12.Antonio

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La semana pasó rapidísimo. Estaban a sábado, todos juntos, en el comedor. Le habían permitido a Martín salir, pero si hacía algo mal no se le permitiría volver a hacerlo.

Hoy traían a un reclusos nuevo. Naturalmente, al grupo le daba igual. Todos salían éste año, y Álex iba a conseguir las pruebas de su inocencia, por lo que le daba bastante igual quién entrase o quién saliese.

Interrumpieron su comida para dirigir la vista a la puerta y ver al reclusos nuevo. No muy alto, pelo rubio, ni muy largo y rizó, ojos azules y piel pálida. Lo primero que ella pensó al verlo fue "genial, otro idiota al que soportar en este infierno". El resto del grupo simplemente lo vio y siguió a la suyo.

En el patio, vieron al nuevo ir a desafiar a Santi a un pulso. No parecía débil, pero resultaba difícil pensar que podría ganar a Santi. Se sentó en la silla y ofreció su mano. Santi la apretó con fuerza y empezaron el pulso. Era muy importante el resultado, daría a entender si iba a estar en el grupo de los que sobrevivirían ahí dentro o si su oponente le haría bulling hasta que saliese (como a todos los que han perdido ante él).

Santi tenía todas las de ganar, el chico apenas conseguía mantener el puño de su adversario sobre la mesa, un poco y habría perdido.

-¿Queréis ver algo divertido? -Le dijo Álex al grupo.

Ellos asintieron con una sonrisa maliciosa.

Se acercaron a la mesa. Álex se puso la primera para verlo todo mejor. Se agachó y apoyó un dedo hacia el lado de Santi. Apenas estaba haciendo fuerza, aunque sí la suficiente como para que el nuevo pudiera remontar. Cuando los puños se encontraban otra vez en el centro de la mesa apartó el dedo. El chico, lleno de esperanza por poder ganar, dio un gran impulso y golpeó el brazo de Santi contra la mesa. Álex enseñó una sonrisa, desde que hacía pesas allí dentro con Marta, su fuerza había aumentado y podía ganarle a Santi en un cuerpo a cuerpo sin despeinarse y probablemente sin usar sus trucos de Artes marciales.

-Lo siento Santi, pero tenías mucha ventaja y me dio pena.

-Ni te rayes Álex, tus juegos siempre son divertidos. -Dijo entres dientes.- Y en cuanto a ti -Señaló al nuevo. -, yo me andaría con cuidado, has entrado en mi lista negra.

La historia de Santi era un secreto para todos, lo único que se sabía es que debía estar allí hasta los veinte, y puedo que tenía diecisiete, serían dos años de suplicio para el nuevo.

Álex se alejó con pasó desafiante.

En su habitación se puso a mirar el regalo de su duodécimo cumpleaños. Unos tacones rojos que las dos chicas de su grupo le habían regalado. Sin duda, ella había madurado mucho desde que estaba en el reformatorio.
Su pelo se había tornado más oscuro, su cuerpo se había desarrollado por el ejercicio y se había vuelto más femenina. A los diez le regalaron una camisa, a los once una falda negra y los doce unos tacones, eso la había ayudado a se más femenina. No hablemos de Marta, ahora se preocupaba más por ella: le aconsejaba, a veces la peinaba, la mimaba y la protegía.

También se había echo amiga de un grupo de chicas de su edad que amaban el robo silencioso y le habían enseñado a realizarlo, algo que le resultaba de lo más divertido e interesante. Marta intentó alejarla de ellas una cantidad de veces incontables, pero no podía frenar el lado malvado de Álex. Después de todo, esto era un reformatorio, y dentro de los reformatorios no se aprende a ayudar a los ancianos.

Era diez de julio y hacía un calor tremendo. Se puso la falda y la camiseta de tirantes con unas Converse bajas (las únicas que tenía y le dejaban tener).

Estaba tirada en la cama, dejando que se le vieran las braguitas en la posición que estaba, mas le daba igual, pues había cerrado con llave. Observada el techo, pensando en qué pasaría al fugarse de aquel recóndito lugar. Alejó esos pensamientos y se levantó a para ir al patio y tumbarse en la lleva a la sombra, pero con cuidado de que no se viera su ropa interior, evidentemente.

Al abrir, vio al nuevo al otro lado de la puerta. Tenía el puño levantado y los ojos muy abiertos. Ella lo observó impaciente y con cara de desagrado. Como pasaron cinco minutos y el chico ni dijo nada empezó ella a hablar, con un tono despectivo como le habían enseñado sus amigas claro.

-Hola. ¿Quieres algo o piensas quedarte ahí como un pasmarote?

-Yo... -Se aclaró la garganta. - Quería darte las gracias por lo de antes.

Álex alzó un ceja.

-Sé que lo estás, se notaba en tus ojos cuando lo conseguiste.

El la miró más sorprendido que antes. No daba crédito a los que escuchaban sus oídos.

-¿Siempre eres así de borde? -Le contestó en un impulso de valor.

-¿Y tú así de impulsivo?

-Si buscas pelea la vas a encontrar.

Puso los brazos en jarras.

-Y si tu buscas quedarte sin tu parte masculina, si es que la tienes claro, sólo tienes que avisarme.

Pasó por su lado, dándole un codazo y dejándole con la palabra en la boca.

Se acercó hasta el recóndito más oscuro de todo el reformatorio y se quedó mirando como todos los idiotas se peleaban. Siempre le gustaba verlos, le ayudaba a pensar.

De repente, el nuevo se metió en una de las peleas. Se iba a enfrentar a un chaval llamado... ¿Cómo se llamaba? A sí, Erying lo llamaban. Era una persona bastante grande, tanto que le sacaba dos cabezas a su adversario y le triplicaba la fuerza, por lo menos.

Se acercó a los espectadores y preguntó por quién habían apostado. Creo que es innecesario decir por quién.

Empezó la pelea. El nuevo sólo esquivaba los puñetazos y soltaba alguna que otra patada a las piernas de vez en cuando. Naturalmente eran inservibles. De un segundo a otro, Erying lo tiró al suelo. Temblando, el nuevo busca una vía de escape antes de recibir un puñetazo en la mandíbula. Mira a Álex con ojos suplicantes y mueve los labios formando un casi imperceptible socorro.

-Para. -Dice firmemente.

Erying la mira sudoroso. Ella se acerca despacio y muy seria. Mira al chico del suelo y sonríe.

-Si no te importa, yo daré el golpe de gracia.

Erying suelta un carcajada a tiempo que ella le da al nuevo una patada con la punta del pie en el estómago. El nuevo escupe un poco de sangre y se retuerce en el suelo.

-¿Qué te ha parecido?

-A mi me parece que cada día estás más fuerte y mad guapa. -Le dice Erying con los brazos cruzados y sonriéndole.

-Oh, lo sé.

La chica del reformatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora