3.El reformatorio

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Hoy era el día en el que Álex iría al reformatorio. Estaba emocionada (y aunque no lo admitirse) y un poco asustada. El agente Galán no estaría allí para protegerla de el marido de Rocío. Es verdad que la niña lleva yendo a karate desde los cinco años, pero no creo que eso sea suficiente.

Ya en las puertas del lugar, se abrazó a la cintura del agente.

-No tengas miedo, no te pasará nada.

-No son los reclusos quienes me preocupan, sino el marido de mí profesora.

El policía mira a las puertas con el ceño fruncido.

-Creme que si ese tipo te hace algo, lamentará haber nacido.

-Puedo asegurártelo.

Agarró su bolsa y entró. Galán se quedó mirándola, ¿cómo podía ser tan valiente?

Dentro, un guardia le puso una mano en un hombro y la dirigió a objetos personales. En aquel lugar, otro guardia abrió su bolsa y se la quedó. Entonces, los dos se fijaron en que la niña llevaba una pulsera de plata fina en la mano izquierda.

-Lo siento niñita, pero la pulsera también hay que dejarla.

-Es el único recuerdo que tengo de mí madre, ¿puedo llevarla?

Ambos polis se miran a los ojos, y el que la agarraba del hombro se encogió de hombros.

-Esta bien.

-Muchas gracias.

En ese instante, los dos hombres se preguntabas cómo esa chica podía ser una reclusa si era muy educada.

Su cuarto estaba en el segundo piso, el de las chicas. El cuarto se encontraba al final del pasillo. La puerta era de acero y dentro sólo había una cama, un armario, un bater, un lavabo y una pequeña ducha. Dentro del armario sólo habían dos pantalones vaqueros, dos mayas, dos camisetas de manga corta, dos camisetas de manga larga, dos pantalones cortos, calcetines, ropa interior femenina y unas botas de montaña.

-Eso es todo lo que tienes. La ropa sólo se cambia cuando se rompe. El cepillo de dientes y los objetos de aseo personal te los daremos en una hora. Disfruta de tu estancia.

-Lo haré, muchas gracias.

La sorpresa volvió al rostro del guardia, que cerró la puerta con llave.

Mientras tanto, en el patio un grupo de reclusos hablaban. Eran nada más y nada menos que los hackers.

-¿Os habéis enterado? Nos traen a una superdotada.

-¿Creéis que sabrá más que nosotros?

-Debe de saber más que todos. Tenemos que ganarnos su confianza.

-No creo que vaya a ser fácil, los nuevos suelen ser desconfiados.

-Nunca es fácil, pero. Cuánto más sepamos de ella más fácil será.

-Estoy de acuerdo.

Los guardias hicieron una reunión de urgencia. Estaban tratando el mismo tema que los chicos, la capacidad intelectual de Álex. Ellos estaban preocupados; a primera vista no parecía que ella quisiera escapar de allí, aunque seguro que sabía la forma de hacerlo y si no la sabía la averiguaría pronto. Algunos optaban por meterla en una cámara de seguridad mientras que otros no se preocupaban. La decisión fue que esperarían a ver que hacía.

Pasó una hora y un guardia fue a la habitación de Álex. Le dio de todo, incluido un mapa de las instalaciones y unas normas básicas que debía cumplir. Ahora se encontraban en semana Santa, por lo que no tenían clase. Podían hacer lo que les diese la gana dentro del reformatorio siempre que no fuese peligroso o ilegal. El guardia le comentó que unos chicos traficaba con chucherías, puesto que aquí dentro no se las daban.

Al final del día Álex comprendió todas las instalaciones. Se acostó temprano con un pijama que encontró debajo de la almohada. La realidad era que no tenía sueño, pero tenía ganas de acostarse. Mañana no había clase y pensaba dar un paseo por las instalaciones. Igual que con el ataque al ojo de la profesora, lo calculó todo. Esta salida era para informarse de los reclusos: los fuertes, los listos, los guapos, los tontos, los traficantes, etc. Los que más le interesaban eran los violadores, pues no necesitaba conocerlos para saber que no debía acercarse a ellos.

Se durmió pronto. De echo, unas chicas muy curiosas se acercaron a su habitación para conocerla, pero ella cerró por dentro para que nadie entrase. El guardia le había explicado que habían dos llaves de la habitación, las que tenía el y las que le entregó a ella. No quería que nadie la molestase hasta mañana.

La chica del reformatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora