Capítulo 14

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Me levanté temprano para arreglarme. Me metí a bañar enseguida que desperté, para que mi cabello pudiera estar secado a tiempo.

Saqué la ropa, que era un pantalón de mezclilla sin demasiado chiste, me coloqué la venda en el brazo, para ahora si ponerme una blusa rosa de manga larga. No quería que se notará la venda, debía de ser discreta en ese tema. 

Pase el cepillo por mi cabello, intentando peinarlo un poco.

Tomé mi bolsa, ya lista para cuando llegara.

En eso, escuché el timbre de la puerta. Mi corazón comenzó a latir rápido, me sentía bastante nerviosa por esto. Miré el reloj y justo era la hora que habíamos acordado.

Miranda abrió la puerta, dejándolo entrar. Escuché como ella lo halagaba sin parar, diciéndole lo bien que se veía. Mi hermana me gritó, para avísame que ya estaba aquí Robert.   

– Tengo que hacerlo- murmuré poniéndome delante del espejo- es lo mejor para ambos.

Decidida bajé las escaleras. Estaba temblando de las manos.

Cuando finalmente lo vi, me cuestioné si podría logarlo. Aún no mencionaba palabra y ya quería rendirme.    

– Hola linda- dijo con una gran sonrisa, me limité a fingir una- te tengo una sorpresa- prosiguió, con el mismo ánimo.  

– ¿En serio? Que bien.

Respondí de manera fría, de manera cortante.

Ante mi reacción, el no decía ni una sola palabra. Seguía como si nada.

Ya por fin, salimos de mi casa, camino a su auto. En todo momento apretaba el puño discretamente, para darme fortaleza de seguir.

Le dijo al chofer que se dirigiera al parque, donde estaba nuestro lugar especial.

No, no, no ¿Por qué exactamente ahí?

En todo el camino lo ignoré, viendo por la ventana como las calles se quedaban atrás mediante íbamos avanzando.

Cuando llegamos, me ayudó a bajar del auto. Colocó mis manos sobre mis ojos, guiándome nuevamente a la zona secreta, a nuestra zona secreta.

En todo ese trayecto me fui mentalizándome.   

Llegó el momento que me quitó las manos de los ojos. Ahí estaba el regalo del cual hablaba.

Había una gran cantidad de pétalos de rosa que formaban la frase: "te amo". En ese momento, lo único que quería hacer, era dejar atrás la absurda actitud e irlo a abrazarlo. De ser la misma Azul de siempre, de besarlo hasta el fin. Pero no podía, debía mantenerme firme. Apreté el puño más fuerte, soportando todo.

Me giré hacia él, volví a tomar aire para hablar.  

– ¿Este es la gran sorpresa después de todo?- pregunté, sin una pizca de reacción. Estaba con rostro serio.

Robert se quedó un momento callado, recordando algo. Chasqueó los dedos y sacó de la bolsa de su pantalón una hoja de papel.

Me la dio con una mueca.

La tomé y con temor la abrí. Ahí estaba el dibujo que mencionó en los mensajes. Era hermoso, no quería ni imaginarme con cuanto esfuerzo lo hizo.

Por más que quisiera, no debía sonreír.  

– ¿Y bien?     

– ¿Para que diablos me trajiste aquí si esto será lo único que me darás?

Detrás de la enfermedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora