Dylan estaba siendo interrogado por la policía. Primero su secuestro y luego el apagon; no les parecía una coincidencia.
El chico les decía que no tenía ni idea con respecto al apagón, pero los policías insistían en que les contase todo lo que sabía.-Escúchenme y entérense bien. Yo fui secuestrado por cuatro o cinco días, lo único que vi que pueda servir de algo es que una de las personas que me retenía era una chica de mi edad, pelo negro, ojos negros y una pulsera de una estrella y una luna. No sé más. Ahora, ¿podrían dejarme tranquilo?
Los policías se marcharon. Dylan suspiró irritado.
Subió con una linterna a su habitación. Se tumbó en la cama y miró al techo oscuro. Le daba rabia no saber quiénes le habían secuestrado. Quería encontrarlos a toda costa e impartir justicia.
Todo se debía a un pequeño trauma. Desde pequeño, todos los niños que eran más fueres se metían con él por ser rico. Les daba envidia. Luego conoció a gente y tubo amigos, aunque hasta que llegó ese día fue muy infeliz.
Se quedó dormido pensando en la forma de encontrar a la chica, pues dio por hecho que así encontraría al resto del grupo.
Al día siguiente se levantó lleno de energía. Decidió ponerse algo que lo escondiera un poco. Optó por unos pantalones piratas y una camiseta blanca, con una gorra azul que le tapas e un poco la cara por supuesto.
Bajó corriendo a la cocina. Sus padres no estaban, ya que tenían que trabajar los sábados. Él cojió un bollo que le habían dejado y se marchó.
Se dirigió al centro con la esperanza de ver a algún carterista que le diera una pista de por dónde empezar.
Vio que entre dos calles daba paso a un callejón. Como el crío no ha debido de ver una película de miedo en toda su vida, entró en el.
Caminó hasta el final, donde se vio obligado a dar la vuelta.
Ya en la salida, apareció un hombre alto, corpulento y lleno de tatuajes.
-Pequeño, debes de estar perdido. Ven yo te diré a donde tienes que ir.
Un chico vio como el hombre empujaba a Dylan al callejón.
Dylan se asustó un poco al sentirse acorralado. El hombre se le acercaba cada vez más y su sonrisa era maliciosa y digna de psicópata.
- Dime niño, ¿qué llevas encima?
-Nada, se lo juro.
El hombre sacó una navaja del bolsillo y frunció el ceño.
-Quiero que me digas la verdad.
Dylan, que estaba más asustado que un ratón a acorralado por un gato, se metió las manos en los bolsillos y tiró al suelo diez libras.
-Se lo juro de verdad. No llevo nada más encima.
El hombre se dio por satisfecho y se dio la vuelta para salir.
-Ha sido un placer hacer negocios contigo.
Mientras salía del callejón, un niño metió la mano en su bolsillo y robó al ladrón las diez libras.
Después se acercó a Dylan y le dijo con una ceja alzada:
-¿Estás bien chaval?
-Sí. -Dijo con la respiración irregular.
-Ese tío es muy peligroso, yo de ti guardaría las distancias.
Dylan le dedicó una sonrisa de alivio. Entonces, vio las libras en su mano.
-¿Le has robado lo que me robó?- preguntó incrédulo.
-Sí. Digamos que me apetece un batido y no llevo nada suelto, así que este minirobo me ha venido bien.
-¿Me gustaría que me las devolvieses? -pidió Dylan en tono bajo.
-Y a mí me gustaría saber qué rayos haces en este callejón.
Esa era una pregunta peligrosa. Fue una pena que Dylan contestase sin pensar; como si estuviese en clase de matemáticas y la profesora le preguntase cuánto es dos más dos.
-Busco a mis secuestradores.
El chico abrió mucho los ojos.
-¿Cómo te llamas?
-Dylan. ¿Y tu?
-Mi nombre verdadero es un secreto para todos, por eso le pudo a la gente que me llame Antonio.
-¿Sabes por casualidad algo sobre lo que busco?
-Puede que sí puede que no. En esta ciudad hay respeto entre los ladrones, y yo no quiero faltar a nadie.
-Lo entiendo, pero yo solo quiero saber si podrías decirme algo; un nombre tal vez.
Antonio se tocó la barbilla. Podía sacar un poco de dinero, aunque necesitaba la autorización de los que ladrones de su organización y de Álex.
-Sabes qué, mañana ven aquí a las seis de la tarde. Te diré algo seguro.
ESTÁS LEYENDO
La chica del reformatorio
ActionÁlex es una niña superdotada que nunca fue querida por nadie. Sus ojos y pelo negro destacaban sobre las demás chicas, por lo que no tenía amiga. Además, era bastante deportista, algo que los chicos envidiaban, no tenía amigos. Su elevada inteligenc...