Capítulo 17

876 47 1
                                    

Me estaba durmiendo en la clase de matemáticas, el maestro que era el mismo del año pasado, estaba explicando con su forma particular de hablar, el cómo resolver los ejercicios que estaba en la pizarra. Mientras yo, me encontraba recostada en la banda, sin prestarle la más mínima pizca de atención.

Él no se había percatado que me estaba casi durmiendo en su clase, todo estaba bien. Hasta que la campana se hizo escuchar, al igual que un golpe en el escritorio mientras me llamaba con enojo. Ya presentía lo que me diría.         

– Señorita Vega, aquello que hizo es una falta de respeto.

Asenté, completamente de acuerdo con él.

No era mi culpa que no supiera ser alguien que pudiera captar la atención de alumnos que le aburrían la clase, como a mi.    

– Lo lamento, señor.

Él dejó de fijar la vista en mi, dando por alto este acontecimiento.

En el momento que vi como tomó su morral y se escucharon sus pisadas en las escaleras, fui la persona más feliz del mundo.

No es que me cayera mal el profesor López, pero... no soportaba su forma aburrida de hablar, además que, cuando estaba "regañándote" arrugaba la nariz, de una forma que me era imposible no atacarme de risa. Aunque claro, guardaba compostura (que era eterno) y cuando ya no estuviera viendo, me reía.    

– Tiene que aprender a controlar su sueño, señorita bella durmiente- bromeó Fernando, sentándose en la banca de al lado.

Lo miré con una mueca.    

– Calla que yo no te digo nada con tu "perfecto" inglés o al fingir tus lesiones en clase de deportes. 

Asentó, dándome un poco la razón, al mismo tiempo para que me callará en decir sus puntos malos.   

– Conste que yo lo hago inteligentemente y porque odio sudar y lastimarme.

Rodeé los ojos, ¿Qué clase de excusa era esa?

La espera para la foto de la credencial escolar era una verdadera tortura.

No por el hecho de espera, que si era odioso, si no por el hecho que estábamos ordenados en grupos y por ende, el grupo "C" estaba bastante cerca nuestro.

Por mala suerte para mi, Paulina y Robert estaban cerca, los podía ver fácilmente a unos metros de distancia. Eran unos simples "románticos", demostrando su gran cariño en público. Sabía que todo era actuación, sabía que Robert no tenía verdaderos sentimientos por ella, pero el hecho de verla besarla y ser tan cariñosos, se rompía en pedazos.

Era inevitable que los ojos no se me llenarán de lagrimas.

Para mi suerte, Fernando estaba a mi lado y todo el tiempo estuvo abrazando, dejándome desahogarme en él. Cubría mis ojos cristalinos de todos los curiosos que me volteaban a ver.

Al momento en que mencionaron mi nombre para la foto, tomé una pedazo de papel que Fernando me dio y sin dudarlo lo pase por todo mi rostro, deshaciéndome de toda evidencia que derramé lágrima en ese momento.

Me enfoqué en el lente de la cámara, el cuál era mi enemigo en muchas ocasiones, sólo sonreí sin pensar en nada. Cuando me mostraron la foto, me sentí tan bien al menos saber que por una vez el lente de la cámara y yo nos podíamos llevar bien, pues no había salido tan mal como lo creía.

Ya para finalizar, me llevaron a la oficina principal, en donde llené los datos de la credencial. Ahí me encontré con Paulina Costa. Estaba de pie, de unos segundos de haber terminado el cansado papeleo. Verla simplemente me daba rabia.

Detrás de la enfermedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora