Capítulo 12

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Sentía un escalofrío en todo mi cuerpo, que recorría desde las puntas de mis pies hasta mi frente, cada parte de mi cuerpo hormigueaba sin cesar, no podía moverme ni un poco, quería abrir mis ojos para correr, pero me era imposible.

Poco a poco logré despertar aún sin saber que fue todo lo que pasó, me sentía extraña, no sabía dónde estaba, fue inevitable no asustarme, estaba en un lugar completamente desconocido.

Al volver a mis sentidos, sentí algo que me apretaba fuertemente en la muñeca. Giré mi cabeza para ver que está atada a una cama por una cuerda, sea quien fuera que hizo esto, ¿Qué me creía? Tenía cierta lógica, al mismo tiempo que era muy absurdo.

Mi cabeza se llenó de varias ideas del dónde podría estar.

Mi mente vagaba intentando buscar algo lógico, estaba tan centrada en mis pensamientos, hasta que una puerta se abrió, la puerta que estaba en la habitación.

Se notaba que hace mucho no le daban mantenimiento, estaba rasgada, vieja y hacia un ruido tremendo al abrirse. Automáticamente cerré los ojos, para evitar ver lo que sea que entrará por ahí.

Temblaba mientras escuchaba unas pisadas acercarse a donde estaba.

– No temas, no te haré nada- escuché una voz, una voz que sin duda pertenecía a un hombre.
– ¡Identifícate!- grité aún cerrando con fuerza los ojos. Decía que no me haría nada, aunque antes necesitaba saber quién era.

– Soy el Doctor Javier- ¿eh, dijo Doctor? ¿Entonces esto era un hospital?- mis enfermaras te trajeron, te encontraron tirada en la calle. Este es mi hospital, es pequeño, sin en cambio hacemos un buen trabajo- suspiró- estás en buenas manos.

Lentamente abrí los ojos para encontrarme con un señor. No se notaba con malas intenciones, se veía con una pinta de persona amigable. Tampoco se notaba que tuviera tanta edad, le calculaba unos 30 años o un poco más.

– Gracias por preocuparse, pero yo no tengo nada que hacer aquí- dije intentando ponerme en pie, aunque claro traía las cuerdas, las cuales me devolvieron a la cama como resorte- necesitó llegar a un compromiso muy importante.

El Doctor me miró directo a los ojos, negando con la cabeza.

– Lamentó decirle esto, no la puedo dejar ir, no después de ver su estado de salud.

¿Estado de salud? Yo estaba perfectamente bien, no tenía nada.

– ¿Qué sabe usted de mi?

Se quedó callado unos segundos, como si fuera algo que no debiera contarme.

– No es una noticia fácil, eres una menor de edad, necesitaría ver a algún familiar tuyo.

– ¡Basta! Dejé sus rodeos, si tengo algo, deberá decirme, ya después vemos lo de mi familiar- estaba comenzando a desesperarme- por favor, tengo dolores constante de cabeza, mareos, es todo muy horrible, cuando me desmayé pensé que me moriría por el horrible dolor que sentía, sé que no estoy sana, sé que algo me pasa, ¿Qué tengo?

Noté como se compadecía de mi. Era algo peligroso, lo presentía.

– Cuando te trajeron, te hicimos una tomografía, no sé ni cómo llegamos a sospechar que algo andaba mal contigo, fue instinto y descubrimos que tienes un tumor cerebral.

Cada palabra la pronunció de manera difícil, como dije, sentí que se compadecía de mi, una joven de tan solo 15 años, ¿ahora con un tumor?

Me miró a través de sus anteojos, con mirada preocupada.

Detrás de la enfermedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora