28. La he cagado

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Álex guió a Antonio a un lugar cercano a la fábrica. Desde allí podían verla.

Él estaba confuso, no entendía la razón de haber salido de la casa de Dylan corriendo y llevarlo hasta ese lugar.

Álex parecía contenta y un poco preocupada. Cuando al fin llegaron a una zona en la que estaban perfectamente escondidos se encaró a él.

-La he cagado. -Empezó ella.

Antonio levantó las cejas en señal de sorpresa y luego las frunció un poco enfadado.

-Álex, ¿qué has hecho?

-Cuando estaba con Dylan en su casa vio mi pulsera, y también cuando do lo secuestramos. -Hizo una sonrisa de disculpa.

Antonio empezó a ponerse rojo por la ira y se abalanzó sobre Álex. Ella abrió los ojos y se apartó rápido. Él no le dio tregua y la intentó sujetar por el cuello. La chica tuvo suerte de echarse hacia atrás, pero provocó que se chocas contra la pared. Antonio se acercó y la miró fijamente a los ojos desde cerca.

-Eres idiota, por tu culpa estamos en un buen lio.

-Dudo que el diga nada.

-¿En qué te basas para decir eso?

-En que si quisiera delatar me ya lo habría hecho. Y en vez de eso me ha dejado irme impune de cualquier cosa.

-Aún así deberías haber sido precavida.

Álex suelta una risa seca y lo mira más seria que él a ella.

-Déjame decirte Antonio, que aunque no sea muy precavida, soy inteligente, y una pulsera no va a tirar mis planes por la borda. Te lo aseguro.

-No puedo arriesgarme a que sigamos con este juego, lo has vuelto peligroso ya el primer día.

-El peligro me atrae.

Se apartó de él y caminó hacia la puerta de la fábrica. Antes de perderle de vista, se giró le gritó.

-Por cierto, mañana cumplo trece años. Espero un regalo por tu parte.

Se marchó con tranquilidad.

En casa de Dylan había un silencio sepulcral. Su generador les permitía tener electricidad en casa. Cenaban todos juntos. Sus padres charlaban animadamente mientras él miraba el plato con desgana.

Cuando llegaron al postre su madre se dio cuenta. Al principio pensó que sería por su reciente secuestro, aunque luego recordó que hoy una chica le hizo compañía (se lo contó uno de los mayordomos). Decidió ser delicada.

-Cariño, ¿estás bien?

Dylan la miró un poco asustado; había interrumpido sus pensamientos.

-Sí, solo estoy pensativo.

-Cielo, si es por la chica de esta tarde puedes estar tranquilo. Sabes que conocemos gente importante que podrían conseguir nos lo que quisiéramos.

Dylan se sorprende, ¿estaba insinuando que le habían dado calabazas?

-Mamá, no me pasó nada con mi amiga, es solo que estoy cansado.

-Bueno, si necesitas algo dímelo, ¿vale?

-Sí, mamá. Tu tranquila, si necesito algo te lo digo.

Se levantó de la mesa y caminó hasta su cuarto. En el, se puso a buscar en la cama algo que pudiese ayudarle. Entonces, dio con un pelo negro sobre la colcha. Al verlo se emocionó. Buscó algo donde guardarlo y encontró una caja de madera que tenía en un cajón de su escritorio. Guardó el pelo dentro y puso una pegatina en la tapa de la caja que ponia: prueba de ADN.

Se fue a dormir más tarde, satisfecho de haber conseguido más que la policía. Todo un logro.

Soñó con Álex. En sus sueños se percató de la 9scuridad de sus ojos. No brillaban, parecía que escondía sus emociones bajo una pared de diamante irrompible. Quería saber la razón.

Mientras el soñaba esas cosas tan extrañas, Álex se encontraba en un edificio de empresa. Vendían guantes, sí, guantes. Pero no unos guantes cualquiera, sino que los mejores guantes de plástico, lana y tela del mundo. O al menos de la ciudad. Iban a entrar en la base de datos y robar la documentación personal de uno empleados. Era interesante porque pensaban que era pedófilo. No podían asegurar nada hasta que lo tuviesen completamente vigilado.

En esos momentos, ella caminaba por un conducto de ventilación hasta el despacho del encargado. Sofía estaba detrás y la seguía.

Ya con el despacho justo debajo, Álex ató a Sofía con un arnés y la bajó hasta colocarla justo delante del monitor del ordenador.

La chica conectó un pendrive y tecleó unos códigos que le permitieron pasar toda la memoria del ordenador al aparato.

Con todo dentro, Álex la volvió a subir. Siguieron por la ventilación. Alcanzaron la recepción y llegó lo más difícil. Bajar y salir sin que el guardia las viese.

Álex se preparó para noquearlo si era necesario, que no lo fue porque el hombre se dio la vuelta y se marchó por in pasillo con su linterna.

Las chicas bajaron con rapidez y se fueron directas a la furgoneta.

Camino a la fábrica Álex se durmió. Sólo podía tener buenos sueños puesto que hoy había matado dos pájaros de un tiro.

La chica del reformatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora