16. Recolecta de piezas

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Hoy, Sábado, era el único día en que los reclusos podían levantarse tarde. Por eso, Álex consideró seriamente si matar a Antonio por venir a las siete de la mañana a su habitación.

Le ordenó que se preparase para salir a buscar las cosas. Álex le dijo que no tenía por qué hacerle caso, ahora ya estaba libre.

-Puede, pero entonces, si tengo oportunidad de repetirlo, no dudes en que te romperé el brazo.

Álex le hizo mueca y entró a prepararse.

Salió con unas mallas y una sudadera, ambas negras.

El chico la guió hacia una sala que todos los reclusos conocían muy bien: el cuarto de descanso de los guardias.

Era un sitio bastante fácil de acceder, no tenía cámaras ni delante de la puerta ni dentro de la habitación. A cambio de eso, siempre había un guardia dentro, que era él único que pasaba allí la noche. Entrar significaba que, si te pillaban, te pasarías el resto del tiempo metido en tu habitación.

-Quiero que cojas una cosa de ahí dentro.

Álex lo miró con los ojos muy abiertos. Pensaba que el chico no era consciente de la gravedad de la situación.

-Creo que no lo entiendes. Si me pillan no podré salir de mi habitación hasta que llegue el día en que tenga que marcharme.

-Lo sé. Por eso te aconsejo que tengas cuidado cuando vallas a coger un tenedor y una horquilla.

-¿Cómo quieres que consiga una horquilla si aquí son todos hombres?

-Búscate la vida, pero yo quiero, necesito y tendré una horquilla.

Repitiendo lo de antes, hizo una mueca y se preparó para entrar.

Pegó la oreja a la puerta y escuchó unos ronquidos. Abrió ligeramente la prueba y un guardia dormido sobre un sofá confirmó sus sospechas. Entró y se dirigió en silencio a una pequeña cocina. Abrió un cajón en el que habían potas. Lo cerró y fue a abrir otro. Esta vez acertó con los cubiertos. Cogió un tenedor y salió del lugar sin hacer ruido.

En el pasillo, Antonio estaba sentado contra la pared, con los ojos cerrados y pareciendo está dormido. En cuanto cerró la puerta, él se despertó mientras se levantaba y abría los ojos con cansancio.

Le arrebató el tenedor de las manos. Luego la agarró del brazo. Tenían la misma edad, pero la fuerza de su brazo era increíble. Le hacía daño.

La llevó a la habitación, donde la obligó a entrar. Álex empezaba a aburrirse de sus órdenes.

-¿Qué hacemos en mi habitación?

-Ya tengo el tenedor, ahora quiero la horquilla.

Álex se acercó a su pequeño baño y sacó una horquilla de un cajón. Se volvió a acercar a Antonio y se la tendió.

-¿Algo más?

-No.

Con esto, se dio la vuelta y salió del lugar.

Álex, enfadada, cerró la puerta con llave, se tiró en su cama y se quedó dormida. Este chico la metería en problemas.

Antonio entró con prisa en su habitación. Retorció el tenedor de forma que la punta del centro estuviese agachada y las otras quedasen hacia arriba. El mando lo dobló por la mitad. Abrió la horquilla hasta estirarla completamente. La introdujo en el espacio que dejaba el tenedor al ser doblado y la volvió a moldear, haciendo que quedase redonda. Actuaba como llavero improvisado de un tirachinas improvisado.

Lo metió debajo del colchón de la cama y se tumbó encima, comprobando así que no se notaba su presencia.

Estaba bastante contento. Había fastidiado a Álex, conseguido sus cosas y aún le había sobrado tiempo.

Esto prometía, pues los dos tenían planes. Álex pensaba vengarse y Antonio escaparse. El desenlace iba a ser divertido, por no hablar que les deparará el futuro.



La chica del reformatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora