18. El rescate

178 19 0
                                    

Álex estaba en el patio. Hoy les habían obligado a todos a quedarse en sus habitaciones. Llovía a cántaros y no querían que nadie se resfriase, puesto que después tendrían que cuidarlo ellos.

Pero la chica había desobedecido. Quería estar sola. Se sentía depresiva, aunque sabía que sólo estaba triste por lo de Antonio.

Como estaba empapada, decidió entrar.

En su cuarto, se secó el pelo que chorreaba.

Al terminar, se tiró en la cama con una ropa limpia que no era el pijama. Se puso unas botas altas que le mantenían los pies calentitos.

No hacía nada. Solo estaba tumbada y mirando al techo. Ni siquiera estaba pensando, simplemente estaba allí, en blanco, tranquila.

Se le hicieron las tres de la madrugada. Aún no se había dormido y seguía en ese estado extraño. Unos pasos la alertaron y levantó la cabeza.

Un desconocido abrió la puerta. Ambos se miraron. Él hombre le sacaba varios años de edad.

Le hizo un gesto con la cabeza qué significaba que lo siguiese. Álex intuyó que no volvería a estar en esa habitación jamás, por lo que cogió su objeto más preciado: los tacones rojos.

Siguió al hombre por los pasillos del reformatorio. Muchos reclusos iban con ellos.

Se fijó en las cámaras. Tenían la lente tapada. Subieron unas escaleras que daban al tejado. En el, estaban todos los miembros del lugar. Había una polea larguísima que daba al suelo. Tenían que salir por ahí.

Álex estaba contrariada, Aunque no iba a rechazar una oportunidad de escape tan bonita y sencilla.

Cuando le tocó saltar, agarró los tacones con una mano y se sujetó con la otra. Bajó por la polea increíblemente rápido.

En el fondo, se encontraban un montón de coches. Otros hombres la hicieron entrar en uno. En ese, estaban Martín, Santi y Marta. Al estar completo, el mismo hombre entró y empezó a conducir lejos.

Álex no aguantaba más.

-Perdone, ¿a dónde nos lleva?

-Eres muy educada para haber estado recluida en un reformatorio.

-¿Gracias?

El hombre rió.

-Vamoal centro de Roma.

-¿A qué?

-Os lo diremos a todos en el avión.

Los chicos se miraron entre ellos, incluso Marta que iba sentada alante.

-¿Avión? -Pregunta taron todos a la vez.

No se compartieron más palabras.

Pasaron por unas calles muy bonitas de Roma. En el centro de la ciudad, vieron una mansión enorme. El hombre aparcó el coche y les ordenó que bajaran. Los chicos le hicieron caso.

Frente a la casa, otro individuo les esperaba. Los hizo pasar al interior.

Atravesado la enorme casa hasta llegar a un jardín trasero. En el, había un enorme jet apacado.

-Bueno, sois los primeros. Pasad adentro.

Los chicos subieron temerosos. El vehículo tenía unas sesenta plazas por lo menos. Lo miraban asombrados. Eligieron todos un asiento diferente, escepto Marta y Álex, que se sentaron juntas.

-Os dejo aquí, luego llegarán más de vuestros compañeros. Cuando el avión esté lleno, alzareis el vuelo y os explicarán de qué todo esto.

-¿Y si nos lo dices tú ahora? -Soltó Santi.

-Lo siento jovencito, pero no puedo revelados nada.

-Entonces no podemos saber si es algo que nos perjudica.

-Te aseguro que beneficia en todos los aspectos.

-No me convence.

-Pues tendrá que hacerlo, porque no hay nada más que pueda decirte.

Santi suspiró y se quedó callado.

El hombre salió cerró la puerta con llave.

A lo largo de dos horas se llenó el aparato y despegaron. Habían siete hombres dentro. Nadie sabía si estaban armados,pero preferían no averiguarlo. Un hombre cogió un micrófono y empezó a hablar.

-Bueno.Supongo que estaréis un poco confusos. Somos vuestros rescatadores. Estáis dentro del programa "camarades" que es compañeros en francés. Nuestra asociación consiste en sacar a niños como vosotros de lugares como ese. Os entrenamos y os educamos en el arte del robo, además de daros educación de verdad. Solemos preguntaros si queréis ser ladrones o si preferís llevar una vida honrada.

>>Siempre hemos sido justos con los niños; odiamos que os maltraten y os traten como unos simples críos que no entienden nada, porque no lo sois. Nosotros somos la tercera generación que tomamos el mando de esta asociación y ayudamos a niños como vosotros. El hombre que la fundó estuvo al mando hasta que perdió su vida en un tiroteo intentando salvar a una niña.

>>Solemos ayudaros a encontrar familias sueños quieran de verdad. Si no la encontramos os criamos hasta la mayoría de edad, que elegís si queréis seguir colaborando con nosotros o si os integrados emn la sociedad como unos adultos legales.

>>Al escoger quedarnos y aprender a robar, las cosas se podrían mucho más difícile, para vosotros. Tendríamos que quemaros las llenas de los dedos para eliminar vuestras huellas dactilares, haceros cambios para variar un poco vuestro aspecto físico, enseñafos varios idiomas además de otras cosas importantes, etcétera.

>>Por eso, cuando lleguemos a Londres tomareis la decisión: ¿legales o ilegales?

El hombre dejó el micrófono y entró en la cabina del piloto.

Alex lo tenía muy claro, no quería que ningún aldulto volviese a tomarme el pelo jamás. Iba a escoger el camino que su corazón le deparaba y no le asustaba en absoluto.

Sin embargo, Marta la miraba con expresión triste. Era evidente que sus caminos se separarían, pero si así conseguirá ser feliz y que su amiga estuviese a salvo... lo haría.

Se dio cuenta de que seguía llevando los tacones entre sus brazos. Serían su posesión más preciada y cuando los llevase puestos, los luciría con orgullo, siempre en recuerdo de su amiga y hermana Marta.


La chica del reformatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora