Capítulo 15

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Sólo restaba una semana para regresar a la escuela. Una semana de vacaciones.

El hecho de volver me daba un cierto miedo. Tenía todo en mi contra, mis amigos se habían ido, exceptuando a Fernando, no tendría a nadie con quien pasar el rato. Además que las cosas serían difícil con Robert rondando por los pasillos, tenía que adquirir el papel de chica egocéntrica cuando lo viera, eso sería difícil para mí y mi corazón.

Ya habían pasado dos duros días desde que terminamos o más bien, yo le di motivos para que me terminará y me odiara de por vida.

Cuando lo pensaba, me sentía mal. Además que no había considera el hecho que mi relación con su familia era buena. No quería pensar que pasaría si me encontraba con su hermana. Quien posiblemente también me odie. Ella podía contarle todo a Max, él entraría en mi defensa enseguida, mencionando cada punto bueno de mi que se le viniera a la cabeza.

Ahí podría provocar una pelea entre ellos dos.

Estaba en mi cuarto. Tirada en la cama sin ganas de querer hacer nada. Mi día se iba a desarrollar aquí metida, estaba más que segura de eso.

Eran las once de la mañana para ser más exactos. Azul Vega seguía en piyama, contemplando el techo de la habitación. Nada interesante que valiera la pena comentar.

Quería aclarar mis ideas, era una de mis planes, cosa no muy interesante. Estaba yendo bien con eso, hasta que escuché la puerta principal, golpes furiosos que parecían que tenían el propósito de tirarla en cualquier momento.

Miranda no se encontraba en aquel momento, así que tuve que ir yo. Ya me estaba acostumbrando a la idea de siempre. Bajé las escaleras a toda prisa, para evitar que provocaran un daño estructural. En el momento que abrí la puerta, me arrepentí tanto y hubiera preferido mil veces que la echarán abajo antes que encontrarme con la hermana de Robert, aquí en mi casa.

Estaba en problemas, lo presentía. Debía poner en escena mi papel, algo que no tenía muchas ganas de hacer.   

– ¿Acaso no sabes respetar la casa de los demás?       

– Ay Azulita, tan amable como la primera vez que te conocí- respondió ella con ironía ante la frialdad en mis palabras.     

– ¿Acaso quieres que te tiré flores por presentarte aquí?- ella rió ante mi comentario.   

– Dejémonos de juegos, conmigo puedes dejar de fingir.

¿Eh? Quedé en piedra. Me tomó trabajo no expresar mi sorpresa en el rostro. Debía seguir neutra.    

– No tengo la menor idea de que me hablas- mencioné levantando una ceja.     

– Tu deberías dedicarte a la actuación por tu buen papel- anunció comenzando a aplaudirme- insisto que conmigo no debes de fingir, no le diré a mi hermano, quien según tú "sólo querías por dinero"- añadió haciendo con los dedos las comillas.

Mi cabeza estaba por explotar por la confusión, ¿ella como se enteró de esto?    

– Mira Michelle, no sé que estás diciendo, sólo sé que tu presencia aquí es irritante- susurré cruzándome de brazos- no estoy fingiendo nada.    

– Claro que lo haces.  

– Claro que no.    

– Claro que si.    

– No.    

– Si- rodeé los ojos por su constante persistencia. Me enojaba que ella me contradijera y esto ya era muy real.    

Detrás de la enfermedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora