12. Abigail al habla.

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—Gabriel —me dice Damien cuando terminamos las primeras operaciones del día—. Esta noche nos presentarás a tu futura mujer, así que nos vemos a las diez en el Saccre —palmea mi espalda y se va.

¿Y este cómo se ha enterado de lo de mi pareja ficticia? Ah, claro, Sasha.

Camino directo hasta su puesto de trabajo y me paro frente a ella. Me inclino en su mesa apoyando mis palmas en ella y enarco una ceja.

—¿Qué pasa? —pregunta indiferente.

—Le has contado a Damien lo de mi... pareja —ni siquiera tengo una.

—¿Y? ¿Qué es lo raro?

Vale, inciso: es usual que cuando uno de nosotros elige la persona con la que se casará, sólo como un mero trámite, se presente inmediatamente al círculo más cercano y de esa forma de hace oficial. Así es como funciona. Al no existir ningún tipo de sentimientos, es una forma de formalizar la relación.

—Nada —bufo—. Allí estaré... Esta noche.

—Bien —asiente y continúa trabajando.

Tengo que pensar a quién llevar. Sophie está descartada, precisamente es lo que oculto. Ella es mi secreto. ¿Quién más podría servirme? La única otra mujer con la que tengo una relación cercana y cordial que no sea del trabajo, es la cocinera del Saccre. Y esa queda igualmente descartada porque lleva casada cinco años.

Ah, ya sé. Va a ser raro, pero para eso están las hermanas.

—¿Abigail? —le digo cuando descuelga el teléfono, al otro lado de la línea.

—Abigail al habla. ¿Quién eres?

—Gabriel.

—¿Qué Gabriel?

—¿Cuál va a ser? Soy tu hermano.

—Ah. ¿Qué quieres? Llevamos una eternidad sin hablar.

—Necesito un favor.

—Ya. ¿Razones para hacértelo?

—No las hay, Abi. Voy a comprar un billete de tren a Sephanie y vas a venirte ya.

—¿No has pensado en que tengo compromisos?

—Si lo haces, no te volveré a molestar jamás —resoplo.

—Eso espero. ¿De qué se trata?

—Te cuento sobre la marcha.

Colgamos tras algunos minutos más y me dirijo al quirófano. Hay que seguir con la jornada.

Unas cinco horas después, ya he cosido el último corazón y me he aseado debidamente. Cojo las llaves del coche y pongo rumbo hacia el Saccre. Aunque recuerdo que antes tengo que llamar a Sophie.

—Qué —escucho su tenue voz al otro lado. Aún está algo enfadada por la discusión.

—No iré a cenar, prepara lo que quieras.

—Pero... ¿Y eso por qué?

—Tengo un compromiso.

—Ah. Vale.

—Nos vemos luego.

—Sí, claro.

Cuelgo directamente y pongo rumbo a la estación. Ya envié los billetes a Abigail y debe estar al llegar. Aparco y salgo corriendo a recogerla.

Y ahí aparece, con su pelo rubio cenizo recogido en un moño alto y sus ojos verdes, como los míos, atrapados por unas gafas de ver de pasta que le dan un aspecto aún más bohemio de lo que ya tiene.

—¿No te podrías haber arreglado un poco más? —le pregunto fingiendo un interés que no tengo.

—No —responde sin más—. ¿A dónde vamos?

—Cenaremos en el Saccre —murmuro—. Es un buen restaurante no muy lejos de aquí.

—Bien. ¿Y por qué he tenido que venir?

—Fácil. Debes hacerte pasar por mi mujer.

—¿En qué mierdas te has metido para eso?

—Te lo explicaré en mi casa, pero luego. Ahora, en serio, tenemos prisa.

En el restaurante, Damien, Sasha y sus respectivas parejas están ya sentadas. Apenas se miran, están distraídos, como casi todo el restaurante.

—¿Mesa para dos? —pregunta el maître.

—No, tenemos una reserva ya hecha. A nombre de Gabriel.

—Ah, sí. Acompáñenme —dice y le seguimos.

Abigail va silbando una canción absurda. Le doy un codazo para que se calle y atienda a mis compañeros. Hay que pasar este mal trago. Nos saludamos fría y cordialmente y la velada empieza.

***

Abro la puerta de casa y el silencio solo se ve acompañado por una absoluta oscuridad. Enarco las cejas extrañado. ¿Y Sophie? ¿Y Travis? Enciendo la luz y entro. Abigail se mantiene tras de mí algo ebria, pero al menos en silencio.

—Siéntate ahí —le indico el sofá susurrando—. Ahora vengo.

Abro la puerta de la habitación grande y camino hasta al lado de la cama. Con la poca luz de luna que entra por la ventana, admiro unos segundos el rostro calmado de Sophie y a su lado, enroscado sobre sí mismo, su hijo.

Al ponerme en pie hago algún ruido que la sobresalta y abre los ojos repentinamente.

—¡Dios mío! —se incorpora poniendo una mano en su pecho—. ¿¡Qué haces!? —me pregunta ladeando su pelo hacia un lado.

—Yo... Eh... Quería asegurarme de que estabais aquí. Nada más —me giro para salir al salón, pero ella viene detrás, abrazando su delgado cuerpo y frotándose los brazos por el frío. Supongo.

Hay un momento de tensión palpable cuando la mirada de Abigail y la de Sophie se encuentran. Mi hermana tose sonoramente esperando a que le dé una explicación, y acto seguido, un «ssshhh» por parte de Sophie nos frena.

—Travis duerme. Lo que sea, hacedlo en voz baja... Por favor —se gira para irse, pero la agarro del brazo provocando que vuelva a mirarnos.

—Esta es Abigail —la señalo con la cabeza—. Es mi hermana.

Juraría que Sophie ha soltado un suspiro de alivio, pero no estoy seguro. Sonríe sincera y da dos rápidos besos en cada mejilla a Abi, que se aparta como si su roce quemara. Normal, esos gestos ni son normales para nosotros, ni están bien vistos. Normalmente saludamos con un agarre firme de manos a todo el mundo.

—Ella es Sophie —digo a continuación—. Y es... la...

Piensa, ¡Gabriel! Dile algo a tu hermana. Seguro que lo entenderá.

No, no va a entenderlo.

Paso una mano por mi cara y suspiro.

—Está bien, hermano. No tienes que darme explicaciones... Casi. Dime por qué, si tienes una mujer, he tenido que hacerme pasar por la tuya.

Mi rostro gira al de Sophie, que tiene la boca ligeramente abierta y por supuesto, espera una contestación rápida.

Heartless [COMPLETA - Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora