Parte 23

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-Qué bien que aceptases venir –comenta Daya emocionada-, es un día perfecto para ver estrellas.

-No me lo perdería por nada del mundo -sonríe Daina no muy convencida de pasar la noche en el palacio.

-¿Y qué haremos hasta que sea lo suficientemente oscuro para ver algo? -pregunta Cali.

-¿Sabes jugar al ajedrez? -pregunta Daya a Daina.

-No, nunca he jugado, ¿pero no es un juego solo de dos?

Se encuentran las tres en la sala de estar que comunica los dormitorios de las princesas. Se trata de una estancia grande y luminosa con unos grandes ventanales que van del suelo al techo cubiertos por unas cortinas blancas.

Las paredes, pintadas de blanco, están adornadas con retratos de las muchachas en diferentes momentos de su vida y algunos cuadros de diversos paisajes.

La habitación está amueblada con estanterías bajas repletas de libros y juegos de mesa. En el centro de la estancia hay dos grandes sofás tapizados en marfil con una mesa baja de cristal entre ellos.

En el techo una lámpara de araña ayuda a la luz del atardecer a iluminar la estancia.

Daya se levanta del sofá y se acerca a uno de los estantes de dónde saca un tablero de cuadros blancos y negros y una caja de madera de pino, donde deben estar las fichas, y lo deposita todo sobre la mesa.

-¿Blancas o negras? -pregunta Daya mientras abre la caja y va colocando las fichas.

-Nos pedimos las negras –dice Cali rápidamente.

-Está bien, explícale las reglas mientras acabo de colocarlas.

Cali procede a explicarle los movimientos de las piezas y las reglas más básicas, mientras Daya coloca las fichas y se acomoda en el sofá.

-Las blancas empiezan –recuerda Daya antes de mover el peón de rey dos casillas.

Cali va dando instrucciones a Daina mientras que las dos hermanas le explican por qué es mejor que mueva una u otra pieza.

Es un juego entretenido y que requiere mucha concentración. Poco a poco va oscureciendo mientras que Daina, con la ayuda de Cali claro, le está poniendo muy difícil a Daya lo de ganarla.

A la princesa le queda una torre, el alfil negro, un caballo y un par de peones, aparte del rey. Mientras que a su contrincante apenas le quedan un alfil blanco, la torre y un peón para defender al suyo. Daya tiene la partida casi ganada, pero Daina no lo ha hecho tan mal.

-Jaque mate –anuncia por fin Daya tras varios jaques fallidos al rey.

-Ha estado interesante, ¿eh? -comenta Cali.

-Claro, pero si no fuese por la ayuda, hubiese perdido por mucho –se queja la invitada.

-¿Por qué no vienes a jugar más veces? Seguro que con la práctica te acabará gustando. Es todo pura estrategia y eso. Es muy entretenido –intenta convencerla Daya.

-¿Qué tal otra partida? -la tienta Cali emocionada-, esta vez sin ayuda, así ves si se te quedó algo.

Pero antes de que Daina pueda contestar, la puerta de la sala se abre y Mashel asoma aparece al otro lado.

-¿Interrumpo? -pregunta prudentemente.

-No, solo estábamos enseñando a Daina a jugar al ajedrez. ¿Ya está preparado el telescopio? -pregunta Daya recogiendo las fichas.

La huerfanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora