13. El poder del fuego

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Al nuevo no le gustó demasiado lo sucedido.

Al día siguiente hubo una explosión en la sala de calderas que obligó a todos los reclusos a salir al patio.

Empiezo desde el principio:

A las siete y media de la mañana de un domingo, el chico se levantó y buscó entre sus cosas un petardo que había conseguido colar, y no había sido el único.

Se visitó y bajó con el petardo y una caja de cerillas que había robado de la cocina.

La sala estaba justo debajo de las habitaciones. Manipuló todo de forma que al explotar el petardo generase una pequeña explosión en la que no muriese nadie pero que sí que pudiese vengarse de la susodicha a la que nombraré hasta que llegue el momento.

Encendió el petardo, corrió a la puerta y la dejó abierta. Salió al pasillo y se metió en su cuarto.

A los diez minutos todos los reclusos fueron despertados por un incendio. Álex se puso unos pantalones largos y unas botas de agua con una sudadera por encima de la camiseta del pijama.

Iban a llevarlos a todos hacia el patio, pero como el fuego se extendió de forma peligrosa decidieron sacarlos del reformatorio.

Iban a salir por la puerta de la cocina, para eso, había que pasar por delante del gimnasio. El nuevo vio como sus compañeros salían en fila india mientras él esperaba a que llegase Álex. Tuvo el placer de contemplar que era la última. Tiró de su brazo y la metió en el gimnasio. Cerró la puerta con llave y se encaró hacia ella. Ésta se sorprendió un poco al ver su determinación, pero le dio bastante igual. Se levantó del suelo, se cruzó dr brazos y dijo con voz firme:

-Anda, abre esa puerta si no quieres que acabemos los días chamuscados.

-No me importa. Ayer me hiciste pasar un ridículo tremendo, hoy te la devuelvo.

-¿Y si me la devuelves cuando no haya fuego? -Continuó irritada.

-¿Quién cres que lo provocó?

Ella se acercó a él despacio. Cuando estuvieron a menos de cinco centímetros, le cogió de un brazo y lo tiró al suelo haciéndole girar en el aire. Las llaves cayeron al suelo y ella se agachó a cogerlas. Abrió la puerta y pudo observar que los extintores del techo estaban haciendo su trabajo, aunque aún así había humo.

El nuevo tiró de ella hacia dentro y la lanzó con una fuerza increíble contra la pared. Ésta se dio un golpe enorme pero no le causó heridas superficiales. El chico sacó una navaja del bolsillo de su pantalón.

-Tengo muchos secretos. -Confesó.

Álex esquivó el navajazo que iba directo a su abdomen y lanzó por medio de una llave al chico contra una de las pesas. La navaja calló cerca de él. Ella corrió a recogerla, pero éste la alcanzó antes y se la tiró a un brazo. No se la clavó pero le hizo un corte profundo. La chica empezó a sangrar y calló al suelo, quedando a un metro de su oponente. El nuevo se levantó, se puso con un pie encima de la chica, presiono y le agarró el cuello. Ésta, desesperada por respirar, puso la mano sobre el brazo que sujetaba su cuello. El chico rió.

-No te esfuerces, tengo más fuerza de la que aparento.

Empezó a ejercer presión sobre el cuello. Álex no podía moverse, se desangraba y apenas podía respirar.

-¿Y ahora qué vas a hacer?

-Es- esperaré mi final.

-¿Y ya está? Yo creí que ibas a luchar. Menuda decepción.

Aumentó la presión. Esta vez, sí que le había cortado del todo el oxígeno.

-Ni siquiera sé cómo te llamas.

Eso fue lo último que dijo antes de desmayarse. El nuevo, en un acto de pena, cogió la navaja y la escondió encima del aire acondicionado; luego cogió a Álex y se la llevó a la enfermería. El fuego ya se había acabado, él ya había cumplido su venganza y ella estaba a salvo.

La dejó sobre una camilla y ella se despertó. Le miró a los ojos. Esos ojos llorosos por el susto de una muerte segura, y ese brazo sangrando lo ponían nervioso.

-Me llamo Antonio.

Antonio cogió la aguja del estante, la desinfectó y empezó a curar a Álex con el máximo cuidado y precisión. Cuando terminó, ella le preguntó:

-¿Por qué no me has matado?

Antonio, mirándola dudoso, se tocó la barbilla.

-No sé, supongo que me has caído bien. Tómatelo como un golpe de suerte para ti, porque yo tenía todas las de ganar.

-No te entiendo. -Le confesó ella.

-Oh, lo sé, se nota en tus ojos.

Éste le guiñó un ojo mientras ella dejaba ver cómo sus mejillas se sonrojaban.

Nota:

Para todos los que penséis que aquí habrá una historia de amor, dejadme deciros que no estáis muy equivocados, sólo un poquito. Os adelanto que estos dos intentarán matarse, por lo que no faltará avión así que tranquilos. Estad atentos, porque aunque Álex aquí se haya visto débil, no lo es.

La chica del reformatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora