Parte 34

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Pasado

Faltaban solo tres días para la fiesta de compromiso.

Alne se encontraba de pie en el centro d su dormitorio. Vestía un elegante vestido plateado que la modista estaba llenando de alfileres, ajustando así los últimos retoques del traje. Como muestra de su descontento con la elección de sus padres, la joven había dejado toda la organización del evento en sus manos, incluso la elección de su vestido, pero debía reconocer que su madre había acertado por esa vez.

Una sirvienta entró en el dormitorio tras llamar a la puerta y, que ella le diese el paso.

—Señorita, sus padres quieren verla en el salón ahora –anunció desde la entrada del dormitorio.

—¿Ahora? –preguntó ella sorprendida.

—Sí, dicen ser urgente.

La joven le indicó que podía retirarse y, a continuación se dispuso a bajar al salón aún con el vestido puesto, alfileres incluidos.

—Ten cuidado con el vestido –le gritó la modista desde el dormitorio.

Alne entró en el salón con paso tranquilo, como si no hubiese bajado corriendo las escaleras desde el piso suprior de la casa.

—Oh, estás guapísima –la saludó su madre—, realmente es el vestido correcto.

—Gracias mamá –respondió ella desde la entrada y, tras una breve pausa, añadió—. ¿Para qué me hicisteis llamar? ¿Algún detalle que deba saber sobre la ceremonia?

—En realidad, sí –respondió su padre.

—¿De qué se trata? –preguntó aprovechando su pausa mientras se sentaba frente a ellos.

—Verá hija, Ha habido un cambio de planes –continuó su padre—. Sabes que ayer vinieron Mera y Releio de visita...

En efecto, el día anterior su prima y su marido habían acudido de vista con la excusa de felicitarla por su inminente compromiso, alegano que una emocionada Alne no había podido evitar contárselo. Pero apenas estuvo con ellos. En realidad Mera y el príncipe tuvieron una breve reunión a solas con sus padres. Tras unos minutos su madre y su prima se dirigieron a la salita del piso superior mientras que, los hombres conversaban en el comedor. Ella, sin embargo, fue excluida de ambas conversaciones y tuvo que esperar pacientemente en su cuarto hasta que su prima acudió a verla. Aún pasó al menos una hora antes de que una sirvienta fuese a buscar a Mera para decirle que debía volver a casa con su marido. Después de eso se ausentaron toda la tarde.

—Sí, lo recuerdo –le interrumpió deseosa de que fuese directamente al grano.

—Estuvimos hablando con ellos y, hemos cambiado de opinión respecto a Luio –anunció su padre.

¿Cambiar de opinión? No se esperaba que su prima consiguiese convencerles de anula el compromiso. ¿Cómo se lo habría tomado él? La joven intentó contener una sonrisa al imaginar la cara que habría puesto el marqués.

—Desde luego la fiesta de compromiso sigue en pie –continuó hablando su padre, ella sintió como se le formaba un nudo en el estómago—, solo que ya no te casarás con el marqués. Al parecer no cuenta con el favor de los príncipes, por lo que no es tan buena opción después de todo.

La muchacha sonríe por dentro, al parecer lo han conseguido. ¿Pero habrán logrado convencerles de que aceptasen la opción que ella quería?

—¿Entonces con quién deberé comprometerme? –preguntó intentando no parecer muy ansiosa.

—Releio asegura que su amigo Carlps es la mejor opción. Tenía mis dudas, todo el mundo sabe lo de su hermana, pero tiene gran influencia en la corte, ya que prácticamente es la mano derecha del príncipe y, me ha confesado, extraoficialmente, que será nombrado máximo general de la guardia real a final del año, por eso es mejor que, de momento, esto último no salga de esta habitación.

Alne no dijo nada, se había quedado muda de felicidad. Lo habían conseguido, seguramente les debería un gran favor por lo que habían hecho, aunque sabía que no aceptarían más que un efusivo gracias y la promesa de ser feliz.

Finalmente, tras un incómodo silencio, la joven se puso en pie.

—Si la fiesta del sábado sigue adelante, debería ir a que la modista termine de ajustarme el vestido –Y, dicho esto salió del salón lo más indiferente que pudo aparentar con aquel elegante vestido.

***

Presente

Han pasado casi tres semanas desde que las princesas fueron rescatadas. Las muchachas siguen bastante afectadas y no paran de repetir que todo es culpa suya.

Mashel, por su parte, se ha resignado a aceptar la hipótesis de que Daina está muerta. "En realidad no merece la pena estar trise por ella", se repite continuamente, "ella era pobre, nuestra relación nuca podría haber acabado en nada realmente serio".

¿Algo serio? Se pregunta pensativo. En realidad solo tiene 21 años, pero tal vez eso haya sido una señal, aunque en realidad aún tiene tiempo, sus padres tenían 26 cuando se casaron y, por tanto, no tiene ninguna presión para hacerlo.

— ¿Sigue sin haber novedades? –pregunta a su amigo, aunque conoce la respuesta.

—No. Que yo sepa se sabe lo mismo que al principio –responde Gabelt con tono inexpresivo.

—Lo siento por tener que decirte esto –Mashel apoya su mano sobre el hombro del otro joven como gesto de consuelo—. No creo que la encuentren, cuanto antes lo asumas mejor.

Hizo una pausa y, tras estudiar su expresión continuó.

—Admiro tu fe, peo debes empezar a aceptar que está muerta. ¿Qué otro destino podría haber tenido una chica sin familia y sin recursos?

—Muchos. Tal vez lo secuestradores la vendiesen. Es posible que ahora mismo esté pasando frio en alguna esquina de los peores barrios de la ciudad deseando que la encontremos y la salvemos de tan horrible destino.

—Sí, reconozco que es una posibilidad, pero en ese caso estoy seguro que tu padre ya la habría encontrado.

—Es probable que si no lo ha hecho ya, es porque no está en la ciudad.

—Engáñate a ti mismo, Gabelt. Ella no aparecerá –dicho esto el príncipe se pone en pie—. Tengo que irme, he quedado con Lina. Te veré más tarde o, tal vez ya mañana.

— ¿Lina? ¿La hija del marqués de LLisa?

—No sé por qué te sorprende, es una vieja amiga.

—Sí, con la que no te hablabas desde hará un año.

—Ya iba siendo hora de que hiciésemos las paces. Además, estaba pensando en pedirle matrimonio –deja caer con una sonrisa que finge ser inocente.

— ¿Matrimonio? –pregunta su amigo sorprendido—. ¿Llevas un año sin hablarla y vas a pedirle matrimonio? Realmente lo que ha pasado te ha afectado.

—En realidad, —confiesa Mashel poniéndose serio—, sabes que Daina me gustaba de verdad.

—No lo dudo.

—Pero nunca había funcionado. Tal vez por eso puede que jugase un poco con ella. Es cierto que ella valía mucho, pero era pobre y, además está muerta. Por otro lado no voy a casarme mañana, pero antes de que Lina dejase de hablarme ya tenía pensado pedírselo. Deberías pasar página, yo pienso hacerlo.

—Eres mi amigo y te apoyaré en tu decisión, pero no lograrás que pierda la esperanza. No mientras mi padre no anuncie que encontró su cadáver.

Mashel suspira.

—Está bien. Debo irme ya, si me necesitas ya sabes dónde enconarme.

Y, dicho esto, se marcha en busca de su vieja amiga.

La huerfanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora