Parte 10

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La comida estuvo muy entretenida, Ezla es una excelente cocinera y su sobrino es un chico encantador.

Daina ha permanecido en silencio toda la comida, no sabía que decir.

Por su parte Gabelt, Meicel y Ezla no han parado de hablar. La muchacha se ha sentido sin querer un poco fuera de lugar. Pero por otra parte ahora sabe más sobre el muchacho de lo que Carlps le ha contado.

Pese a todo no debió estar tan mal durante la cena, él la ha invitado a dar una vuelta al día siguiente, por el mercado de los oficios manuales. No es el sitio más romántico de la ciudad, pero es un buen plan para pasear con un posible futuro amigo.

***

El muchacho le viene a buscar a casa a la hora acordada. Salen de paseo con los perros de ella, así aprovecha para que ellos también se aireen un poco.

El mercado de los oficios manuales es una larga calle al norte de la ciudad, donde una vez a la semana muchos artesanos montan puestos para vender sus productos. Algunos incluso muestran cómo los fabrican o dejan que los curiosos prueben a realizar ese oficio. Hay puestos de costura, de alfarería, cerámica, vidrio, cestería y esparto...

Los muchachos caminan entre los puestos observándolo todo. Algunos niños les entretienen de vez en cuando acercándose a los perros de ella.

Parecen dos viejos amigos un día cualquiera, pues se sienten como si se conociesen de toda la vida.

De repente se paran delante de uno de los puestos. Un hombre de avanzada edad está haciendo una vasija de arcilla. Daina lo observa con curiosidad, parece una tarea sencilla pero requiere mucha concentración.

-¿Quiere probar, señorita? - pregunta el hombre al sentirse observado.

-No quisiera interrumpir su labor -responde ella tímidamente.

-No se preocupe, hoy es un día para mostrar, no para trabajar. Por favor, no se quede con las ganas -insiste el hombre cediéndole el sitio.

Gabelt le da un suave empujoncito para adelante mientras le susurra que acepte. La joven algo roja le entrega las correas a su acompañante y toma el sitio del alfarero, quien le explica amablemente como moldear el barro. El joven sonríe mientras la observa trabajar en la vasija.

***

<< Estimada Daina:

Estabas encantadora moldeando esa vasija, no te quedó mal. Además el alfarero te dejó quedartela. Supongo que fue un broche perfecto para una mañana ideal. Se nota que somos de mundos diferentes.

Yo nunca mancharía mis manos de barro gratuitamente, eso se lo dejo a los profesionales del oficio.

Ya he visto que tienes un nuevo acompañante. No imaginé que fueras de esas que van de flor en flor. Aunque solo estamos empezando a conocernos y en realidad se poco de ti.

Tienes buen gusto, ese muchacho puede abrirte muchas puertas. Si fuese tú me centraría en él. Mientras no encuentres a alguien mejor, claro.

Su amigo, el príncipe, sin embargo no me cae muy bien, pero es la opinión de un desconocido, no quiero influir en tu decisión.

Te deseo suerte en tu elección, es difícil.

Un saludo de tu vigilante secreto.

P-D. No creas que me he olvidado de mi propósito >>

<< Estimada Daina:

Hoy te he visto en el palacio. Parece que estas cediendo a los encantos del príncipe. Pero mirándolo por el lado bueno eso me facilita el trabajo.

¿Crees que sabrá de tu paseo de hace tres días con su amigo? Te advierto de que es un poco celoso, pero tranquila, no le diré nada de que te has visto a solas con su mejor amigo. Seré una tumba>>

<< Estimada Daina:

Veo que es la tercera semana seguida que visitas el palacio desde que cediste al truco de las rosas. No deberías ponérselo tan fácil.

Te he oído comentarle a tu amigo que vas allí por las princesas. Que ellas insisten en que vayas a verlas y que te estás haciendo muy amiga suya.

Es cierto que parece que te llevas bien con ellas, pero no puedes negar que es por él por quien vas allí.

SI quieres mi opinión me gusta más el otro chico. Es más como tú.

Ayer por ejemplo os vi en la plaza de los mercaderes. Cuando no hay mercado es una plaza ideal para pasear a los perros, grande y espaciosa, donde pueden correr sin molestar.

Tengo entendido también que estás desatendiendo tus tareas en la taberna. Muy mal hecho Daina, el trabajo es lo primero.

La verdad desde que te observo no he avanzado en mi investigación, pero sobre tu vida se bastante. Puede que pueda usar esa información para sacarte lo que sabes sobre quien ya sabes>>

La muchacha arruga el papel irritada. Luego coge un folio nuevo y comienza a escribir:

<<Estimado admirador:

No sé quién eres. Por mucho que busque a mí alrededor no he visto nada raro. Eres bueno como espía. Pero te advierto que no te tengo miedo. Las amenazas conmigo no sirven, vete buscando otra estrategia, porque esa no te servirá para llegar a tu objetivo.

Un cordial saludo

Daina>>

Que bien sienta desahogarse en un trozo de papel. Aún así ha quedado bastante cordial. ¿Sería buena idea intentar hacérsela llegar a quien quiera que sea su espía? Lo mejor será colarsela al mensajero cuando le lleve una nueva carta.



La huerfanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora