5.El pasado

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Dicen que todos los niños y niñas se emocionan cuando vuelve a empezar el curso; bueno, pues esta norma Álex no la seguía.
Ella es la más pequeña del reformatorio, así que tendrá que ir sola a clase.

Hoy un guardia ha venido a despertarla a las seis de la mañana para que vaya a clase a las ocho. La razón es que forma parte del castigo levantar a los reclusos tan pronto. Se prepara para salir de la habitación. Cuando ya está lista, alguien grita tras la puerta. Se acerca de puntillas. Abre la puerta y ve a una chica y a un chico en la pared besándose. Entonces comprende que no ha sido un grito, ha sido un gemido.

El chico empotra a la chica contra la pared, que se sube a él enredando sus piernas tras la espalda. El chico, excitado, comienza a meter una mano bajo la camisa de la chica; justo en ese momento, Álex cierra la puerta.

Mientras, en la habitación de Juanmi, se encuentran todo el grupo de hackers.

-¿Y bien?

-Es una mala idea.

-Pero es que me mata la curiosidad.

-Y a nosotros. Pero preferimos conservar nuestras vidas.

-¿Qué es lo peor que nos podría hacer?

-Y yo que sé. Después de la paliza que le dio el otro día a Santi no me apetece averiguarlo.

-Espera, ¿qué es lo que estoy oyendo? ¿Es qué acaso tenéis miedo?

Se miran entre ellos antes de responder.

-Es posible.

-Chicos, que estamos en un reformatorio. Me parece que habéis olvidado la razón por la que estáis aquí.

-Pues claro que no. Sólo que a lo mejor nos estamos...

-No, -Juanmi le apuntó con el dedo índice. -no te atrevas siquiera a pensarlo.

-¿Qué quieres que te diga? Llevo aquí dos años. Me parece que ya estoy listo para volver a salir.

-Martín no me vengas con esas. Creo que todos recordamos lo que hiciste para entrar.

-Y aún así confieso que me arrepiento.

-¿En serio? ¿De verdad pretendes que me crea que te arrepientes de haberle metido un petardo en los pantalones al exnovio de tu hermana? Quizás me lo creería si no lo hubieses echo siete veces, y luego saqueaste su casa.

-Le puso los cuernos.

-Y tu le dejaste quemaduras en las piernas.

-¿Y qué hay de ti?

-No sé de qué estás hablando.

-Pues nada más y nada menos de agredir a un niño de doce años por llamarle vieja bruja a tu abuela.

-No le hice nada tan grave.

-¡Le abriste la cabeza contra el bordillo de la acera! ¡Y luego dijiste que había sido su padre!

-¡Cáyate de una puñetera vez!

Martín miró hacia sus compañeros.

-Ahora que ya lo hemos dicho todo, quiero que recordéis que todos tenéis que estar aquí hasta los dieciocho, por eso creo que deberíamos preguntarle qué hizo y cuánto tiempo va a estar aquí.

-¿Y de que nos servirá?

-Si tiene que estar aquí hasta los dieciocho y tiene diez, puede que nos ayude a escapar.

-¿Y si no sale como planeamos?

-Ya se me ocurrirá algo en el momento. Porque me parece, que ya es hora de romper las cadenas que nos atan a este lugar.

-Sí. -Dice una de las chicas. -Después de todo, somos hackers y que yo sepa, la sociedad no acepta a gente como nosotros.

La chica del reformatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora