Eran las siete de la mañana. Álex estaba despierta. Seguía esposada. No había podido soltarse por varias razones: estaba hambrienta, sedienta y dos gorilas se turnan para vigilarla.
A las ocho la señora Harrison entró en el prostíbulo.
Le quitó las esposas y se la llevó a un baño que había en una oficina. Allí se encontraba una ducha.
Se desvistió y se metió dentro. La mujer le fue pasando diferentes jabones para ducharse y aprovechó para beber un poco de agua.
Salió de la ducha y la mujer le entregó un cepillo de dientes. Después le peinó su pelo negro, poniéndole dos trenzas laterales acompañando al pelo suelto.
Le dio un vestido negro y ropa interior limpia, además de unas bailarinas negras.
Por último, le maquilló el ojo morado. Era muy difícil notar su diferencia de color, parecía que nunca nada hubiera alterado el color de la blanca piel.
La obligó a salir del local y entrar en la limusina que esperaba fuera.
Llegaron a la casa a las once. Dylan esperaba en la puerta. Álex analizó el atuendo y la expresión del chico. Llevaba una camiseta verde de manga corta y un pantalón vaquero corto. Sus zapatos eran unas simples zapatillas de fútbol. Su pelo rubio despeinado no le quitaba protagonismo a sus ojos grises que la volvían loca.
La señora Harrison salió primera.
-Dylan cielo, tengo una sorpresiva para ti. -Le hizo una señal a Álex para que saliese. Dylan se sorprendió enormemente. -¡Sorpresa! Como no tenías pensado nada por tu cumpleaños creí que os lo pasaríais bien juntos.
-S-sí, claro mamá. Álex, vayamos a dar una vuelta.
Ella estaba a punto de seguirle cuando la madre la agarró de la mano.
-Más te vale que se lo pase bien. Lleva suficiente dinero como para que os compréis un móvil, comer o no dependerá de él.
Álex asintió fingiendo estar intimidada.
Los dos chicos dieron un paseo. Pasaron por varios lugares muy poblados: recreativos, centros comerciales, piscinas privadas... mientras iban a todos eso lugares Álex rezaba porque no se acabara el dinero.
Aprovechó que él estaba cansado para ofrecerle a ir un poco de comida. El chico aceptó.
Fueron a un quiosco donde ella pidió una palmera de chocolate y él una piruleta de pica pica. Se fueron a comer las cosas al parque que había allí cerca.
Mientras comían, Dylan recordó y observó la pulsera de plata de Álex.
-Oye, ¿puedo hacerte una pregunta?
-Dispara.
-Ya sé que te lo pregunté el otro día, pero necesito saber si realmente tú tuviste algo que ver con mis secuestradores.
-Dylan, olvídalo ya.
-Es que no puedo olvidarlo. La chica que me secuestró tenía la misma pulsera y cada vez que te veo con ella me duele la cabeza.
-Lo sé Dylan, pero yo no puedo hacer nada para cambiar eso.
-Sí que puedes. Admite que tu me decuestraste.
-Lo haría si hubiera sido así.
-Vamos Álex deja ya de fingir. No me engañas.
-No intento engañarte.
-Muy bien, no me dejas otra opción. Tengo una prueba que te delatará a la policía.
-¿En serio?
-Sí. La tengo en mi casa.
-Es raro que la policía científica no encontrase esa prueba.
-Pues sí. El caso esas que yo la tengo.
-¿Y qué es?, si puede saberse claro.
-Un pelo tuyo.
Álex borró la sonrisa de su cara. No creía que fuera de farol, pero le seguía extrañando que no lo hubiese encontrado la policía.
-Eso es imposible.
-El día que jugamos juntos a la play busqué uno en mi cama y lo guardé. Delatarte es tan sencillo como ir a la policía y dárselo.
-No te creerán.
-Seguro que sí,sólo tengo que decirles que lo encontré debajo de las mantas.
-Mientes, no creo que vayas a delatarme.
-¿Vas a arriesgarte a comprobarlo?
Álex miró a los lados. No veía la forma de escapar de esta. Dylan se le acercó.
-¿Te has quedado sin palabras?
Entonces se le ocurrió una idea. Se tiró al suelo y se quitó con una mano el maquillaje del ojo. Luego empezó a gritar.
-¡Qué dolor! ¡Me ha dado un puñetazo! ¡Me ha golpeado! ¡Socorro!
Dylan empezó a preocuparse cuando la gente se giró a ver por qué gritaba Álex. Ésta se movía en el suelo y no paraba de gritar.
-Vale, vale, no se lo diré a nadie. Pero por favor, para de gritar.
Álex paró y se levantó aparentando estar ofendida.
-Acepto tus disculpas. Venga, vámonos a tu casa.
Dylan se levantó y empezó a seguirla. No sabía sus intenciones, aunque esperaba que no fuera a hacer algo malo.
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La chica del reformatorio
ActionÁlex es una niña superdotada que nunca fue querida por nadie. Sus ojos y pelo negro destacaban sobre las demás chicas, por lo que no tenía amiga. Además, era bastante deportista, algo que los chicos envidiaban, no tenía amigos. Su elevada inteligenc...