Daina mira el amanecer a través de los huecos que han quedado entre las maderas de una de las ventanas del piso superior de la casa.
Se ha pasado la noche en vela dando vueltas por la vivienda, pues era incapaz de dormir.
Ahora se siente cansada, pero sigue sin poder dormir.
Una de las cosas que ha observado es que allí no hay ni agua, ni comida. O la persona, o personas, que la retienen allí, vienen a verla con algo de comida, o acabará muriendo de hambre.
El sonido de unos pasos en las escaleras le indican que ya no está sola, pero la joven no se vuelve para ver quien ha llegado.
— ¿Qué te parece la casa? —Pregunta una voz masculina tras ella.
— Sucia, ruinosa y solitaria — responde ella al tiempo que se vuelve hacia su interlocutor.
Ante ella se encuentra un hombre de unos cincuenta y pico años, elegantemente vestido, pelo algo canoso y unos brillantes ojos marrones que la miran con una chispa de maldad.
— ¿Sabes por qué estás aquí? —le pregunta él con una medio sonrisa que la invita a desconfiar.
-—Puedo imaginármelo — responde ella haciéndose la valiente.
— Hubiese preferido que, por confianza, o presión, le hubieses contado a mi hijo lo que sé que sabes y que yo quiero saber –confiesa directo al grano, aunque Daina intuye que no es del todo cierto.
— Así que tú eres el marqués de Luiz. Debí haberme imaginado que estabas detrás de esto.
—¿Entonces sabes dónde estamos?
-En casa de Rakel, tu hermana –responde secamente.
— Entonces no me equivoqué. Tienes las respuestas a las preguntas que llevo años intentando responder.
— Tal vez. Pero eso no significa que vaya a dártelas.
— Eso dices ahora, pero cambiarás de opinión.
— No lo creo –le desafía valiente.
— Sabes que no saldrás de aquí hasta que me lo cuentes. ¿Verdad?
— Entonces iré poniéndome cómoda, porque supongo que me quedaré mucho tiempo.
— Mi paciencia no es infinita, te recomiendo ceder pronto. Por el momento tienes algo de comer abajo. Ya nos veremos.
Dicho esto, el hombre se da la vuelta y sale de la habitación.
***
Tras mover todos los recursos a su alcance y recopilar información durante toda la noche y gran parte del día, por fin han encontrado una pista sobre dónde están las princesas.
Los rumores y cotilleos que circulan por los barrios más peligrosos de la ciudad, parecen indicar que se encuentran fuera de las murallas, en una especie de "bunker" escondido en el bosque que crece bordeando el río.
Encontrar el lugar exacto donde se encuentran, ya iba a ser más complicado.
Como estrategia a seguir, se han plantado un par de guardias escondidos cerca de cada una de las salidas de la ciudad (cuatro puertas en total, cada una en un punto cardinal), cuya misión es vigilar y seguir a cualquiera que pudiese ser sospechoso de estar relacionado con el secuestro.
Ezla intenta tranquilizar a su hermano, quien no para de dar vueltas por el salón de su casa inquieto.
—Relájate un poco o te dará algo, dar vueltas en círculos no hará que aparezcan antes.
—No puedo. Esta es la misión más difícil a la que me he enfrentado.
—Seguro que estarán bien, Daina está con ellas —le recuerda ella.
—Lo sé, pero eso no me ayuda demasiado. Le prometí a Rakel que la protegería y he fracasado.
—No ha sido tu culpa —le recuerda Ezla intentando parecer segura, uno e los dos ha de mantenerse frío para que la situación no les supere—. Solo estaba en el lugar equivocado en el peor momento. La has cuidado bien estos dieciocho años. Todo irá bien.
Alguien llama a la puerta en ese momento. Es un mensajero que por suerte trae una buena noticia. Han encontrado el lugar donde tienen a las muchachas encerradas.
Carlps se despide de su hermana para poder ir a organizar el rescate.
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La huerfana
Teen FictionDaina ha crecido en la pobreza, valiente y temeraria. Foren ha crecido en el mundo de apariencia que es la corte, siempre ocultando su verdadero yo. Sus caminos no debían cruzarse, pero el destino a veces guarda sorpresas inesperadas. Un...