Capítulo 27

791 43 1
                                    

– ¡Estás loca! - dijo Fernando con certeza.

– No señor, no estoy loca- me defendí, acercándolo a mí- puede que, en cualquier momento, él entre por esa puerta- añadí, señalando la puerta con una sonrisa ingenua.

Él se me quedó viendo unos segundos, boquiabierto y confundido. Negó con la cabeza un par de veces, para después colocar su mano sobre mi mejilla, seguido de mi frente, comprobando que no tuviera fiebre o algo por este estilo.

– Quizás deba llamar a una enfermera- dijo, poniéndose en pie de la cama, tomé su brazo, volviéndolo a obligar a sentarse.

– Esto es en serio, Fer- susurré apenada, por lo que yo misma estaba confesando.

– Yo igual hablo en serio, no quiero que delires cosas por una fiebre.

Lo miré con seriedad, un tanto molesta.

– Te necesito, necesito que me aconsejes, no que me tomes de loca.

Él asentó, tomando mi mano.

– Los sueños pueden ser dolores que guarda nuestro corazón, pueden ser deseos que tenemos y tanto buscamos o simplemente misterios que nadie sabría resolver- dijo, con voz suave, sin despegar su vista de mis ojos- en mi opinión, extrañas a Robert más de lo que puedes darte cuenta, puedes engañar a tu mente, pero nunca a tu corazón, el siente su ausencia en cada día que pasa. Esa ausencia está en ti, vive en ti, está marcada fuertemente en ti.

Sin querer, unas enormes ganas de llorar se produjeron en mí. Intenté disimular sonriendo, cosa que me desgarro por dentro.

– Estoy segura que quiero a Yael- me aferré a la mano de mi amigo, apretándolo fuertemente, evitando derramar una lágrima- no quiero lastimarlo.

– Azul, al final de cuentas la que más saldrá lastima eres tu- me abrazó, tocándome en la parte tan sensible que tenía- nadie decide a quien amar, nadie puede controlar al corazón una vez que toma una decisión.

Fue ahí donde por fin solté la primera gota, dejando que mi llanto fluyera, dejándome consolar por la persona que siempre estaba a mi lado cuando estaba por tirarme al vacío, cuando lograba salvarme de ese vacío.

– Creo que si estoy loca- dije, sin fuerzas.

La risa de Fernando no se hizo esperar. Nos separamos.

– Fue mi culpa por entrar en el momento equivocado.

– Fue tu culpa por hacer las mismas acciones que mi sueño- lo corregí- quizás ambos estamos locos.

– O tú tienes fiebre.

Nuestras risas se escuchaban en coro. Fernando limpió mis lágrimas, dejándome ver todo claramente.

Cuando anocheció, Karen entró a mi habitación.

Se veía cansada, pues... ella se encargó de distraer a Yael para que no pudiera entrar a verme. Quería pensar, quería aclarar mis ideas, así que no era bueno que él estuviera por aquí, confundiéndome más, una y otra vez.

Traía su almohada de manzana "tierna". Ella no solía tener ese tipo de cosas, sin embargo, se la regalé, así que se convirtió en su almohada favorita y la llevaba por todos lados. Le tocaba quedarse conmigo la noche de hoy. Junto con Fernando, se turnaban para pasarla en la noche a mi lado, por si había complicación conmigo. Por más sueño que tenía, no iba a dormir tranquila hasta cuestionarme.

Detrás de la enfermedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora