27. Tu cara me suena

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Álex fue despertada por Antonio, que le empezó a hacer cosquillas en los pies a las diez de la mañana.
Ella empezó a reír y se incorporò de forma brusca; casi se cae de la litera. Miró al chico con el ceño fruncido.

-Explícame la razón por la que me has despertado. ¡Hoy es mi maldito día libre!

-Puede que sí, pero creo que a Dylan le gustaría mucho conocerte.

Álex recordó que en teoría hoy tenía que hacerse su amiga. Le daba pereza, pero sabía que se lo paséis bien.

-Asegúrate que el baño de chicas está libre. Tengo mucho que hacer antes de ir a el.

Pasaron las horas y Antonio se dirigió a su encuentro con Dylan.

Para que Álex pudiera ponerse en situación, llegó tarde al encuentro. El chico lo esperaba en el exterior del callejón. Al ver a Antonio se metió dentro.

Antonio miró a los lados haciéndose el interesante y luego le siguió.

Al encontrarse frente a él le dedicó una mirada desafiante. Se le acercó con rapidez. Cuando lo acorraló contra la pared apoyó una mano en ella.

-Escúchame y atiende. No te puedes ni imaginar la cantidad de problemas que he tenido problemas por tu culpa. Quiero que no te vuelvas a entrometer con el tema de tus secuestradores; a no ser que quieras morir por su culpa. Y que conste que si te digo esto porque mi vida corre peligro por tu culpa.

A Dylan le empezaron a temblar las rodillas. No había pensado en las consecuencias de su majadería. Se apartó hacia un lado de su acompañante.

Antonio lo observó. Por fuera parecía enfadado por el peligro, aunque por dentro estaba riéndose como nunca.

-Lárgate de aquí. -Ordenó Antonio.

Dylan no dijo una palabra. Salió del callejón corriendo y decepcionado.

Antonio lo siguió cuidadosamente. Se dio cuenta de que caminaba hacia un parque. En el apenas había gente, debido a que todos estaban trabajando. Los estudiantes ya habían salido sus colegios e institutos.

Él se sentó en un banco. Antonio ya le dijo a Álex el lugar hacía un rato. Ella estaba en el banco de al lado 'llorando'.

Dylan se sentía extraño. No logro nada de información y eso le dolía. Él penadas que sería mucho más competente. Entonces se dio cuenta de que en el banco de al lado se encontraba una chica llorando. Tenía el pelo negro y la cara oculta entre sus brazos que estaban apoyados en sus piernas sobre el banco. Llevado por la curiosidad y la pena, se acercó a ella con paso tímido. Se sentó a su lado y le puso una mano en el hombro.

-Hey, ¿por qué lloras?

La chica levantó la mirada y lo vio. Tenía los ojos negros e irritados de llorar, además de la cara roja. Lo que Dylan no sabía, era que esa era Álex con los ojos irritados por culpa de una cebolla y la cara roja de tanto pellizcársela, los ojos llorosos eran por gotas de agua que ella misma se había echado antes.

-Siento haberte molestado. -Hizo un puchero. -Es que soy una idiota, siempre lo je sabido. Molesto hasta a la gente del parque. Ya me voy, no quiero interrumpir tus cosas.

Álex se levantó pero Dylan la agarró por la muñeca y ella volvió a sentarse, ya que él tiró de ella.

-No me molestas, simplemente me preocupaban. Mejor empezamos por el principio: yo soy Dylan, ¿Y tú?

- Alexia, aunque mis amigos me llaman Álex.

-Bueno, ¿cuántos años tienes?

-Eso no se le pregunta a las chicas. -Le recriminó ella.

-Tranquila. Mejor empiezo yo; tengo 13 recién cumplidos.

-Yo los cumplo el mes que viene. -Contestó con fingida timidez.

Dylan se puso de pie.

-¿Damos un paseo?

Álex sonrió y le siguió.

-Por supuesto.

Empezaron a andar por toda la ciudad. Dylan le compró un helado que ella aceptó sin pensarlo dos veces.

Más tarde la invitó a su casa. Él tenía que ir a buscar algo importa te y quería enseñarle su habitación a su nueva amiga. Ella quiso ir encantada.

Caminaron por la calle de los ricos hasta la casa. En ella, Dylan saludó a su madre que estaba trabajando en su despacho y le pidió que no los molestase.

Subieron a la habitación del chico. Dentro habían un montón de cosas que Álex no vio la primera vez. Como una estantería llena de videojuegos para la play y una en cuestión justo al lado de una televisión.

Dylan le pidió que se sentase en la cama mientras él miraba entre los juegos de la estantería alguno que ella pudiese jugar. Optó por los rabbits.

Al sentarse a su lado y rozarse la mano se sonrojó, al igual que ella. Le dio un mando y empezaron a jugar.

Aunque no lo pareciese, Álex era bastante buena. Eso se debía a su inteligencia. Encontraba patrones en el juego y los seguía, lo que era una ventaja.

Cuando se hicieron las ocho y la chica se vio obligada as irse, él la vio. La pulsera de plata de la luna y la estrella estaba en su derecha, la mano con la que le estaba devolviendo el mando.

Llevado por el miedo preguntó:

-Oye Álex, ¿quién te ha regalado Elsa pulsera?

La chica la miró con cara de distracción. Por fuera parecía no darle demasiada importancia, pero por dentro de estaba cagando en todo por su descuido.

-¿Esta baratija? Me la regaló un primo antes de alistarse a la mili. Él decía que era plata de verdad, aunque yo creo que me la hizo él mismo en su casa. Recuerdo que su padre hacía juguetes.

Esa respuesta no alivió demasiado al chico.

-Es que verás, una de mis secuestradores tenía la misma.

Álex se encogió de hombros.

-Normal. Hay muchas destas en todo el mundo. La única diferencia es que probablemente sean de diamantes o de oro o plata. El caso es que solo la guardo porque me parece bonita. Si no ya estaría en la basura hace mucho.

Le dio un golpecito con su dedo índice. Eso sí que tranquilizó más a Dylan, mas tenía sus dudas.

-Bueno, tengo que irme. Espero quede nos veamos por ahí. He visto a un amigo en ti.

Ella estaba a punto de salir por la puerta cuando Dylan le preguntó:

-¿Cómo quedaremos si tu no tienes móvil?

-Nos encontraremos por ahí. Ya quedaremos la próxima vez que nos veamos. Y gracias por animarme, realmente lo necesitaba.

Dylan comprendió algo en ese momento.

-No es nada.

La chica salió y lo dejó con sus pensamientos. ¿A quién le importaba que lo hubiese secuestrado? No era mala chica y desde luego le caía bien. A parte, no estaba seguro de si estaba en lo cierto y era ella. Esperaría a ver como seguían las cosas y luego decidiría si actuar o dejarlo todo como estaba.

La chica del reformatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora