1. Manos al cerebro y al corazón.

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—Siguiente —digo a Sasha, la enfermera encargada de pasarnos los clientes a los que hay que erradicar esa estupidez llamada sentimientos.

—Eh... Gabriel... —me responde ella—. Debería tocarte atender a Jázmin, pero Damien ha salido antes del quirófano, así que ahora va a entrar Travis.

—Muy bien —asiento serio—. Le espero —me retiro de nuevo y meto mis manos en unos nuevos guantes.

Una camilla blanca empujada por dos celadores no tarda en llegar ante mí. Tumban al pequeño cuerpo en la mesa de operaciones y examino que la anestesia esté bien puesta. Todo correcto, así que procedo a la primera incisión a la altura de su corazón.

La sangre brota, los asistentes de cirugía hacen adecuadamente su trabajo mientras yo indago en el corazón del niño. Abro, separo, corto y anulo el nervio que provoca la permanencia de sentimientos. Coso y me dirijo a la cabeza, el cerebro es quien manda en el ser humano y el culpable de hacer delirar a las personas con esos temas tan insignificantes como son el amor, el aprecio, la tristeza.

La mente es todo un mundo; incluso he escuchado que es aterradora, pero eso ya lo desconozco. Y es que hace ya veintidós años que no sé lo que es el miedo. A mí, como a cualquier otro niño, me arrebataron la capacidad sentir con sólo diez años y a día de hoy, estoy orgulloso de ello. Creo firmemente en la idea de que todo lo que no sea aumentar tus ganancias, está de más.

En la actualidad, las personas sólo tienen una misión: crecer laboral y económicamente. Sí, nos casamos, nos reproducimos y formamos familias, pero sólo para garantizar la permanencia de la especie. Nunca, en ningún caso, nos enamoramos. No sabemos lo que es hacer el amor, ni tener ilusión por los hijos que puedan venir. No conocemos el temor o la envidia. ¿Hay algo mejor que eso? Con esfuerzo se ha conseguido que este modelo de vida sea el obligatorio en todos y cada uno de los países que hay sobre la tierra.

Coso la cabeza de este chico que por fin podrá vivir una vida como se merece y lo sacan de la habitación al poco rato.

Cuando llego a casa, nadie me espera. Sé que tengo que encontrar a una mujer, pero mi tiempo lo invierto en gestionar el dinero, comprar lo que me da la gana y vivir. Porque una familia, en mi opinión, te quita la vida. Debes prestarles atención a pesar de no querer hacerlo, al menos hasta que tus hijos cumplen su primera década, lo cual es un alivio para todos los familiares.

Yo tengo una hermana. Vive lejos de aquí y apenas recuerdo su rostro, pero no me importa porque no puedo tenerle ningún tipo de estima. Sé que ella tampoco está interesada en conocer qué es de mí. En cuanto a mis padres... Mi madre vive cerca de Abigail, mi hermana, y mi padre fue descubierto por la Asociación contra los Sentimientos (ACS). Él no había superado la operación, pero consiguió disimularlo y se enamoró perdidamente de mi madre, la cual era absolutamente fría y distante, como Abi y yo. Cuando cumplí los tres años, irrumpieron en mi casa y se lo llevaron al Ejecutorio de Sephanie, donde aniquilan a todo aquel que haya mentido acerca de su enfermedad.

Porque sí, sentir es una enfermedad.

Me preparo un sándwich y me siento en la mesa a comerlo mientras veo las noticias. Nada interesante: algunos accidentes, celebrities que han conseguido un matrimonio, actores investigados por posible engaño... Lo de siempre.

Estoy a punto de irme a duchar, cuando suena mi teléfono móvil. —¿Sí, Sasha? —pregunto extrañado. A estas horas de la noche ella no debería estar en el hospital.

—Malas noticias. Travis quiere ver a su madre.

—¿Y?

—La echa de menos.

—No es posible. Ese chico fue operado esta mañana por mis propias manos.

—Por eso, Gabriel... —se calla un segundo—. No ha superado la operación, aún puede sentir.

Si tuviera algo de corazón, estaría furioso, pero me siento indiferente. Simplemente sé lo que viene a continuación: la segunda y última oportunidad para el niño. Volveré a operar su corazón y su cerebro, y si aún experimenta cualquier tipo de sentimiento, habrá que comunicarlo al Ejecutorio. Sí, el niño deberá morir.

No soy mala persona, no me malinterpretéis. Es sólo que no podemos permitir que alguien acarree con el peso de los sentimientos. Sería malo para el individuo en cuestión, igual que lo fue para mi padre.

Heartless [COMPLETA - Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora