando no se usaba.

Por los alrededores también había pequeños muros de piedra cubiertos de musgo y arbustos que debían haber sido parte de la edificación allí construida.

El lugar estaba vigilado solo por un hombre que bebía, confiado, una botella de algún potente licor, aparentemente ajeno a los peligros que pudieran acecharle. No fue difícil reducirle, el problema era más bien que él no llevaba las llaves de la prisión.

Tras probar con todos los medios a su alcance y, dedicar más de una hora al proceso, la cerradura de la verja de metal cedió. La puerta principal, hecha de madera, podrida por algunos puntos, fue más fácil de abrir. Solo hubo que golpear con la suficiente fuerza esos puntos y cedió, pues de estar a la intemperie y sin cuidados, estaba en peor estado del que aparentaba.

En el interior de la celda solo encontraron a Daya y Cali, acurrucadas en un rincón lo más alejadas posible de la entrada.

De Daina no había ni rastro.

Un pequeño grupo fue enviado a inspeccionar los alrededores, casi al milímetro, en busca de cualquier cosa que les llevase a Daina.

Las princesas aseguraron que la perdieron de vista cuando intentaron huir y las durmieron. Qué había pasado con ella después es todo un misterio.

Al no encontrar ni rastro de la joven, la hipótesis de que la hubiesen matado y tirado al río va cobrando fuerza. A fin de cuentas, no es nadie.

-Me niego a creer esa posibilidad -comenta Carlps a Releio.

-Pero la habéis buscado por los alrededores del lugar donde estaban mis hijas y no encontrasteis nada -le recuerda su amigo.

-Pero fueron reducidas antes de llegar al bosque. No pienso creerme esa posibilidad hasta no tener una prueba de ello.

-Sé lo importante que es para ti, de veras lo siento mucho.

Se hace el silencio en la habitación. Ninguno parece saber qué decir a continuación. Finalmente Releio rompe el silencio.

-A mí también me gustaría saber que le ha pasado -confiesa-. Tú mismo me dijiste que Rakel la había dejado bajo tu protección. Por eso debes encargarte personalmente de encontrarla. Te deseo suerte, aunque no tengo muchas esperanzas de que la encuentres con vida.

***

pasado

Alne bajó al recibidor tras oír la puerta. La habían enseñado a que cuando venían visitas debía acudir a recibirlas.

La visita de aquella tarde no le agradó en absoluto.

Rakel ya le había comentado en alguna ocasión que su hermano mayor estaba interesado en ella. Teniendo en cuenta que ya había oído alguna vez a sus padres hablar de la posibilidad de arreglar una boda con él, verlo allí encendió todas sus alarmas.

-Buenas tardes Luio -saludó con la mayor educación de la que fue capaz, pero sin mostrar emoción ninguna-. Siempre es un placer verte -mintió con su mejor sonrisa.

-Alne, cada día estás más guapa -comentó él acercándose y besándole la mano.

Incómoda e inquieta por su presencia en la casa, la joven inventó la primera excusa que se le ocurrió para poder dejar Luio a solas con sus padres. Aunque, en realidad no fue muy lejos y, en cuanto la puerta de la modesta sala de estar se cerró, se acercó a ella para poder oír lo que allí pasaba.

-Se lo diremos a Alne esta noche -comentaba su padre-. Lógicamente habrá que hacer alguna fiesta de compromiso, que podría ser la próxima semana.

-Lo mejor es que se celebre aquí, por ser la casa de la novia -intervino su madre.

Así que sus sospechas eran ciertas. Le parecía incorrecto entrar en ese momento y contradecir a sus padres delante del marqués, pero en cuanto se fuese, se enfrentaría a ellos.

Rakel, por raro que pareciese, nunca hablaba bien de su hermano y, además le había contado algunas historias sobre él que prefería no recordar. Lo tenía claro, si lo que ella le contaba era cierto, prefería estar muerta antes que casarse con Luio y, sus padres deberían aceptarlo.

La charla entre el marqués de Luiz y sus padres no fue muy larga, al parecer solo era para confirmar los últimos detalles del acuerdo.

Cuando le pareció oírles levantarse del sofá, se separó de la puerta y corrió escaleras arriba. En cuanto les vio salir, se asomó desde lo alto para despedir al invitado correctamente, pues le habían enseñado a que nunca hay que perder la educación.

Cuando se hubo marchado, bajó las escaleras con elegancia y seguridad y se plantó ante sus padres.

-No pienso casarme con él -sentenció cruzándose de brazos.

-En realidad no tienes otra opción, ya está todo hablado y organizado -respondió su padre.

-Pues anuladlo. No pienso casarme con él y, si estáis pensando en obligarme, prefiero quitarme la vida -amenazó muy seria.

-No digas tonterías hija -intervino su madre-. Luio es un buen partido, es influyente y rico. Sería un buen marido.

-Rakel afirma que no es muy buena persona, y yo la creo. No quiero compartir mi vida con alguien así, como ella lo pinta.

-No hagas mucho caso a lo que ella te diga -le recomendó su madre-. Las riñas entre hermanos son normales, seguramente solo serán chiquilladas.

-No lograreis que cambie de opinión. Prefiero morir antes que casarme con él y comprobar si son chiquilladas o no.

Dicho esto último dio media vuelta y subió de nuevo las escaleras para ir a su habitación. No quería darles opción de responder.

La huerfanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora