Lo primero que siente Daina al despertar es el peso de unas sábanas sobre ella.
La muchacha abre poco a poco los ojos.
La muchacha abre poco a poco los ojos.
Se encuentra en lo que parece ser un dormitorio.
La habitación, sumida casi en la oscuridad, se encuentra amueblada por un viejo tocador de madera, un alto armario y una silla sin respaldo frente al tocador. Del techo cuelga una lámpara de araña y el suelo está cubierto de un pavimento de madera. Las paredes y los muebles están cubiertos por telarañas y el polvo. El espejo del tocador está tan sucio que nada se puede ver reflejado en él.
La ventana está medio tapiada, por lo que no se puede abrir. La luz que ilumina la estancia se cuela por las rendijas que han quedado entre el tapiado.
Daina aparta las sábanas y se dispone a incorporarse, descubriendo con sorpresa, que no la han retenido a la cama de ninguna manera.
¿Dónde estaría? ¿Qué lugar era ese? Parece una casa, de eso está segura.
La puerta del dormitorio no está cerrada con llave, así que la joven sale al pasillo para explorar libremente el lugar.
Es una casa vieja y abandonada. La oscuridad es casi total. Las ventanas están medio tapiadas, las paredes y los cuadros están cubiertos de polvo y telarañas, de modo que apenas se distinguen sus pinturas. Las escaleras parecen inseguras y a punto de perder algún escalón. Es una mansión antigua pero descuidada, se nota que nadie ha vivido allí por años.
La muchacha recorre varios dormitorios con muebles viejos y carcomidos hasta que uno de ellos llama especialmente su atención. Parece el cuarto de un niño pequeño, amueblado por una cama cuyo dueño no debía superar los dos años de edad, un baúl, un armario y una alfombra de vivos colores deshilachada y sin brillo.
Daina se detiene a contemplar la habitación por un instante, pero finalmente decide continuar explorando el lugar.
Finalmente y, tras comprobar que la puerta principal está cerrada con llave, llega a la conclusión de que es la única persona en el lugar.
Llevada por la curiosidad de descubrir más sobre su prisión, se acerca a una de las ventanas del segundo piso, En ella las maderas que la cubren han dejado un hueco suficientemente grande como para distinguir el exterior.
Las vistas dan a la calle, frente a ella una ancha avenida, bien cuidada y elegante, formada por grandes mansiones y algunos jardines a modo de adorno. Se encuentra en el barrio rico, en pleno centro de la ciudad.
Dos preguntas asaltan su mente. La primera, cómo ha llegado hasta allí. La otra, donde estarán las princesas.
***
De todas las personas que podrían interrumpir la cena, a quien Carlps menos esperaba ver era al rey.
Normalmente si Releio quería algo le hacía ir al palacio. Por lo que el hecho de que se haya plantado, con aire de urgencia, en su comedor, le hace sospechar que algo realmente grave había sucedido.
-¿Qué sucede? -pregunta intentando disimular su inquietud, al tiempo que se levanta de la mesa.
-Siento haber venido así, sin avisar –se disculpa Releio mirando la mesa llena de comida en la que Gabelt aún permanece senado.
-No tienes que disculparte por interrumpirme la cena –le recuerda Carlps.
Releio, quien le saca varios centímetros a su amigo, parece de repente más pequeño, más enclenque y más viejo. Sus vivos ojos verdes parecen apagados y nublados por una evidente preocupación.
Tras vacilar durante al menos un minuto, tal vez pensando en cuales eran las palabras adecuadas, por fin desvela el motivo de la visita.
-Hace un rato ha llegado una nota de rescate al palacio –anuncia-, al parecer mis hijas han sido secuestradas.
-¿Secuestradas? ¿Cuándo ha podido pasar? -pregunta Carlps, cuya expresión se ha vuelto tan seria y preocupada como la del rey.
-Sospechamos que cuando salieron esta tarde a ver a Daina, esa chica que frustró otro secuestro a principios de verano –hace una breve pausa-. Pero no han regresado.
-A la taberna llegaron –comenta Gabelt, los adultos se giran a mirarlo-. Estaba allí, vi cómo subían las tres al carruaje.
-Entonces es probable que también la tengan a ella –comenta Carlps intentando no parecer alterado.
Gabelt se levanta de la mesa y se dirige a la puerta del comedor.
-Iré a ver si ella volvió a casa –anuncia, en parte para comprobar si ella también había sido secuestrada, en parte para dejar que ellos pudiesen hablar en privado consciente de que en realidad él sobraba allí-. Buenas noches majestad –se despide acompañando sus palabras de una ligera reverencia antes de abandonar la habitación.
-¿Qué decía la nota? -pregunta Carlps en cuanto se quedan solos en el comedor.
-No mucho, solo piden un rescate económico por ellas.
-Eso es raro. Lo normal sería que pidiesen algo más especial. Hay que ser un poco tonto para no sacar mayor provecho de secuestrar a las princesas.
-Seguramente tengas razón. Pero es mejor así. No quisiera encontrarme en la situación de tener que prometer algo que no desee cumplir para contentar a unos criminales-comenta Releio dejándose caer en una de las sillas que rodean la mesa.
-¿A cuánto asciende la cantidad que piden? -pregunta Carlps con cierta curiosidad, para luego añadir-. No hace falta que me lo digas. Iré de inmediato a movilizar a la guardia real. Saldremos de inmediato a buscarlas –anuncia dirigiéndose a la puerta-. NO te preocupes Releio, las encontraremos, pero ten el dinero preparado, por si fuese conveniente realizar el intercambio.
Luego sale del comedor dejando a su amigo solo en el comedor.
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Bueno, arriba dejo un video animado del prólogo y los primeros capítulos de la historia, espero que resulte entretenido.
También decir que a patir de aquí entramos en la 2º parte de la historia. Habrá escenas del pasado donde espero resolver muchos de los misterios de la historia. Cuando sea una escena del pasado lo avisaré mediante la palara pasado, cuando volvamos al presente lo recordaré con presente. Espero que nadie se pierda por el camino.
Gracias a los que me leen, aunque la mayoría sean lectores fantasma.
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La huerfana
Teen FictionDaina ha crecido en la pobreza, valiente y temeraria. Foren ha crecido en el mundo de apariencia que es la corte, siempre ocultando su verdadero yo. Sus caminos no debían cruzarse, pero el destino a veces guarda sorpresas inesperadas. Un...