35. Viva.

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-CAPÍTULO NARRADO POR SOPHIE.-

Doy pena, ni siquiera soy capaz de matarme.

Una habitación de hospital es lo único que reconozco, blanca y sencilla. Pienso varias veces cómo he llegado aquí y no logro recordarlo. Sé que estaba en el Ejecutorio sin embargo... no pongo en pie más. Quizás un largo sonido agudo cuando ya llevaba varios segundos sumergida en la bañera, pero supongo que fueron cosas mías.

Y aquí estoy: viva, sola y a dos semanas de morir trágicamente. No puedo dar crédito, esto no me puede estar pasando. Y cuando creo que nada puede marchar peor, entra Sasha acompañada de mi marido.

Las ganas de vomitar se hacen presentes, pero tengo el estómago vacío, así que sólo hay náuseas. Si os digo, es hasta más incómodo. Retiro la mirada de ellos, pero se acercan a mí.

—Si ha sido un paripé para que te traigan al hospital, vas apañada. Tienes dos agentes de seguridad de la ACS en tu puerta y uno que entra a vigilarte cada dos horas. Volverás al Centro tan pronto como te den el alta. —sentencia Sasha, sonriente. Cierro los ojos, tratando de ignorar sus afiladas palabras. —Ah, y... por si no sabías nada, Gabriel está en prisión. Cinco años por falsificación y ocultación de documentos oficiales. La condena se ampliará en dos años más si se demuestra que ha tenido algún contacto contigo. —se acerca mucho a mí, observándome a centímetros y las lágrimas ya me caen sin freno. —Ya estoy investigando por mi cuenta; si tienes algo que temer... será mejor que temas ya. —es lo último que dice antes de salir de allí.

Joder, Gabriel. Mi Gabriel está encarcelado.

Ahora es mi marido quien me mira. Y a él es a quien más miedo tengo. Diez años casados, sin amor, sin afecto, sin muestras de cariño. Sólo distancia, reproches y el arte de ignorarnos. Él desconocía que yo tenía sentimientos, y es que fingí todo ese tiempo, desde el día en que me casé con él.

El peor de mi vida, por cierto.

—Zorra asquerosa. —dice, enseñando sus torcidos dientes. —No eres más que un despojo, un desecho humano. Vas a morir y allí estaré para verlo, porque... si no recuerdas bien, seguimos casados.

—Olvídame. —le digo y miro a otro sitio.

—Ahora sé que has tenido miedo de mí todo este tiempo, que...—

Le interrumpe alguien que entra como una sombra silenciosa y se coloca tras él. Cuando se ladea, reprimo una enorme sonrisa. Al menos es alguien que conozco. Pero se me borra cuando veo el uniforme de la ACS que lleva puesto y las lágrimas pinchan de nuevo tras mis ojos.

—Debe abandonar la habitación, caballero. —dice Michael.

Mi marido asiente sin más mirándole de arriba abajo y se va. Cuando estamos asolas, los latidos se me aceleran. Todo el mundo me falla, todos son de la ACS, esto es una pesadilla.

—Sophie, ¿me recuerdas? —pregunta.

—Aléjate de mí. —musito.

Él se mira de cuello para abajo y rueda los ojos. Se acerca más a mí y agarra una de mis manos, pero la suelto enérgicamente.

—No es lo que crees. —Susurra en mi oído, y me retiro. —Me estoy haciendo pasar por alguien de la ACS y joder, me está yendo de puta madre. —se ríe bajito.

No sé si relajarme, llorar, reír o darle tal hostia que salga despedido de aquí. Lo estoy meditando cuando recuerdo que él se llevó a Travis. Mi niño debe estar con él.

—¿Y Travis? —le pregunto.

—A salvo. —dice. —Llevamos cinco días en un hostal. Se está portando muy bien y es muy bueno... come todo lo que le doy y está preocupado por ti.

—Dios... —murmuro y me seco las lágrimas. En el fondo, un gran alivio me llena. Mi pequeño está bien. —Gracias. —le digo y sonrío sincera, como no lo hacía en algún tiempo.

Él asiente con la cabeza y se retira para sentarse en el sofá que hay en la sala. Me observa acariciando su mentón. Sus rizos caen por ambos lados de su cara y por alguna razón, confío en él. Le retiro la mirada cuando se asoma otro hombre exactamente igual vestido que él, pero está claro que él no tiene sentimientos. Su rudo gesto lo demuestra. Comprueba que todo está en orden y cierra otra vez la puerta. Muerdo mi labio superior aguantando la risa al ver que Michael hace algunas burlas a ese agente de seguridad, él es muy gracioso.

—No sabía que eras masajista. —me dice en voz baja, para que nadie escuche.

—Fisioterapeuta. —corrijo. —Sí, bueno, pero ya... ya no. —sonrío triste. —¿Y tú qué? No sé nada de ti.

—Soy un buscavidas, ¿no me ves? —sonríe. —Toda mi existencia huyendo de un sitio a otro, sin poder asentarme en algún sitio, sin dedicarme a algo fijo.

—Bueno... —suspiro. —Deja que te diga, que se te da bien eso de ser buscavidas.

—No me bailes el agua... —dice enarcando una ceja.

—¡Es en serio! —exclamo en un susurro y ruedo los ojos.

—Tan en serio como qué. —dice acercándose a mí.

—Tan en serio como que me llamo Sophie.

—Vaya, eso no lo puedo comprobar sin identificación. Deberías haber dicho algo como: tan en serio como que soy preciosa. Entonces, claramente te hubiera dado la razón.

Espera, ¿qué? ¿Michael está flirteando conmigo? Por favor, lo que me faltaba. Como si no tuviera dramas encima. No respondo y sé que lo interpreta como que ha metido la pata. En cierto modo lo ha hecho. Bueno, es decir, sabe que gusto de otra persona y encima trata de ligar conmigo estando así de demacrada.

—Perdona. —dice. —La he cagado, no debería...—

—Es igual. —digo.

—¿Le echas de menos?

—A Travis... sí. Evidentemente.

—Bueno, claro. Yo me refería a ese hombre... ¿Gabriel?

Me sonrojo con sólo decir su nombre. Pues claro, quién si no. Y qué absurdo, si ni siquiera le tengo.

—Él. Y si... mucho. —es mi respuesta final, antes de que entre una enfermera a evaluar mi estado y se interrumpa nuestra conversación.

Lo último que veo, es a Michael saliendo cabizbajo de aquí.

Heartless [COMPLETA - Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora