Capítulo 24

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Pasaron dos meses desde que Robert se fue a Estados Unidos, a decir verdad, me sentía vacía sin verlo rodeando los pasillos como solía hacerlo, pese que cuando él lo hacía era tomado de la mano con Paulina, aquello no me importaría con tan sólo volverlo a ver al menos un segundo más. Claro era imposible. Quitando ese hecho, todo en la escuela seguía como siempre.

Lo que cada vez avanzaba más era el tumor que tenía en el cerebro. Asistía al médico tres veces a la semana, después de la escuela. Agregando el hecho que era pesado llegar y hacer la tarea, los deberes y seguir las indicaciones del Doctor, también debía lidiar con las peleas constantes que Karen y Fernando tenían, debido al carácter especial de ambos, era un campo de batalla la casa cuando ellos estaban de mal humor y comenzaba a gritarse mutuamente, claramente no era diario, pues tampoco podría soportar tanto sin querer correrlos de mi casa.

De igual manera se encontraba Paulina, quien ahora era la encargada de hacerme la escuela tediosa a diario, desde que Robert se fue y terminó con ella antes, obviamente, está más que insoportable, según ella se siente triste que el hombre que de verdad amo, se fuera tan repentinamente, ella sentía que no encontraría a alguien igual. Yo sabía que ellos terminarían, que Robert no toleraría una relación a distancia con aquel dolor de cabeza que era Paulina Costa.

Se trataba de otro día normal de escuela. Estaba en el salón, sentada en mi banca, lista para comenzar otra clase normal.

Para matar el tiempo, estaba susurrando cualquier cosa que me cruzara con mi mente con Amanda, la mayoría de las cosas que decía lograba que me atacará de la risa.

Desde hace un rato me sentía observada, era un sentimiento extraño. Volteaba a todas direcciones, no había nada, hasta que en una de las ocasiones atrapé la mirada de Yael sobre mí. En clase de español, sufrí la misma incomodidad, en aquella clase me sentaba con Kristal, Yael estaba junto a Gael. Creí que al menos el trabajo de la clase bastaría para que él dejará de prestarme atención, cosa que no fue así.

Después de aquellos minutos, la campana que marcaba el fin de clases e inicio del descanso, se hizo sonar. Como era de esperarse el salón quedó vacía en un par de segundos, mientras yo buscaba la comida en mi mochila, les pedí que se adelantarán, no era nada agradable que hiciera esperar hambres ajenas, yo llegaría con ellos en un momento. Justo cuando había encontrado la comida y estaba dispuesta de irme a la puerta para dirigirme de ahí, mi querido amigo mareo llegó. Me tomé de una de las bancas, intentando mantenerme en pie, no lograba distinguir nada, la cabeza me estaba explotando. Como pude, me giré a mi mochila en busca del medicamento, por más que escarbara no encontraba nada. Al momento que sentí la caja de la medicina, ya no sentía ninguna parte de mi cuerpo, mi vista se tornó blanca perdiéndome en mi misma.

Al abrir los ojos analicé la situación, estaba aún en el suelo del salón.

Moví mi cabeza de un lado a otro, logrando volver en si, después de estar unos segundos viendo a la nada, me puse en pie. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al dar el primer paso. Llegué a la puerta para encaminarme al pasillo, ahí estaba Yael, ¿Qué hacía aquí? Yo pensaba que estaba ya en las mesas de la cafetería.

En cuanto me vio, una sonrisa se le dibujó en el rostro de forma inmediata.

– ¡Tardas demasiado! - se quejó, frunciendo el ceño.

Respondí con una diminuta sonrisa.

Ambos nos pusimos en marcha a buscar a nuestros amigos. Yael me tenía agarrada de la mano, era ligeramente incómodo, pero al mismo tiempo agradable.

Detrás de la enfermedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora