41.Agotada

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Llevaban ya dos horas allí. Uno de los chicos sangraba por la nariz, el otro tenía un brazo roto y Antonio era el siguiente. Álex tenía lágrimas en las mejillas, pero no estaba llorando.

-Cuando tenías seis años, tu padre se dio cuenta de que había una oportunidad muy sencilla de conseguir dinero. Así que te llevó a unos laboratorios y allí te metieron algo en la cabeza. ¿El qué?

-No lo sé. -Dijo seria, mirando al suelo.

El chico ya había perdido la paciencia. Cogió una navaja que llevaba en el bolsillo y se la pasó por la cara a Álex. Le cortó desde la ceja hasta el pómulo. Ella gritó.

-Quiero que limpieis esa herida. Necesito pensar.

Los chicos le hicieron caso.

Pasó media hora y él volvió. Álex estaba débil, le temblaba todo el cuerpo y le dolía el ojo.

-Escucha, siento lo del ojo. Es lo que pasa cuando me enfado. Ahora escúchame bien. Te doy una última oportunidad para que me cuentes qué hay en tu cabeza o empezaré a romperte los dedos uno a uno.

-No me dan miedo tus amenazas.

-¿A no? -Miró a Antonio. Se acercó a él y sacó una pistola. Le apuntó a la cabeza. -¿Tendrás más miedo si voy matando a tus chicos uno a uno? -Álex lo miró seria.-Tienes tres segundos. Unos. -Sí hablaba podrían morir un montón de personas. -Dos. -Pero no quería que Antonio muriese. -Tres.

-¡Espera!

Nadie se movió.

-¿Hablarás?

-Sí. -Dijo sollozando.

-Entonces habla.

Álex tomó aire.

-Cuando tenía seis años mi padre trabajaba como camarero. Apenas ganaba para comer y no sabía qué hacer. Entonces un laboratorio que hacía pruebas con el ADN, dijo que había descubierto la forma de hacer que un ser humano controlase la electricidad. Como aún no lo habían probado, ofrecían una gran cantidad de dinero para quién quisiera ser su covalla. La única pega era que debía tener menos de veinte años. Mi padre me apuntó y me llevó corriendo. Entré en quirófano y no se muy bien qué me hicieron. Luego me quedé interna allí y ne hicieron pruebas. Parecía que podía hacer que un ordenador funcionase mal al acercarme, pero no mucho más. Siguieron con las pruebas y descubrieron que a medida que fuese creciendo, mi poder también lo haría.

El chico empezó a reír a carcajadas.

-¿A qué no era tan difícil contarlo? Mi propósito es averiguar cómo consiguieron eso en ti, para después poder hacer que otras probas lo tengan.

-Es imposible.

-¿Por qué?-Le preguntó en tono burlón.

-Porque ese poder está en mis células. Ni en mi cabeza, ni en mi corazón. Todo mi organismo es ese poder. A no ser que consigas una muestra y separarla hasta obtener el átomo de esa parte de mí, estarás perdiendo el tiempo.

-En ese caso echaré a estos tres de aquí y te tendré como mi mascota. No es nada personal, pero es que las mujeres italianas me vuelven loco.

Los hombres cogieron a los chicos y los echaron de la fábrica, aún atados. Luego cogieron a Álex y la subieron a un coche.

La llevaban en camino a casa del chico.

-Te va a encantar. Está en la playa. Escuchar el mar es muy relajante por las mañanas.

La chica del reformatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora