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Al despertar, Álex sentía un vacío en su interior; por no hablar del tremendo dolor de cabeza que tenía.

Se puso el pijama y fue con él a la cocina. Dake ya estaba allí, trajeado y perfectamente peinado.

-Buenos días. Con todo el respeto, estás horrible.

-Me encuentro un poco mal.

-Pues eso hay que arreglarlo. ¿Quieres medicina, un masaje, un baño caliente?

-La verdad es que necesito dormir.

-Entonces no me queda opción. Llamaré a esa persona para que venga en otro momento.

-Eso no es necesario.

-Aún así, preferiría que te fueras a la cama.

Álex asintió y volvió al dormitorio.

Dake llamó al anónimo y le informó de la situación. Quedaron en que él avisaría cuándo podría venir.

Se acercó a la habitación de la chica. Álex estaba dentro de la cama, acurrucada entre las sábanas. Se puso en cuclillas y posó la mano en el montón que se suponía que era ella.

-¿Cómo te encuentras?

-Como si una colmena de avispas revoloteasen en mi cabeza.

-¿Quieres que te traiga algo?

-Solo necesito que la casa esté tranquila y en silencio. Nada más.

-Vale. Llámame si necesitas algo.

La tarde fue de lo más aburrida. Álex durmió y Dake se ocupó de que la casa estuviese en el silencio más profundo que pudiese existir.

A las ocho, ella despertó. Se sentía bastante mejor y ya no le dolía la cabeza. Salió del cuarto y buscó a Dake. Él estaba en la cocina. Podía observar su preocupación al pasar las hojas de una libreta.

-¿Qué te sucede? -Le preguntó.

Dake dio un pequeño respingo. Se giró y vio a la chica todavía en pijama.

-Pareces recuperada.

-Me siento mucho mejor.

Dake se le acercó. Ella se puso roja y pensó que él me haría algo extraño, pero tan solo le frotó la cabeza.

-Me alegro.

Salió de la cocina con una sonrisa. Álex lo siguió con el pelo alborotado.

-¿Se puede saber que ha sido eso? -Exigió saber.

-Una caricia cariñosa.

- ¿Y desde cuándo tú eres así?

Dake se cruzó de brazos y giró para verla a los ojos.

-¿Es qué no recuerdas lo que me hiciste prometer el otro día?

-Bueno... sí. -La verdad era que ella lo había olvidado.

Dake sonreía ante esa situación.

-Bien, tengo cosas que hacer. Si necesitas algo avísame.

-Yo...

Giró de nuevo y la atrapó entre la pared con sus brazos.

-¿Tú?

Álex tragó con fuerza. No entendía ese sentimiento extraño que sentía cuando Dake estaba cerca. Ella sabía que estaba mal, pero no podía evitarlo.

-Yo creo que...

Dake la besó en los labios con cuidado. Álex le siguió con timidez. Entonces sintió que las manos de él bajaban a su cintura y se metían en su camiseta.

La chica del reformatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora